Lo que dicen Felipe y Guerra se puede explicar con la fábula de la rana y el escorpión. El batracio acepta que el escorpión se suba encima para cruzar un río y a mitad de trayecto le inyecta su veneno; la rana pregunta por qué lo hace si van a morir los dos y el artrópodo responde que lo lleva en su naturaleza y no puede evitarlo. España es la rana y los nacionalismos, el escorpión.
El odio del independentismo hacia España y lo español, su desprecio a los españoles si no se frena nos llevarán al conflicto civil. Sánchez juega con fuego. Por su obsesión enfermiza por mantenerse en Moncloa negocia bajo chantaje sobre la estructura del Estado, los límites de la Constitución, si somos una nación de naciones, un Estado plurinacional o multinivel donde unos territorios y sus ciudadanos tengan privilegios sobre otros en un Estado ya desigual, donde hay territorios y ciudadanos con más derechos y capacidad económica que otros.
No pretende equilibrar la desigualdad, sino incrementarla en detrimento de andaluces, canarios, extremeños, castellano-manchegos… que serán más pobres, mientras vascos, catalanes y navarros serán más ricos. Los delitos cometidos por políticos y sus seguidores no merecen reproche penal, estaban en su derecho a dar un golpe, a atacar a las fuerzas de seguridad y adueñarse de las calles con violencia porque este régimen es una dictadura. Estaban legitimados para incumplir las leyes y por eso han sido indultados, se ha eliminado el delito de sedición y rebajado la malversación porque robar para romper el Estado está bien. Un golpe de gracia a 40 años de democracia de muy baja calidad, pero mejor que el futuro que anuncian. Con ese argumento, todos los crímenes de ETA en la dictadura (menos) y en democracia (muchos) convierte a los asesinos en héroes y a las víctimas en villanos.
Están en juego asuntos nucleares para el interés general. Sánchez ha tenido un comportamiento aseado políticamente con las pensiones, el SMI, tratando de cambiar la ley “Mordaza” (un agujero negro contra los derechos civiles, pisoteados sistemáticamente con millones de identificaciones ilegales contra lo dispuesto por el Tribunal Constitucional), o planteando el reingreso de guardias civiles expulsados en la década de los 90 por exigir algo tan revolucionario como que se cumpliera la Constitución. Pero siendo todo ello muy importante, debilitando el Estado-nación se resentirán los derechos, la seguridad, sanidad, educación, pensiones… todo lo que define al Estado de bienestar se pone en riesgo y no estamos para tirar cohetes. La pobreza extrema crece desde 2020 y los españoles con carencia material severa supera el 8%, el doble que en 2007.
No confío nada que ninguno de los aspectos citados en el párrafo anterior mejoren con el PP, pero al menos si no debilita el Estado la sociedad puede con su voto marcar el rumbo de sus políticos. Si el Estado se debilita o trocea, si los territorios más ricos tienen más y los más pobres menos, estamos prendiendo la mecha de los mismos conflictos sociales que sucedieron durante la Primera República. Durante la Segunda, el independentismo catalán y Largo Caballero compitieron por desestabilizar el Estado, el uno declarando la independencia y el otro reclamando la implantación de una dictadura comunista semejante a la existente en la URSS, pretendiendo acabar con la democracia burguesa que según él era la República. No parece que la sociedad haya aprendido mucho de esa parte de nuestra historia.
Hace casi tres siglos que el Estado español, durante sus reinados, repúblicas, dictadura y en democracia ha tratado con privilegios a nacionalistas vascos y catalanes, que se han enriquecido empobreciendo a ciudadanos de los demás territorios de la nación. Se pretendía que estuvieran cómodos y no plantearan su objetivo máximo, romper la nación, pero no ha servido para nada. Ellos son más ricos, los demás más pobres y el Estado más débil.
La Constitución establece regímenes fiscales distintos para el País Vasco y Navarra, privilegiados sobre los demás territorios, mientras Cataluña es desde hace siglos un obstáculo para los avances de la sociedad española por haber recibido un trato de privilegio empresarial y comercial que ha perjudicado a los demás. Esos privilegios se incrementaron durante la dictadura franquista y se han mantenido hasta hoy.
