El terrorismo socioafectivo

Sorprende al cronista que muchos y muchas se sorprendan. Bolaños afirmó que había dos líneas rojas: la malversación y el terrorismo. Habiendo sido afirmado, es normal que el Gobierno cambie de opinión, más aún si Puigdemont no está de acuerdo y no es cosa de medicar su insaciabilidad.

Más aún: si el Gobierno trabaja en las matemáticas socioafectivas, por qué no vamos a tener un terrorismo sociafectivo, movido por el afecto, el interés y la autoestima.

No es comparable la “kale borroka”, que destrozaba mobiliario urbano, automóviles, escaparates, autobuses y negocios en Donosti, con quemar contenedores en Urquinaona.

Los lectores, lectoras, oidores y oidoras debemos hacer un esfuerzo por entender al Gobierno: destrozar mobiliario urbano, automóviles, escaparates, autobuses y negocios en el centro de Barcelona es un ejercicio de democracia, penosamente rechazado por los oscuros aparatos del estado.

No, no debemos ser tan sensibles con los contenedores, ser de esos “imbéciles que lloran por las basuras” (frase del Tsunamic democrátic). La libertad de expresión, el procés, la democracia y, sin duda, la convivencia cordial está por encima de todo eso. Es que ustedes no entienden.

El cronista espera no ser insultado con el recuerdo de que ETA no es lo mismo que fugarse de la justicia, cosa que hacían los etarras, dicho sea de paso. Tampoco que nos insulten escribiendo en titular de escándalo que hay terrorismo compatible con los derechos humanos.

El cronista también espera que concluya la humillación de estado por una vez. Que humillen al Gobierno es cosa de él; humillar a la ciudadanía no es de derecho ni de recibo. Ignorar si quedan o no líneas rojas es una falta de respeto democrático a la ciudadanía. No es de izquierda, ni lo parece, la alteración de todo compromiso electoral.

Déjenme que les pregunte: ¿Qué es una “ciutat cremat” comparada con construir una república que no existe? ¿Qué es un “foc nihilista… pels voltans de casa … quina vergonya” (Andreu Claret: Qué es un fuego nihilista en los alrededores de casa… qué vergüenza”) comparado con un tres per cent.

Sólo la ironía puede salvarnos del espanto de la razón: ahora tenemos terrorismo malo y terrorismo compatible con los derechos humanos, un terrorismo socioafectivo, tolerable, amnistiable, con sentencia o sin ella. Un terrorismo simpático sobre el que los jueces no pueden aplicar la ley.

Les recuerdo que una de las noches de guerra en Barcelona lo fue para defender a un bardo (rapero) que escribió: “es una fulana cara; voy a tener que violarla”, verso lleno de calidad literaria, libertad de expresión y sensibilidad de género que, por cierto, no fue denunciado por nadie de la izquierda de verdad verdadera ni del progresismo.

Bardo que acabó en prisión a causa de una Ley mordaza que el PSOE prometió derogar, aunque luego debió cambiar opinión y se quedó como estaba, junto a las expulsiones colectivas, los despidos sectarios, las devoluciones colectivas de inmigrantes, los comportamientos arbitrarios de las Delegaciones de Gobierno. Cómo parece haber cambiado con el asunto de las líneas rojas.

Ahora entenderán ustedes lo del señalamiento a los jueces. No se trata sólo de que se amnistíe el terrorismo, sino de que sabiendo que es terrorismo socioafectivo, simpático, lo que ayer era grave delito, corresponde cerrar los expedientes para que los fugados retornen cuanto antes y los procesados puedan prepararse para presentarse a las elecciones y esas cositas, como por ejemplo que le devuelvan a alguno la pasta que tuvo que poner por malversar dinero público.

Ya les anuncio que la insaciabilidad “indepe” no concluirá aquí. El blindaje no es solo a la “rambla borroka” y sus organizadores, a los que acumulaban bombas y detonadores que no se usaron en sus pisos, no se sabe si porque los pillaron. El blindaje a todos los que delinquieron debe de ser total.

El fugado y héroe impresentable, el progresismo realmente existente, y sus corifeos le han hecho un favor a la barbarie, a la de entonces y a la que venga del futuro.

Hoy habrá quien se pregunte por qué un contenedor de Urquinaona vale más que uno de Donosti o uno de Madrid. Terrorismo sociafectivo, simplemente que reclama perdón, como lo reclaman en Waterloo. Nos han regalado a todos y a todas una convocatoria al silencio y al miedo a los violentos que es de lo que vive la ausencia de libertad.

El terrorismo socioafectivo, el bonito, el escrache violento forma parte del terrorismo porque así lo fuimos haciendo los españoles a medida que el terror nos hacía daño.

Nada tan penoso como este debate de la amnistía, primero inconstitucional y luego virtud, primero imposible luego necesaria, primero limitada ahora ampliada. Nada tan penoso como políticos perdonando a políticos. Nada tan penoso como las risas que se oyen por los viejos condenados que reclamarán la bondad del nuevo terrorismo.

Ya tenemos matemáticas y terrorismo socioafectivo. A ver si un día nos llega una democracia de afectos y palabras.

 

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