Estoy pensando en rotular mi propia vida como ciertos establecimientos comerciales. Así: Enrique Arias Vega, abierto en 1943; próxima clausura por liquidación de existencias. No es que uno sea morboso ni que piense dejar todo esto deprisa y corriendo. No.
Lo que sucede es que, con tanta apelación negativa a la “memoria histórica”, uno acaba de echar su propia mirada retrospectiva y reconoce que ha tenido muchísima más suerte que casi todas las generaciones de españoles. Algo que jamás habría creído cuando padecía la dictadura del General Franco y militaba en la oposición clandestina de izquierdas.
Pues ha sido que sí: los años transcurridos entre 1978 y 2008 han sido los treinta mejores de la Historia de España. En milenios.
La renta de España al comienzo de la Transición era de 1.564 euros; tres décadas después, de 23.874. ¡Quince veces superior! Pero no se trata sólo de una cuestión cuantitativa. Éstos han sido treinta años de libertades y de derechos civiles, de paz social, bienestar generalizado, acceso a la educación y con una de las mejores sanidades públicas del mundo. Familias que no habían visto nunca el mar, por ejemplo, consiguieron una generación después tener coche propio, vacaciones y hasta una segunda residencia en la costa. Es tan brutal el contraste entre una época y otra que quienes no eran adultos entonces no pueden ni imaginarlo.
Si extiendo un poco más ese período y el ámbito al que aplicarlo, podría congratularme, también, de haber vivido entre 1958 y 2008 el mejor medio siglo de la Historia de Europa: sin guerras (¿cuándo han estado tanto tiempo los europeos sin matarse unos a otros?) y con un vertiginoso crecimiento económico, proyectos políticos comunes, Estado del bienestar generalizado y ampliación exponencial de los derechos de las minorías (étnicas, ideológicas, sexuales, de todo tipo).
Me he visto obligado a hacer estas evocaciones dada la falsedad objetiva de quienes critican esos años y predican que hay que hacer tabla rasa de ellos, en aras de unas imprecisas alternativas que en el pasado siempre han acabado con lo poco bueno que teníamos sin darnos nada de nada a cambio.