Ningún Estado toleraría los insultos, desprecios y chantajes que soportamos los españoles desde hace 45 años de estos ultranacionalistas fascistas y bolcheviques sin responder a tanto odio, provocación y agresividad contra la nación, sus símbolos y su lengua. No existe nación donde la lengua común sea perseguida como ocurre en España sin que PSOE y PP hayan hecho nada, incapaces de ponerse de acuerdo en defensa del interés general de los españoles, que subordinan al acuerdo con los fanáticos independentistas por mantener el poder. En colegios de Cataluña se persigue a los niños para que no usen su lengua materna, el español, ni en el recreo. Aunque la Constitución dice el castellano, que fue en su origen, hoy enriquecido tras siglos de uso por cientos de millones de personas en Hispanoamérica, nuestra lengua es el español por más que moleste a los que nos odian por existir.
La llegada de Pedro Sánchez a la dirección del PSOE, su ambición y carencia de escrúpulos morales por el poder ha cambiado al partido de trinchera. Ya no está con los constitucionalistas democráticos defensores de las libertades sino en la trinchera de los supremacistas ultrafanáticos nazis y bolcheviques que quieren desmontar el Estado y romper la nación. ¿Por qué ha cambiado Sánchez de trinchera? Porque los necesitaba para llegar a la presidencia. Esa deriva lo ha enfrentado con el jefe del Estado y no debe descartarse que el “amadolíder” pretenda desestabilizar la Monarquía y con ello el sistema democrático vigente. Y ya puestos, si fuera posible convertirse en presidente de la III República, miel sobre hojuelas.
Por este enfrentamiento entre el jefe del Estado y el presidente del Gobierno es por lo que ERC y Junts dicen haber conseguido en dos días con Sánchez más que en los cuarenta años anteriores. Ya han colocado una presidenta del Congreso de su gusto, más independentista que socialista; Meritxell Battet ha pagado con su salida de la política haber derrotado a los ultras en Cataluña, siendo vetada por ello con la aquiescencia del amado líder. Con el enfrentamiento entre la jefatura del Estado y el presidente del Gobierno los fanáticos nacionalistas afilan sus cuchillos.
Sánchez concederá la Amnistía y dirá que ha resistido al independentismo mientras actúa como caballo de Troya del mismo contra la Monarquía, y los ultranacionalistas mantendrán su demanda de máximos con el derecho de autodeterminación, la deuda de 450.000 millones de euros y otras demandas como excusa para apoyar al sanchismo contra la Monarquía. El Rey deberá afrontar una situación complicada, porque si acepta y firma la amnistía muchos españoles le reprocharan no haber defendido la nación, y si no lo hace, el amado líder, sus secuaces partidarios y los nacionalistas lo acusarán de excederse en sus funciones.
Con este panorama, Felipe González, Alfonso Guerra, Rodríguez de la Borbolla, Joaquín Almunia, García-Page, Tomás Gómez y otros muchos dirigentes del PSOE se han manifestado públicamente contra el rumbo del Gobierno. El 1-O ni el CNI, la Policía, la Guardia Civil, el Gobierno, los Mozos ni nadie implicado en impedir el referéndum ilegal dio la talla. Solo estuvieron a la altura el Rey, con su discurso del 3-O (que debía haber pronunciado Rajoy y por cobarde no lo hizo) y la Justicia. Los policías y guardias civiles no fallaron como profesionales, sino por la planificación y las órdenes de sus mandos y políticos. Ahora pretenden decir con la Amnistía que la Justicia fue propia de una dictadura bananera y si el Rey no se pliega y firma lo pondrán en el centro de la diana de la jauría de sediciosos encabezados por el “amadolíder”.
He oído con atención lo que dicen Felipe y Guerra. Coincido con ellos. Que su partido y el Gobierno los estén descalificando mientras negocian con un fugitivo golpista y ultra independentista contra la nación califica al PSOE y sus dirigentes. Me llama la atención que ante la opinión argumentada que expresan, la respuesta de su partido, del Gobierno, de viejos carcamales como ellos, periodistas, afiliados y medios de comunicación no sea razonar el beneficio para los españoles de aceptar las peticiones de los separatistas, que yo no veo salvo para que Sánchez trate de dar su jaque mate a la libertad, la deficiente democracia y los derechos que podemos utilizar todavía, incluyendo el noble ejercicio cívico de la crítica a las decisiones del Gobierno, sino que responden descalificándolos porque ya son viejos. Como si la edad les impidiera ejercer el derecho a opinar. Eso califica a la secta del pensamiento único talibán que lleva años instalado en el Gobierno y que con medios de desinformación bien subvencionados responde con censura o ataques a las opiniones críticas hacia el poder. El caldo de cultivo del que nacen todas las dictaduras y autocracias.