Muere Sánchez Fornet, el aire de libertad en el ‘gran hermano’ policial

“Yo custodié a Joseba Arregi, un etarra al que mataron a palos el 13 de febrero de 1981 en las dependencias de la Dirección General de Seguridad (DGS) como certificaría más tarde el Juzgado de instrucción nº 13 de Madrid. La primera noche en que yo subí a custodiarlo aún no le habían tocado. Pero luego llegaron tres policías de Información de Pamplona. Me dijeron que lo bajara a los sótanos y que me fuera, que ellos se encargaban de todo”.

“Al mediodía del día siguiente, cuando volví a entrar de guardia, me ordenaron que subiera a la celda de Arregi y allí estaba, pero no se movía. Permanecía tirado en un colchón, engrilletado a la pata de un armario archivador. Ya no era el tío que yo había custodiado 30 horas antes. Estaba negro, morado”.

“Me dio mucha pena. Le vi tan mal que le pregunté si quería algo. Me miró –nunca olvidaré esa mirada- y me dijo que si le podía llevar dos huevos fritos con chorizo. Bajé al bar próximo a la DGS, el de la calle del Correo, donde ETA había puesto una bomba en septiembre de 1974 asesinando a 13 personas y herido a centenares más. Me hicieron dos huevos fritos con chorizo que subí al detenido. Cuando vio el plato, Arregi se movió como pudo y, con la cara morada y echando sangre por la boca –estaba reventado por dentro- se comió como pudo los huevos empapados en sangre. Me dio las gracias. Nunca olvidaré esa escena”.

La historia me la contó el propio José Manuel Sánchez Fornet hace muchos, muchos años, en un almuerzo de trabajo cuando yo estaba investigando para uno de mis libros. Delante estaba otro policía, buen amigo de ambos, que puede corroborar la escena. Me la contó off the record, pero yo le dije que de off the record nada, que esa historia era demasiado buena y tenía que publicarla. Que se fastidiara, que no hablara con periodistas. Él sonrió con picardía y me contestó: “Bueno, haz lo que te salga de los cojones”. Y la publiqué en el medio digital en el que trabajaba y después en el libro que estaba escribiendo con otro periodista.

Viene esta historia a colación porque José Manuel Sánchez Fornet, el azote de fascistas, de meaperros y de ministros del Interior de innoble factura acaba de fallecer en su Sevilla natal, a los 65 años. Y viene a colación porque así era Fornet: capaz de luchar en la calle contra los asesinos de ETA, pero capaz también de condenar las torturas policías y dar alimento, por humanidad, a uno de esos etarra que servía a una causa asesina.

Fornet era un sindicalista policial (fue el dirigente que llevó al Sindicato Unificado de Policía a las más altas cumbres sindicales, hasta que la ‘cagó’ nombrando a su decepcionante sucesora) defensor a ultranza de la confluencia entre los derechos humanos de los ciudadanos y los de los propios policías; un policía en lucha permanente contra el poder nefasto que por motivos espurios actuaba tanto contra los primeros como contra los segundos. Es decir, en lucha contra ‘vendidos’, ‘trincones’, ‘torturadores’, ‘fascistas’, ‘lameculos’, ‘inútiles’ y toda una gama de adjetivos bien propuestos y mejor administrados con los que agasajaba a los ‘malos’ compañeros que se vendían por un plato de lentejas.

Ha muerto Fornet, el hombre que no se casaba con nadie; votante de IU, unas veces, del PSOE, en otras, y muy decepcionado de todos finalmente; enemigo de componendas y de lenguaje claro contra ‘meaperros’ o ‘meapilas’, que igual da que da lo mismo –ellos entienden-, en la Policía y fuera de ella.

Fornet siempre fue un policía de base –pudo haber ascendido incluso a comisario, propuestas no le faltaron, o haber ganado mucho dinero si hubiera aceptado las embajadas que le propusieron-, pero él, Fornet, era el hombre del no para las corruptelas: denunciaba desde las medallas rojas pensionadas concedidas a inútiles que nunca habían arriesgado su vida pero que iban a trincar ya de por vida, a cualquier componenda de compañeros corruptos. Quizá sea eso lo que explique por qué era el policía más expedientado en toda la historia de España, aunque parece que tal honor se lo puede arrebatar por las bravas otro buen policía y mejor persona: el subinspector Alfredo Perdiguero.

Fornet se puso muy malito en enero de este año –año bisiesto, en el que hemos visto muertes de personas muy queridas mientras auténticos hijos de veinte padres se aferran al poder-. Ahí estaba él, lleno de cables, con respiradores artificiales y sedado tirado en una cama de hospital. La foto nos la mandó el propio Fornet a sus amigos cuando superó esa prueba. Ya le vale. Y, luego, volvió a mandar a offtherecord.es sus habituales crónicas en las que no dejaba títere con cabeza. Me alegró su mejoría. Pero, de repente, al decir de Miguel Hernández, Un manotazo duro, un golpe helado,/ un hachazo invisible y homicida,/ un empujón brutal le ha derribado.

Para más inri, la noticia la difundieron, entre otros, los ‘meaperros’. Como dice Beni: “Muchos que hoy elogian la trayectoria de mi amigo @sanchezfornet el día de su fallecimiento, le trataron como a un perro en su día. Y estoy seguro que a él le hubiera gustado que sus amigos de verdad honráramos su legado y su memoria señalando a los que él denominaba ‘meaperros’”. Va por ti.

 

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