Si he entendido bien el asunto, si un padre le pide a su hija que alargue su falda es puro patriarcado que la ministra de Igualdad, con toda razón, criticará vehementemente. Si una “policía de moralidad” (que bemoles la cosa tiene) detiene y, presumiblemente, asesina a Mahsa Amini, una kurda iraní de veintidós años que estaba de visita en Teherán y aparentemente reveló parte de su cabello, no tenemos nada que decir.
A la muchacha la enviaron a un campo de reeducación y, varios días después, murió mientras estaba bajo custodia. Los miembros de su familia sospechan que fue asesinada en una paliza a manos de la policía.
Su muerte desencadenó las protestas más generalizadas -muchas de las cuales son protagonizadas por mujeres que se quitaron los velos ordenados por el gobierno conservador de Irán- que el país ha visto desde el Movimiento Verde de 2009. Las autoridades respondieron reprimiendo duramente las movilizaciones y ha habido noticias no confirmadas de manifestantes asesinados por el gobierno.
El régimen iraní, actualmente dirigido por el ayatolá Ali Khamenei, también ha intentado restringir el acceso a Internet.
Se puede tener una buena idea de cualquier movimiento revolucionario a partir de sus consignas. Y el eslogan central de esta revolución es bastante diferente de las anteriores, desde la de 1979: “Mujer, Vida, Libertad”.
Se puede comparar este lema con una de las principales consignas del movimiento revolucionario de 1979, que fue “Pan, Trabajo, Libertad”. Era el lema central del Partido Comunista del Trabajo, que había sido inspirado por el movimiento revolucionario en Rusia.
Pero ahora, el núcleo de este movimiento es la reivindicación de la autonomía corporal de las mujeres. Ese eslogan proviene del movimiento de libertad kurdo y es el resultado de décadas de actividades y esfuerzos de las mujeres kurdas en una de las regiones económicamente más desfavorecidas de Irán: las provincias kurdas.
Por eso resulta tan llamativo que siendo mujeres, pobres, de una minoría, que reclaman el derecho a su cuerpo no hayan recibido apenas ningún comentario del Ministerio de Igualdad, al menos que se conozca. Asistentes (especialmente mujeres) a las manifestaciones de Madrid han criticado ese silencio.
Que exista una “policía de moralidad” resulta llamativo, que en nombre de la multiculturalidad no critiquemos lo que antaño reclamamos frente a la dictadura nacionalcatólica resulta un sarcasmo.
Más llamativo aún es que un lugar y momento en que las mujeres han ocupado el centro del escenario, al liderar el movimiento revolucionario en Irán, no merezca comentario diario de la izquierda de verdad verdadera.
Entiendo que es mucho más normal que Pablo Iglesias se preocupe por la policía municipal de Madrid o por la de Sevilla que pide DNIs a artistas que por la “policía de la moralidad” iraní que, probablemente, pague, como en el pasado, algún programa de televisión del prócer.
El problema de la izquierda de verdad verdadera es que este movimiento es la continuación y acumulación de todos los agravios y sufrimientos sociopolíticos, de género, étnicos, religiosos y económicos de los últimos cuarenta y cuatro años. Apoyarlo es impugnar la teocracia iraní a la que tanto debe la radicalidad populista hispana.
Es la continuación del Levantamiento Verde de 2009. La diferencia es que en 2009 todavía había esperanza de reforma. La gente todavía clamaba en las calles por unas elecciones libres y justas. El lema principal fue “Devuélvanme mi voto”.
Todavía existía la creencia de que el sistema podría reformarse, en el sentido de que, si hubiera una elección justa y una elección libre, los manifestantes posiblemente podrían tener un candidato que representara sus esperanzas y sus demandas, hasta cierto punto.
Este año nació el nuevo Día Nacional del Hiyab y la Castidad, el 12 de julio, luego nos molesta la Virgen del Pilar. Así que las patrullas hiyab y su presencia en las calles y sus actividades se han intensificado desde ese momento. La policía de la moralidad calla a la ministra de Igualdad. Lo que es, es.