En su pugna con Pedro Sánchez por ser al menos ministro, Pablo Iglesias viene a reprochar a aquél que sólo sea doctor por la sospechosa Universidad Camilo José Cela, mientras él, además de un doctorado irreprochable posee varios masters. ¡Chúpate ésa!
O sea, que Iglesias presume de ser de la elite, intelectual, pero elite en suma. O sea: casta, clase privilegiada, grupo cualificado para mandar, frente a la plebe iletrada, sin méritos ni capacitación política.
Quizás esto sea una simplificación. Pero es lo que ha dicho. Lejos queda los tiempos en que Lenin -sin grado universitario él- atribuía la máxima jerarquía política al proletariado, vanguardia de la Revolución, y resumió aquella idea en la conocida frase “¡todo el poder para los Soviets!”, formados por soldados y campesinos, frente a una Asamblea Constituyente, burguesa y terrateniente, ilustrada y parásita.
Cualquier camino es bueno para llegar al poder. Como decía el otro Marx, Groucho, “éstos son mis principios; si no le gustan tengo otros”, Así que Iglesias exhibe doctorados, a falta de votos o de capacidad revolucionaria. Pero cualquier día puede decir lo contrario, ya se verá.
De momento, queda claro en su última afirmación, que un electricista lo tiene crudo para ser ministro, a pesar de lo que pregonaba en su día Felipe González. Mucho menos el genuino Pablo Iglesias (Posse), simple tipógrafo pese a fundar la UGT, el PSOE y ser el primer diputado socialista de la historia de España.
Hay quien dice malévolamente que no hay como vivir en un chalet guay a las afueras de Madrid para ver el mundo y la política de otra manera. Esperemos que no, que sólo se trate de una boutade más de los políticos, acostumbrados como están a decirlas de a kilo.