Al Gobierno le hubiera gustado que Vox o las formaciones de la España despoblada ganaran las elecciones en esos lugares que no importan. Ésa era la profecía: la tradición, la defensa de la agroganadería, una protección a los damnificados por la globalización y una puesta en valor de la riqueza cultural de la España despoblada castigarían a la derecha tradicional. Pues no.
El partido de la España despoblada es… el PP. El fracaso de las formaciones de la “España Vacía”, en las diez circunscripciones en las que se presentaba en las elecciones generales, ha sido notorio. Estas han dado su apoyo a Feijóo.
Hay en España 23 provincias que se consideran que integran la España despoblada. Son aquellas que han perdido población entre 1950 y 2019 y tienen una densidad por habitante inferior a la media española.
Se trata de Castilla y León íntegra, las provincias de Cuenca, Guadalajara, Ciudad Real y Albacete. Las tres provincias aragonesas y las dos extremeñas. También Orense y Lugo, junto a Córdoba, Jaén y la Rioja. Esta área territorial, que no es pequeña, está integrada por un poco más de la mitad de los municipios españoles: 4.516.
En esas circunstancias, ustedes habrán notado que el gobierno ya no habla de la España despoblada. Ha desaparecido de la agenda mediática y de la Ejecutiva Federal del PSOE. Lo de la amnistía, hay que hacer de la necesidad virtud, dijo Sánchez, no da para ocuparnos de los lugares que importan poco.
Habiendo que castigar al PP, hay que castigar a la España despoblada. Las negociaciones para la formación de gobierno no han incluido, por parte de nadie, esta cuestión. Ni siquiera el Bloque Nacionalista Galego, el que podría aparecer más interesado, ha insistido en el asunto.
La financiación autonómica, que dicho entre ustedes y yo no saldrá, excepto en lo de sacar del sistema a Cataluña para que no pague solidaridad, acabará penalizando a las Comunidades con más problemas de despoblación.
De las Comunidades con más despoblación citadas, solo Castilla-La Mancha tiene una financiación por habitante por debajo de la media estatal. Esto es así, porque el fondo de nivelación, integrado por las tres comunidades donde hay más ingresos que gasto en competencias homogéneas, se distribuye mejorando la financiación de las Comunidades con menos recursos.
Esa nivelación no es baladí: con la excepción de la citada Castilla-La Mancha, las Comunidades con más despoblación tienen más recursos por habitante que Madrid, por ejemplo.
Lo que sobra de sus ingresos tributarios cedidos y propios en la Comunidad presidida por Ayuso es el 24% de sus ingresos tributarios, mientras Catalunya solo pone el 9% de los suyos.
Como imaginarán, si Catalunya se queda con el 100% de sus ingresos tributarios, ese 9% lo pondrán Madrid y Baleares o, por el contrario, lo perderán las Comunidades hoy beneficiadas por la nivelación.
Eso no quiere decir que sólo Castilla-La Mancha deba preocuparse. Por cierto, están infrafinanciadas Comunidades sin problemas de despoblación como Murcia, Comunidad Valenciana y Andalucía.
La prestación de servicios, su igualdad y su coste, tiene que ver con la diseminación de la población. Por ejemplo, Galicia es una Comunidad a la que, con números en la mano, puede considerarse bien financiada, un punto por encima de la media en recursos por habitante, pero la distribución de la población es muy diversa.
Mientras en la media de España la población ocupa el 12% el territorio, en Galicia se disemina en el 62 % del territorio. Lo que encarece la prestación de servicios. No se ha escuchado al Bloque pedir nada al respecto al gobierno socialista ni a estos anunciar acuerdos con la izquierda de verdad verdadera para el asunto. Por el contrario, una densidad de 242 habitantes por km en Catalunya, abarata la financiación de los servicios.
En definitiva, la salida de Cataluña del régimen común, así como del debilitamiento de los recursos de nivelación y, aún más, la negociación bilateral frente a un régimen objetivo perjudicará al resto de las Comunidades, pero especialmente a las menos pobladas
La nueva financiación autonómica que viene incentivará la concentración de población en grandes centros urbanos, reforzando una tendencia que ya viene de años.