Las izquierdas que tiritan por Putin

Los radicales de derecha o de izquierda llevan tiempo tonteando con Putin. El dinero en comunicación, ayudas o ciberataques han llenado el mundo. En el campo de la derecha más extrema, desde Trump, los negocios, las ayudas electorales o las críticas a la decadencia de los valores occidentales justifican un sinfín de complicidades en las derechas extremas.

En el terreno de los populismos de izquierda las viejas tradiciones, unidas a la búsqueda de una alternativa a la globalización con menos peso norteamericano o europeo, no han dejado de tontear con Rusia o China.

La invasión rusa de Ucrania presenta la mayor amenaza para la paz en Europa desde el final de la guerra fría y las guerras en la ex Yugoslavia. Mantener la paz en todo el mundo se ha presentado siempre como un objetivo fundacional de la izquierda.

A pesar del tiempo transcurrido, de la extensión de la democracia y de la existencia de organizaciones multilaterales, singularmente la Unión Europea, una parte de la vieja izquierda, hoy más populista que progresista, sigue sumida en la vieja dinámica de bloques.

Naturalmente, nadie defiende la guerra de Putin, aunque cuando se empiezan las listas de peros se adivina una notable tiritera. Que si la propaganda occidental, que si no sabemos nada del Dombás, que si los fascistas, que si prohibiciones de partidos de izquierda, que si Zelenski es un payaso populista… y un largo etcétera.

Ignoramos, cierto, si los rusos solo perseguían destrozar Kiev y el occidente y solo querían Crimea y el Dombás. También, se duda sobre las cada vez más abundantes señales de fiascos del ejército ruso, propias de la propaganda occidental.

Se sigue viendo al mundo dividido en dos campos hostiles: uno agresivo e imperialista, liderado por Estados Unidos, y otro antiimperialista compuesto por los ‘oponentes’ de Estados Unidos, sean Rusia o China.

Partes de la izquierda siguen liadas en esta visión del mundo, permitiendo que sus respuestas a los acontecimientos mundiales sean impulsadas por lo que se opone a Biden antes que a lo que se defiende. No, los Estados Unidos no son culpables del ataque a Ucrania, ni la OTAN amenazó a Rusia, ni los ucranianos eran guiados por un espíritu anexionista.

Durante la primera década más o menos del siglo XXI, Ucrania vaciló en sus inclinaciones entre Rusia y Occidente. Incluso después de que Rusia interviniera en las elecciones de Ucrania de 2004 e invadiera Georgia en 2008, el apoyo público a la adhesión a la OTAN siguió siendo bajo. Lo que cambió esto fue la agresión rusa directa.

En 2013 estallaron las protestas ‘Euromaidan’. El presidente de orientación rusa, Viktor Yanukovych, se había negado a firmar un acuerdo de asociación con la Unión Europea, ya acordado por el parlamento, y en su lugar intentaba vincular a Ucrania con la unión económica euroasiática liderada por Rusia.

Después de meses de protestas y enfrentamientos mortales entre manifestantes desarmados y la policía, Yanukovych huyó y fue reemplazado por un nuevo gobierno. Putin se negó a aceptar este resultado.

Putin procedió a invadir Ucrania, anexando Crimea y apoyando a los separatistas en la región oriental de Dombás. También ha apoyado dictaduras prorrusas en Bielorrusia, Kazajistán y otras partes del antiguo imperio soviético, sin siquiera la hoja de parra de una posible participación en la OTAN como pretexto.

Se asume que los países grandes y poderosos, como Rusia, tienen derecho a ‘esferas de influencia’, mientras que los países más pequeños y menos poderosos, como Ucrania, no tienen derecho a determinar sus propias alianzas y destinos políticos: esto es lo que en Europa se llama “antiimperalismo de tontos”.

Partes de la izquierda simplemente asumen, sin más investigación, que la ‘expansión’ de la OTAN fue impulsada por los deseos agresivos e imperialistas de EE.UU. y Europa occidental, más que por los deseos de los propios europeos del este.

Al hacerlo, los nostálgicos de la política de bloques pueden evitar enfrentarse a las reivindicaciones absolutamente críticas que la izquierda debería promover, incluso en Rusia: paz, democracia, derechos humanos y justicia.

 

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