“No había en el pueblo un oficio peor considerado y peor pagado que el de portero del prostíbulo. Pero ¿qué otra cosa podría hacer aquel hombre?” (Bucay, J. 2017). No estaba el emprendedor muchacho para trasladar herramientas como el personaje de Bucay. Así que el joven, de nombre Koldo, estando en el lado del muro del progresismo realmente existente, optó por el encomiable camino del ascenso social.
Así, de protector, pasó a asesor del ministro, de nombre Ábalos, y de ahí a acumular patrimonio propio de la burguesía improductiva, cosa que hubiera avalado el propio Marx y es muy apreciada en el estado del bienestar.
No conforme, el emprendedor Koldo, tras hacer algún máster, tipo traslado de maletas venezolanas por Barajas o algo por el estilo, se hizo experto en logística y nombrado consejero de Renfe Mercancías y pasó a comprar mascarillas, por orden de su ministro y del gobierno, aunque al parecer de forma venal.
El hombre pasó de la innoble puerta a ser citado en el libro más leído de la época (Manual de resistencia) y pasará a la historia como guardián del cofre de las papeletas que hicieron a Pedro Sánchez líder patrio y su persona de confianza en la noche dura de la resistencia. Todo lo demás es historia de la pertinaz felonía patria.
Reflexiona Juan Marina estos días, con motivo de su último libro, sobre la adquisición del talento por parte de los políticos para resolver conflictos. El filósofo no había caído en la cuenta de que es realmente fácil.
“Ninis” del mundo, presentar en Infojobs un currículum de portero de prostíbulo y todo lo demás se os dará por añadidura, incluidas mordidas millonarias.
El PSOE ha caído en la trampa: habiendo retirado a Ábalos de su cargo, sin explicaciones muchas, todo hay que decirlo, pero manteniéndolo en la colla parlamentaria, a riesgo de que se diga “porque algo sabía” aforado debía estar, acaban siendo políticamente responsables del asunto.
Ellos y ellas que han reprobado a todo el que se movió en pandemia, que animaron a Casado a equivocarse de muñidor y que apenas han mirado al asunto de los ERE andaluces o los calzones del Tito Berni, sufren ahora la presión que antaño sufrió la derecha.
El temor en Ferraz es que la nómina de compradores incluya a la presidenta del Congreso, Sra. Armengol, a la exministra Darias o al actual ministro de Administraciones Públicas.
“Soluciones de Gestión y Apoyo a las Empresas”, la empresa de la red de Koldo entró en el ‘megacontrato’ que lanzó el Ministerio de Sanidad por Salvador Illa en agosto de 2020. El equipo de Salvador Illa, actual líder del PSC, quería agilizar el suministro sanitario con este mega-contrato.
Las reuniones para las mordidas se producían en sedes públicas y al abuso de la legislación de compras de la administración en tiempos de pandemia es evidente, comprometiendo, por cierto a empresas dependientes de fomento que poco o nada tienen que ver con el asunto de las mascarillas.
En el lado guay del muro llevan unos días chungos, para qué engañarse. A lo del portero, se suman las cositas de Marlaska, unas subvenciones mal concedidas a algunas organizaciones, un viaje inútil a Marruecos, algunos cabreos partidarios, además de constatar que en el lado perverso del muro gallego había mucha más gente que en el socialismo realmente existente.
Pero, ay, la corrupción inesperada es mala cosa, más aún cuando llevas décadas diciendo que la corrupción es cosa del PP, con objeto de que el relato oculte algunos asuntos andaluces, calzoncillos y otras cosillas del pasado.
Es especialmente malo si te pilla en un momento de debilidad política y, especialmente, si la lista de los que te tienen ganas es alargada y se van a agarrar al asunto cual asidero salvador.
Se vienen dimisiones, la de Ábalos la primera, probablemente no la única. Comisiones de investigación, con traiciones de aliados incluidas, y ruido, mucho ruido, en el que no faltará el de los propios socialistas.
El extraordinario caso del portero del prostíbulo viene a complicar las difíciles perspectivas políticas. Koldo, la que has liado, pollito.
