Los desaforados y el “susto general”

El fiscal general, contra su gusto o no, se ha convertido en “susto general”. Fue conocerse la sentencia y nacer una creciente histeria en múltiples ámbitos políticos y sociales. Sí, el gobierno dijo que acataba, pero que la sentencia, “tras lo visto” –porque Él lo vio y lo escuchó-, solo podía ser una: la de Pedro y lo demás basura reaccionaria.

Así, los ministros, empezando por el nuevo bocazas, -¿Puente, estás bien?- encabezaron el coro de “desaforados”. Estar desaforado es algo peor que obrar con exceso, de forma desmedida o fuera de lo común. Los que antaño fuimos reinos –por ejemplo, los aragoneses (los catalanes no)- sabemos que desaforado quiere decir estar fuera de la ley, atropellar el fuero. Si un ministro portavoz autonombrado (es que es el encargado del departamento antiAyuso) se pone, los demás del negocio seguirán la música y la letra.

Declaró López que, “si condenaban sin pruebas, podrían liberar sin pruebas”. Para que me entiendan, sabe de lo que habla, es lo que hizo él en el Consejo de Ministros indultando ilegales creadores de repúblicas que no existen, cree el ladrón… Los mensajes los remató ayer Pedro declarando su crítica a “la sentencia” (que tampoco existe) y que iría al Constitucional (a donde no es él quien decide si va o no). A lo mejor hay una renuncia para que no le empujen.

Lo importante es que se ha legitimado la idea de un golpe judicial. Y, enseguida, de la portavoz de la izquierda de verdad verdadera ha llamado a responder al golpe con manifestaciones. El Supremo ha sido declarado fuera de la soberanía nacional y de la popular: distinción que Sánchez ha instaurado, la mañana que le fastidiaron la fiesta antifranquista, y que prefiero que no explique.

¿Por qué tanto desafuero? Existe una primera razón política de supervivencia: el desfondamiento interno tras los papeles de Cerdán y lo que se puede venir esta semana, el partido debía ser movilizado. Y como no hay futuro por el que moverse, mejor odiar un poco más a alguien. La segunda razón, es que el fallo del tribunal es un “susto general”: ¿Y si la presión no sirve para parar sentencias en otros casos que afligen a la izquierda, desde Sánchez, el menor, a Ella?

Pero hay otra razón más de fondo, si cabe más peligrosa: la doctrina según la cual todos los poderes deben alinearse con el gobierno. Ya que la soberanía reside en él. No en los resultados electorales y tampoco, ya, en la legitimidad de una mayoría parlamentaria, que tampoco existe.

Esta contaminación populista es ajena a la izquierda. No sé en qué momento este cronista estaba mirando a otro lado o se perdió en vacilantismos. El caso es que me quedé, fíjese usted, en la división de poderes, el respeto a las sentencias, “imputación, dimisión”, mayorías parlamentarias. Ahora la izquierda es otra y no nos encontramos en ella los que antes la defendimos.

Siempre ha sido de izquierdas podar los setos políticos que nos impiden avanzar. Pero nos comprometimos, Constitución mediante, a hacerlo sobre la base de la sabiduría democrática. Quiere esto decir que no son los líderes, los partidos, ni las instituciones, queridos y queridas compañeros, si es que aún lo somos, son las reglas, las puñeteras reglas. Ninguna motosierra es buena, en ningún lado del populismo.

Cuando los líderes legitiman el desafuero todo el mundo se suma. Por supuesto, los líderes del relato sincronizado, pagados con dinero público, se han desaforado más que nadie.

Mientras Intxaurrondo le ponía la calle a Cerdán que Évole reclamó, a Ruiz (de los de a fascal la hora, como Cintora) le faltaron segundos para subtitular su pantalla, porque es suya, como “golpe judicial”, el fallo del Supremo. Si hay un golpe, ya saben que debe hacer la ciudadanía: asaltar los cielos. Los que convocan estos asaltos suelen permanecer en sus castillos escribiendo cartas, mientras la ciudadanía se apunta al sufrimiento. Quien puede entender lo de escribir cartas, que lo explique a los hiperventilados del partido.

Otro periodista tituló: “El Supremo condena al fiscal general pese a que cuatro periodistas le advirtieron de que no era culpable”. También me perdí ese día. El que se decidió que los periodistas no son humanos ni del común que debemos aportar pruebas: sino portavoces de la verdad.

Yo entiendo los asuntos de las cuentas de explotación y del porvenir de los vástagos. Pero cuando se va más allá del deber para caer en el relato del amarillismo no sé si se es un héroe o un aguafiestas democrático. Por cierto, ayer, Pedro Sánchez utilizó el mismo argumento de autoridad. No me tranquiliza saber que el populismo goza de libertades de expresión que a los demás se nos niegan.

Por cierto, los mismos que nunca han denunciado que una pandilla de fascistas abertzales encapuchados apalearan a un periodista en Navarra, han convertido en víctimas de este juicio a los periodistas –quiero decir a los periodistas de la sincronizada-. Produce gracia que quienes compran relatos como “no existen informes de la UCO” nos insistan en que no existe venalidad fiscal.

En fin, espero que la abogada del Estado y el fiscal que defendieron a Ortiz, hayan comido, se encuentren bien. Gran estrategia. Por cierto, solo por aclararme: por qué borró Ortíz los mensajes que se supone demostraban su inocencia. Es que soy un ingenuo. El fiscal general no ha dimitido, ha sido inhabilitado y, antes de que se lo comuniquen, ha “renunciado”. Pondrán a otro que sea igual, preocupación debiera darnos.

El desafuero de la movilización socialista, mil asaltantes, ante el Supremo, fue encabezado por Garzón. Un juez prevaricador al que nadie de estos defendió de su inhabilitación, por cierto. Otro desafuero.

El problema de tanto desafuero es que, como ya he dicho aquí, alienta a los antisistema. Y el antisistema es VOX. Quizá tanto populismo nos ha traído esta amenaza. Uno toma el mapa de Europa y busca en qué sitio la izquierda populista o la socialdemocracia le ha ganado a los antisistema reaccionarios. Y no encuentro ninguno, oiga. Quizá deberíamos cuidarnos de que el “susto general” no nos contamine y de rebajar el desafuero.

 

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