Es el monopolio, amigos y amigas

No es por aguarles la fiesta, me molesta ser el cenizo de esta revista en la cosa de la Inteligencia Artificial (IA), pero lo que se ha demostrado en el teatro de OpenAI solo es una cosa: la tiranía de los titanes tecnológicos que controlan aspectos críticos del ecosistema de IA.

OpenAI, ChatGPT, Dall-E, han hecho de la IA generativa un término familiar. Se nos viene un debate de cuñados en la cena de noche vieja, lo veo venir. Siempre guiado por mi vocación de periodismo de servicio público, me atrevo a darle argumentos en los que quizá su cuñado no ha caído.

Aunque OpenAI está en el centro de atención, Microsoft ha desempeñado un papel de liderazgo en el drama.

Microsoft se abalanzó para recoger a los ejecutivos despedidos, pero ya no tendrá que asumir todo el elenco de personajes, pues Altman ahora regresará a OpenAI, bajo un nuevo liderazgo de la junta directiva, lo que debería permitir a Microsoft mantener su relación privilegiada, sin pagar un duro, dólar, euros o como ustedes gusten hablar con su cuñado.

OpenAI ha recibido más de 13.000 millones de dólares en inversiones de Microsoft, a partir de 2019, cuando ésta adquirió una participación del 49% en la empresa y el derecho a tres cuartas partes de las ganancias de OpenAI.

Microsoft también se aseguró de que sería el único proveedor de OpenAI, garantizando millones de dólares de valor, dados los costos computacionales involucrados en la ejecución de productos de IA generativa.

Si bien se presenta como una asociación, el acuerdo parece más bien una adquisición en la sombra que le da a Microsoft un acceso a un unicornio tecnológico que estaba en camino de obtener una valoración multimillonaria.

Los nuevos directivos que acunarán a Altman son dos miembros con raíces en Silicon Valley, además de Larry Summers, el exsecretario del Tesoro, con un historial de aplicar “la teoría del libre mercado cuando no se ajustaba a las circunstancias”: O sea, que las leyes antimonopolio no funcionaban bien.

Microsoft es una de las pocas sociedades guardianas de la sabiduría (a saber, Alphabet -Google-, Apple, Amazon y Meta) que tienen la potencia informática, el acceso a los datos y la experiencia técnica necesarios para desarrollar sistemas avanzados de IA. O sea, la posibilidad de imponer términos y tarifas y protegerse contra los rivales.

Las grandes empresas tecnológicas han justificado el rápido e imprudente despliegue de la IA generativa tratando de convencernos de que la velocidad por encima de la seguridad es una parte inevitable del desarrollo tecnológico y crucial para la innovación, especialmente si Estados Unidos quiere competir con China.

El relato ha permitido desviar la atención de los peligros que plantea la concentración monopolista en puntos críticos de la cadena de valor de la IA, así como su incapacidad para abordar los daños que van desde la desinformación y la manipulación desenfrenada hasta la adicción y el llamado capitalismo de vigilancia.

El episodio, que algún día contará Netflix en serie de pago, naturalmente con derechos de Microsoft, debiera sacarnos de nuestra complacencia con el monopolio.

Perderemos una oportunidad crítica para reestructurar el ecosistema de la IA, rompiendo las concentraciones malignas de poder que inhiben la innovación en interés público, distorsionan nuestros sistemas de información y amenazan nuestra seguridad nacional. Es el monopolio, amigos. Pero ya se sabe, el mantra es “correr y destruir”.

 

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