A Pedro y Nietzsche pongo por testigo –estando estos dos no voy a usar para mi promesa a un secundario como Dios- de que no volveré a hablar del Congreso socialista, ustedes se lo pierden. Hablé de la semana previa, del propio Congreso, pero me quedan un par de cosillas de cultura política de partido y programática que comentar.
Básicamente, los vacuos radicalismos han borrado 21 años de socialdemocracia española en el gobierno. Felipe y Zapatero, que era un inepto que no vio venir una crisis y permitió la burbuja inmobiliaria -por cierto, Pedro también la tiene-, pero al menos su ministro Solbes se encargó de mantener el tren en los carriles.
La derecha es golpista, dijo Montero. Un bulo y más fango. En consecuencia, afirmó la ministra de vivienda hay que “acabar” con la derecha y luego hacemos política progresista. La frase es un poco trotskista y de mentalidad de suma cero – o ellos o nosotros-, qué vamos a hacerle.
Nunca, desde la transición, se quiso “acabar” con nadie; no éramos de guillotina; ahora sí. Antes, bastaba con ganar elecciones y gobernar; ahora es de “acabar”; hemos pasado de la “izquierda caviar” a la “izquierda caníbal”.
No obstante, también los Congresos ofrecen momentos de justicia poética. Mientras la ministra del ramo –que es tenedora de viviendas- convocaba al fin de la oposición, sus conmilitones le subían los impuestos a quien tiene más de tres viviendas. O sea, a ella, la ministra que tiene alguna más. Hay que fastidiarse; así te lo pagan los conmilitones, Isabel.
Una medida, ésta de poner impuestos a los tenedores de tres pisos o la de prohibir los pisos turísticos que no mejorará la situación de los alquileres.
Estos impuestos se trasladan a los precios o las viviendas se retirarán del mercado –más aún si persiste la idea de que sin renovación de contrato te puedes quedar en el piso- o irán al mercado de vivienda en propiedad, lo que aumentará la burbuja inmobiliaria. Que, por cierto Pedro, es casi mayor que la de los años dos mil.
Hay una razón para que el Congreso socialista hable mucho de vivienda. Dice Tezanos, el certero, que el 20% de los votantes de la izquierda –los más listos, pero con bajos ingresos-, son críticos con la gestión de la vivienda del Gobierno y propicios a las propuestas de Podemos.
La tentación de comparar la Agencia de Sánchez con el Instituto Nacional de la Vivienda franquista es mucha. Reprimamos la tentación.
Hay algunas diferencias que conviene recordar. Los de izquierda de siempre no somos como Montero o Isabel Rodríguez. No vamos por la vida llamando golpista o franquista a nadie, ni siquiera a la propietaria Rodríguez.
En primer lugar, hay que recordar que se convirtió en empresa pública a la Sareb, pero se le puso caducidad (2027). Hay que buscar un contenedor para esos activos y el SEPES (empresa Pública del Suelo) no podía, por su naturaleza, hacerse cargo, tal como está. Así que la nueva Agencia solo será una transformación del SEPES.
La propuesta es un recordatorio de que las doscientas mil viviendas por Sánchez prometidas ni se han planeado, ni iniciado ni nada de nada. Por otro lado la Constitución no le concede esta competencia al Gobierno.
Hay algo más importante aún: todas las grandes ciudades y Comunidades tienen su Empresa Municipal de la Vivienda o sus Agencias. En general, se mantienen en una baja actividad generando vivienda social para colectivos vulnerables, y se delega en fórmulas cooperativas o promoción privada la construcción de vivienda. ¿Son fascistas, reaccionarios todos? No; simplemente, es más barato que la construcción directa. Así, se resolvió el problema en la década de los ochenta y noventa.
También, la ministra de la cosa ya ha anunciado que la Agencia no construirá vivienda, solo promoverá, o sea que tendrán que poner un precio de módulo más alto para que las iniciativas privadas o cooperativas concurran.
Pero, sobre todo, tendrán que cambiar las regulaciones, la producción de suelo, buscar espacios y cosas de ésas de las que no se han ocupado, obsesionados con regular precios. Todas las experiencias exitosas que se citan en el mundo son municipales.
Debe ser por eso que Isabel Rodríguez, la ministra, como tiene que ocupar tiempo para acabar con la derecha, ya ha dicho que el Estado no construirá viviendas, solo las promoverá. Estupendo; lo que ya hacen los demás, cuando aparece suelo.
El cesarismo se ha entronizado en el sótano, con música de Calvin Harris. El congreso ha sido como sus canciones, raramente pasan de tres ideas. A quienes tenemos cierta cultura de partido nos resulta impropio de este tipo de eventos que “Ella” descienda de los cielos precediendo a la presidenta del partido o el secretario de organización, agachados para no ser arrasados por los fanáticos de la señora del enamorado.
Nietzsche escribió que “podía haber sido catedrático en Basilea en vez de Dios, pero que no podía prescindir del acto de la creación”. O sea, que el Congreso de la Orquesta del Titanic en realidad nos ha dejado un resultado: la afirmación del “síndrome del gran hombre”. Según esta patología, no son los pueblos sino los héroes los que hacen la historia, muy de izquierda la cosa. Ya saben: el mundo observa atónito nuestros logros.
El iceberg se acerca. Pero ya saben lo que para la orquesta será un drama para la pecera de las langostas será una oportunidad. No decaigan: seamos fuertes.