La izquierda chanel no está para asaltar el cielo

Se reprochaba a uno que usted y yo sabemos que su legitimidad nacía del dedazo de uno que pretendía dejarlo todo “atado y bien atado”. Eso mismo le ha pasado a Yolanda Díaz: no ha sido elegida por dirección de partido alguna o por sus bases; ni por primarias, elecciones ciudadanas o cualquier otro sistema de elección usual. Eso son cosas de antes No; fue designada digitalmente por Pablo Iglesias que, deseaba, dejarlo todo “atado y bien atado”.

Muy atado no quedó el asunto, para qué engañarse. Señoras y señores, hemos asistido a la despedida de Podemos. Otros de la nueva y plural política que desaparecen por el foro.

Es la venganza de los “payasos tristes”, aquellos miles de militantes de IU expulsados por el prócer del núcleo irradiador, sustituidos por una amalgama de la propuesta política a la izquierda del PSOE de toda la vida, se llamen como se llamen.

No; no había manera de que los de Pablo Iglesias y Yolanda Díaz se entendieran. Díaz era de la izquierda del PSOE de siempre. O sea, de prácticas socialdemócratas, pero trufadas de un punto de ecosocialismo, eurocomunismo, postmaterialismo y todo lo propio de las izquierdas de después de la caída del muro. Lo justito para que la derecha te llame radical, pero sin pasarse.

Pintadas ideológicas que permiten calificar a la cosa de Sumar como nueva izquierda, a diferencia de los partidos comunistas, a los que la historia canceló como instrumento político, por mucho que algún profeta se empeñe.

Como ustedes recordarán. Pablo Iglesias no era de derechas ni de izquierdas. Y sus referencias ideológicas, aún teniendo aroma del Orinoco, era la de los populismos transversales hispanoamericanos, poco crecidos en las normas democráticas, tolerantes con las violencias políticas y ajenos a las políticas de cooperación, sean políticas o sociales.

Como Pablo Iglesias dijo, antes de convertirse en “pasionario” derrotado en Madrid, “el cielo no se asalta” por consenso.

“Asaltar el cielo” es una expresión de Marx, en una carta al doctor alemán Ludwig Kugelmann, para explicar el resultado de la Comuna de Paris, cuyo fracaso atribuía a divisiones internas y errores políticos de sus dirigentes. Lección que Iglesias parece no haber aprendido, salvo que se crea Marx, que todo puede ser.

Lamentablemente, para los parisinos de Montmartre, lo único que asaltó el cielo fue la mole del Sacré-Coeur, edificada por el obispo parisino, en venganza del “sacro Imperio romano germánico-prusiano”, en palabras de Marx, que es, más o menos, lo que Iglesias opina de la democracia española, los medios de comunicación, la unión europea y las diversas izquierdas.

Podemos ha tratado durante días a Yolanda Díaz y sus asociados como “mascaradas antediluvianas, que huelen a cuartel, a iglesia, a junkers y, sobre todo, a filisteísmo”.

No; no era posible el entendimiento entre izquierda chanel, a la que Iglesias considera extensión simple de la izquierda caviar. Cree, además, Iglesias que Sánchez y Díaz han aceptado pasivamente que la derecha ganará y dedicar las candidaturas a garantizar a los suyos un escañito por cuatro años.

Es cierto que no sabemos qué propone Yolanda Díaz. También que Sánchez, visto lo visto, va a convocar, recuperando viejos tics de antes del pluralismo, a la “casa común de la izquierda”, reduciendo a “progresista” a todas las ideas a su izquierda.

Es cierto que Díaz ha sido cogida a contrapié y que los debates internos no han dejado ni tiempo ni ánimos para mucho. El debate ha hecho que el electorado no parecerá muy animado al voto tras el espectáculo.

Debe decirse que la venganza con Podemos ha sido extremadamente dura. A Iglesias se la debía mucha gente y algunos errores políticos de bulto han conducido a un proceso en que Podemos solo ha ido de rebufo en el debate, aderezado por algún veto humillante a una ministra que quita votos.

Por cierto, votos que quita Montero, por ser quien es y por políticas que otras, hoy en las listas, han defendido. Pero lo que es, es: ella y su equipo han sido protagonistas de los más sonoros desacuerdos en el seno de la izquierda parlamentaria y de conflictos con relevantes movimientos sociales muy importantes para la izquierda y los socialistas.

Yolanda Díaz ya ha mostrado en el pasado –de las mareas a Izquierda Unida- su notable capacidad de traición y su falta de empatía camaraderil.

Aunque yo, si fuera Díaz, me cuidaría de posibles venganzas, habrá que reconocer, amigos y amigas, la “izquierda chanel” no está para asaltar el cielo ni para sororidad excesiva.

 

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