El inútil ruido en el salón de los jarrones chinos

Los socialistas de la transición, los que creían en la alternancia, la España diversa más no plurinacional, los de las alianzas con nacionalistas más no independentistas, los socialdemócratas de antes se han montado un picnic, aprovechando que presentaban un libro de Alfonso, el más desbocarrado de los suyos.

Los del PSOE de siempre dicen que el socialismo realmente existente no es ni muy español ni muy socialista, que el disidente es Sánchez, cosa que, desde hace días, lleva a sus antiguos conmilitones a acusar a Felipe de ser casi de Vox, a Alfonso a se ser derechoso y machista y a los demás de viejos que ya no conocen en España.

Ruido inútil el del salón de los jarrones chinos, alguna militancia residual podrá seguirles, quizá el único barón que queda lo escuche. Pero una militancia bastante podemizada, una dirección de partido bastante sectarizada y un jefe que solo se escucha a sí mismo, les da para poca influencia. Quizá algún veterano o veterana militante se rebrinque y pase factura en el futuro, pero las cosas son las que son.

El inventario de nuevas decisiones socialistas, sin que sepamos de reunión de ejecutiva alguna o congresual, se ha ido alargando en estos días. España ya no es federal sino plurinacional y debe hablarse por pinganillo, hace dos meses no, ahora sí. El partido que apoyó el 155 y prometió traer a la prisión a Puigdemont, afirma que nunca debió haber juicio. El partido que decía que la amnistía no era constitucional dice ahora que, naturalmente, que sí.

La cosa ha tenido alguna dimensión europea bastante risible y que espanta a algunos europeos y europeas a los que abrir el melón lingüístico les produce pánico.

Gracias al Señor Altares, ministro de exteriores, también hemos aprendido algo políticamente relevante: “Ara tothom sap” (ahora todos sabemos) “que o galego non e una prioridade para o gobernó” (no es una prioridad para el gobierno) lo que ha producido que “euskaldunak haserre daude” (los vascos estén enfadados). Del enfado de los gallegos no se sabe nada, aunque seguro que cuando lleguen las elecciones dicen algo.

Como la ciudadanía no tiene traductores parlamentarios que, por cierto, producen cierta inseguridad jurídica al no tener la condición de traducción jurada, tendremos que recurrir a un pinganillo sincronizado con el traductor de Google o, mejor, a hacer lo que siempre hemos hecho: hablar la lengua que todos sabemos.

Todos estos cambios no son producto de una reflexión o debate público. Se trata de algo simple: un señor fugado de la justicia tiene pillado al Señor Sánchez que puede tener tantas opiniones como hagan falta, por supuesto todas ellas constitucionales, porque tenemos tantas constituciones como haga falta.

A ver, entre ustedes y yo. Lo de la amnistía no tiene cabida constitucional como no lo tienen los indultos generales. Con la descripción de las amnistías de la señora que se hace fotos (Doña Yolanda Díaz) pasa como con la Santísima Trinidad: todo el mundo ha oído hablar de ella, pero nadie sabe explicarla.

Pudiera ocurrir que los españoles y españolas decidiéramos conceder una medida de gracia a los hasta ayer reputados delincuentes, pero para eso, para una ley de “punto final” como quien dice, los beneficiarios debieran afirmar que no volverán a intentar la vulneración legal que perpetraron en su momento.

Cosa que no solo no han dicho, sino que anuncian su repetición unilateral, eso sí, pactada con los socialistas, cosa que enerva no solo en el salón de los jarrones chinos sino en abundantes sectores de la población.

¿Vale un gobierno producir un follón plurinacional? La historia dice que eso sólo ocurre cuando el Estado mantiene una profunda debilidad y los detentadores de la plurinacionalidad suelen ser notables conservadores tipo carlista.

Se siente: lo de “Dios y leyes viejas”, lo de que Casanova fuera líder de los muy progresistas carlistas y cosas de ésas no lo hemos inventado los demás. Las izquierdas nacionalistas son escasas o minoritarias, si es que han existido. Pero ésa es una historia que les contaré otro día.

El progresismo alcanza un significado, según la interpretación sanchista, desconocido e ignorado por la izquierda de toda la vida. Pero no parece que haya mucho que hacer: Sánchez y 107 más han ido a Nueva York a decir que es inútil el ruido en el salón de los jarrones chinos.

 

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