La difícil situación en Grecia y la rebeldía del gobierno de Syriza para no pagar la deuda del país heleno es la punta del iceberg en la eurozona, pero no es lo único que preocupa en Bruselas: el euroescepticismo gana adeptos de forma alarmante entre extremistas, radicales, populistas y soberanistas: las luces rojas se han encendido entre los dirigentes de la Unión, que constatan cómo el 21% del actual Parlamento Europeo, es decir, 155 eurodiputados que se sientan en Estrasburgo coinciden por unas u otras razones con los griegos para mostrarse eurocríticos o euroescépticos con el proyecto global común. La UE se fisura, y no sólo por la deuda griega.
En esos alarmantes análisis coinciden expertos de FAES, la fundación de José María Aznar, como el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alicante, Salvador Forner, y la profesora Heidy-Cristina Senante, adscrita a la Cátedra Jean Monnet. En un estudio titulado La crisis de Europa y el ascenso del populismo, advierten que en el actual Parlamento Europeo hay un total de 155 diputados que podrían calificarse de eurocríticos, o más aún, de euroescépticos con todo lo que ello conlleva. Dado que hay 751 eurodiputados en total, el euroescepticismo representaría actualmente el 21% del europarlamento. Y eso sin contar con el rotundo ‘no’ heleno a la troika comunitaria.
La actitud de Syriza en Grecia es la gota que ha colmado el vaso y que ha disparado la alarma entre los dirigentes de la Unión porque se teme -ahora de verdad- que la rebeldía griega para pagar su deuda y acometer reformas estructurales internas se extienda por los países de la Unión, pero muy especialmente por España, Italia y Portugal. Para basar tal temor, los analistas han considerado la composición del Parlamento de Estrasburgo y la situación interna de tensión que se vive en los países mediterráneos y en otros tan distintos como el Reino Unido, que manifiesta un fuerte componente “soberanista”.
Esos analistas han llegado a la conclusión de que las políticas de austeridad -el austericidio de Merkel– tienen mucho que ver con el descontento que se vive sobre todo en los países del sur. Eso junto al alarmante rebrote de actitudes xenófobas, la exacerbación nacionalista y la polarización ideológica hacia los extremos que se han detectado en varios países de la Unión, como en España.
En Bruselas se teme que se produzcan dos movimientos que pueden resultar devastadores: una posible salida de Grecia del euro tras los resultados del referéndum promovido por Alexis Tsipras y un referéndum en 2017 para el abandono del Reino Unido de la UE, tal y como ha insinuado el conservador David Cameron. Son dos fuerzas ideológicamente en las antípodas en dos países antitéticos, pero con dos conclusiones similares: el cuestionamiento de la UE en su actual concepción.
La Unión Europea se fisura
Diversos informes comunitarios señalan que la crisis económica que padecemos, junto a las políticas de austeridad implantadas desde Alemania, han abierto una extraña confluencia entre extremistas, radicales, populistas y soberanistas que están representados en el Parlamento Europeo: se estaría produciendo una peculiar confluencia entre la extrema izquierda y los radicales que tensionan las estructuras exigiendo un viraje hacia las políticas sociales, junto con otra confluencia entre la extrema derecha y los soberanistas, que tensionan a su vez pidiendo una vuelta a antes del Tratado de Maastricht.
No piden exactamente lo mismo, pero el fin es idéntico: acabar con la actual estructura de la Unión. Si los radicales de izquierda exigen un viraje para hacer «más política social», los radicales de derechas –entre los que se incluyen los “soberanistas”- piden la devolución de una parte del poder a los gobiernos nacionales -lo mismo que, en realidad, ha pedido Syriza con el referéndum en Grecia-, más leyes propias y no dictadas desde Bruselas, acuerdos librecambistas en lugar de producciones contingentadas y, en determinados casos, regreso a la moneda nacional.
Un 21% de diputados euroescépticos entre radicales y soberanistas
En el Parlamento de Estrasburgo se sientan 155 diputados que se califican de eurocríticos y/o euroescépticos, lo cual supone casi el 21% de los 751 eurodiputados del total. En ese porcentaje, los analistas incluyen tanto a los populistas españoles de Podemos, con Pablo Iglesias al frente y cinco eurodiputados en Estrasburgo, como a los griegos de la Syriza de Alexis Tsipras. El miedo ahora es que tras el referéndum en Grecia, en las elecciones generales en España pueda ganar una coalición de radicales y formarse un gobierno que quiera hacer como los griegos: no pagar la deuda, o como mínimo renegociarla muy a la baja. Temen también que esas tesis se extiendan a Italia y Portugal, e incluso a Francia.
En esos análisis también han incluido a movimientos muy conservadores, como son los propios soberanistas británicos (del partido conservador), que apuestan más que nunca por una salida de Gran Bretaña de la Unión. De hecho, la propuesta de David Cameron de convocar un referéndum en 2017 sobre la permanencia del Reino Unido en la UE ha creado alarma en Bruselas, que se toma ahora muy en serio una posible salida británica.
En ese sentido, diversos estudios analizados por Elsatiricon.com relacionan a tres grupos radicales dentro de la Unión: los de “extrema derecha y soberanistas” (86 eurodiputados de todos los países, cuando en 2009 eran sólo 40); los “comunistas y afines” (26 diputados, similar a 2009, cuando eran 27), y los de “extrema radical y extrema izquierda” (43 eurodiputados, mientras que sólo había 14 tras las elecciones de 2009). Pero lo peor es que detrás de ese 21% de euroescépticos hay un importante apoyo social en sus respectivos países.
La austeridad como causa del austericidio y de la eurofobia
En su informe sobre La crisis de Europa y el ascenso del populismo, el catedrático Salvador Forner y la profesora Heidy-Cristina Senante señalan que durante años los países periféricos de la Unión quedaron al margen de las corrientes eurofóbicas y eurocríticas porque hasta el comienzo de la crisis financiera de 2008 las medidas de convergencia y el acceso a la Unión Monetaria favorecieron el crecimiento de países como España, Grecia, Irlanda y Portugal. Pero añaden que la “borrachera de liquidez” (sic), a precios alemanes, que desde finales del siglo XX se extendió por estos países periféricos no fue correspondida con las reformas estructurales necesarias para llegar a una convergencia real en la Eurozona.
Así, la crisis de 2008 y sus recetas explicarían el éxito de Syriza, en Grecia, Podemos, en España, y hasta el ascenso del cómico Beppe Grillo en Italia. Y esa crisis y esas recetas explicarían que en mayo de 2010 los laboristas británicos perdieran las elecciones frente al conservador Cameron (fiel defensor de las tesis soberanistas), y también la derrota de los socialistas en las elecciones generales de Portugal y España en junio y noviembre de 2011.
Los resultados de los estudios son concluyentes: la Unión se resquebraja como consecuencia de la prolongada crisis económica y de las políticas de austeridad impuestas que conllevan importantes recortes sociales. Los expertos recomiendan atenuar la tensión con menos austeridad y menos recortes.