La izquierda española no sabe dónde tiene la mano izquierda

Sé estarán ustedes preguntando si me he hecho un lío al escribir el título. Nada más lejos de la realidad. Me explico.

La que sí lo está, y peligrosamente, es la izquierda española que tras las elecciones andaluzas anda por ahí como pollo sin cabeza, preguntándose como un partido de extrema derecha les puede haber segado la hierba bajo los pies en su propio huerto -que quede claro que lo de extrema derecha lo dicen ellos que nunca han reconocido la existencia en España de la extrema izquierda: Herri Batasuna, Jarrai, Bildu, Las Cup, Podemos y otros antisistema, que lo son por oponerse al sistema político o económico establecido por medios democráticos en el que se puede ser lo que uno quiera-.

Hasta que la izquierda española no se dé cuenta de que se puede izar la bandera española, por supuesto la constitucional, poner el himno de la infantería de fondo, levantar el puño izquierdo y exigir a las instituciones, o prometer a sus votantes de forma democrática: la integridad del Estado/Nación más antiguo de Europa; una sanidad pública universal y gratuita; una educación pública de calidad; una Ley de Dependencia dotada económicamente como para que lo sea; garantizar el derecho al trabajo digno; el acceso a una vivienda digna; el respeto a los derechos medioambientales; a un sistema público de pensiones blindado, que no dependa de los vaivenes bursátiles.

Y mientras suenan las estrofas: “Y por verte temida y honrada contentos tus hijos irán a la muerte. Si al caer en lucha fiera, ven flotar victoriosa la Bandera, ante esa visión postrera orgullosos morirán. Y la Patria, al que su vida le entregó, en la frente dolorida le devuelve agradecida el beso que recibió”. Prometan:

El suministro gratuito de bienes tan básicos como el agua, la electricidad o el gas, a todas las personas y familias que lo precisen por encontrarse en una situación de precariedad; un empleo estable y de calidad en el que los derechos laborales estén completamente blindados; la erradicación total y absoluta de la lacra del paro juvenil; el fortalecimiento del sector público; un modelo productivo sostenible que garantice, no solo la inversión de I+D+I, sino que éste se vea incrementado cada año; la elaboración de un plan de reindustrialización que de seguridad jurídica y estabilidad política a las empresas (en los próximos meses muchas multinacionales se van a ver obligadas a abandonar el suelo británico, ¿por qué no tentarlas para que se instalen aquí?); modernizar las administraciones públicas y conseguir su máxima eficiencia; reformar el sistema fiscal garantizando la progresividad de los impuestos, la justicia tributaria, el fin del fraude fiscal y la economía sumergida y la extinción total de los paraísos fiscales; la exterminación del machismo realzando la defensa del feminismo y de los derechos del colectivo LGTBI. Garantizar el bilingüismo en todas las comunidades y el plurilingüismo en aquellas con lengua cooficial, evitando que ésta se use para excluir a la otra o sea motivo de enfrentamiento; un sistema Judicial independiente y eficaz; una Ley de memoria histórica que no pretenda ganar una guerra que acabó hace ochenta años; la circunscripción electoral única para que el voto de un español valga lo mismo en todo el territorio nacional.

La izquierda española no sabe ser demócrata, sólo sabe odiar. Odia el himno, odia al Rey, odia nuestro folclore, nuestra historia, nuestras tradiciones, nuestro ejército… su único objetivo es radicalizar el ambiente para llamar a las barricadas, aunque sea contra unas elecciones libres y democráticas como las habidas en Andalucía recientemente, que dejan claro que los españoles somos eso, españoles, personas que hemos nacido en este trozo de corteza terrestre y que por avatares históricos se nos ha permitido vallar, dotar de una bandera, de un himno, de un folclore, de unas costumbres. Lo ocurrido en ellas no es ni más ni menos que las consecuencias de tan irresponsable actitud, y lo veremos ratificado en las generales.

Cataluña ya fue una muestra de ello. Aunque los necios lo nieguen, ganó el bloque constitucionalista, y si no gobierna es por la traición de Pablo Iglesias, al que solo mueve el odio y resentimiento, algo que le costó el puesto a Xavier Domènech, así que no se extrañen ahora cuando empiecen a lloverle las bofetadas.

Ahora, como dicen los taurinos, a quien la izquierda intenta esconder: la suerte está echada. Rememorando a Sabina, que es muy rojo y español, os aviso: “Estas vísperas son las de después”.

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