Es un interminable Carnaval

A ver, el 22 de febrero ya no debiera haber Carnaval: nadie, pecadores, respeta el día de la ceniza. Pero haberlo, haylo. El Carnaval es tan amplio como eterno y se goza en cualquier rincón: de España y el mundo, por no hablar de los interminables carnavales canarios.

En la Moncloa, sin ir más lejos, también. A cada día, nuevo desfile de máscaras y nuevo entierro de sardinas. Mujeres de negro, exceso de fantasmas y de canciones satíricas han llenado las relaciones en el gobierno, mientras, eso sí, Sánchez viajaba: alguien tiene que arreglar el mundo, entiéndanme, mientras ustedes cantan con las murgas.

Me temo que el tiempo de Carnaval ha llegado al Gobierno, que no van a respetar lo del miércoles de ceniza y vienen días pero de mucha, mucha risa y si no que se los digan a Ramón Tamames que aspira no solo a carnavalesca máscara, sino a fiesta de abril, que me lo veo venir.

Muchas máscaras llenan España, pero nada como las clásicas. Uno es “veneciano”. Imaginad, amigos y amigas, al siempre hambriento Arlequín (Pablo Iglesias), víctima del avaro Pantalone (Calviño), mientras el charlatán Balanzone (Pedro Sánchez) y el Polichinela (Bolaños), siempre filósofo, trata de organizar este desastre.

Jurídico carnaval, trampeando de listo a lista, y viceversa. Irene afirma que todo es culpa de doscientos jueces y juezas fachas, mientras convoca convenios feministas sin feministas, o cosas por el estilo, no se engañen.

Pero este fin de semana se agotarán los últimos días de fiesta inacabable porque es costumbre alargar el tiempo de carnaval y de callejeo canalla, donde las máscaras del populacho y los burgueses, venidos a menos, se ven rodeadas de turistas que no han comprendido que, en Carnaval, no se ven ciudades, sino que se consumen. Tiempo de máscaras hasta que demos por llegado, el Vaticano ya no cuenta, pecadores, el día de la ceniza. Carnaval significa preámbulo de primavera, tiempo de confusión. Cuando la máscara trae la promesa de la igualdad.

Días para las marionetas y los arlequines, para los trajes y las risas. Para todo tipo de dulces y consumos de la pecaminosa carne, si es que en el supermercado se la pueden pagar, que no se sabe.

Andan ustedes aún con la última resaca de Carnaval. Aún cantan y ríen paseando sardinas. Ah, crédulos: arrepentíos. Del otro lado de la ciudad llega una onda imparable: el morado se apodera de los tabernáculos; centenas, que digo, millares de devotos encenizan su frente y obispos y curas, siempre atentos a la evolución estacional del negocio, anuncian la Cuaresma.

“Recuerda que eres polvo…”. Hay aquí un problema de coherencia entre símbolo y mensaje: así no hay quien se convenza de que la pasión católica es alegría.

No debían ser muy alegres antaño aquellas fechas de cierres de mancebías. Sí; es que el día de la ceniza se iniciaba lo de las “putas en cuaresma”, cuando se expulsaba a las probas profesionales de las ciudades (menos mal que no estaba Irene), de primeros ayunos en tiempos de hambrunas o de discursos en las plazas de inquisidores y “picos de oro”. Qué dura es la Cuaresma.

Oración, ayuno y limosna. Podría ser la receta de Calviño frente a la crisis, pero no: es la receta anual del Vaticano por estas fechas. Es que Calviño ha nacido para paisa, pero Yolanda no se lo permite: ella es la portavoz de Francisco.

Amigas y amigos, quedan cuarenta y seis días para Pascua (Cuaresma, cuarenta -porque la iglesia romana no cuenta los domingos-).

Cuando el cronista, y casi todos ustedes, era niño o joven, el miércoles de ceniza era la inauguración de la Cuaresma: o sea, las primeras torrijas y los cartelitos de “vigilia” en las tabernas, el día en que la sangre encebollada daba paso a las acelgas y los garbanzos, tiempos de potajes.

Con la cosa del “low cost” y el marketing, ustedes ya estarán pensando donde pasar la Semana Santa. Porque lo suyo, pecadores, es pasar de sardina a Pascua, sin recato alguno ni paréntesis reflexivo.

“Memento, homo, quia pulvis es et in pulverem reverteris (Recuerda, hombre, que eres polvo y que en polvo te vas a convertir)” -lo de las mujeres no estaba claro que se convirtieran en polvo-.

Quiero decir que se rían lo que puedan este fin de semana que luego llega mayo y les pedirán que voten, Y eso sí que es Carnaval.

 

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