Heridos por el asombro

Así, al decir de Shakespeare, se sentían las estrellas y los que veían a Hamlet: como “oyentes heridos por el asombro”. Entre ayer y hoy, así nos ha dejado la política española.

Debo confesarles que no sé si estamos en vísperas de la batalla de San Quintín, esperando que se enfrente “un pequeño y feliz ejército” –independentistas, naturalmente- o bien en esa “calamidad de los tiempos cuando los locos guían a los ciegos” que contaba el Rey Lear.

La amnistía ha sido aprobada. Los políticos presos han pasado a presos políticos y sus afrentas al estado de derecho exoneradas para siempre, si los jueces o Europa no dicen lo contrario. Incluso el fugado podrá presentarse a las elecciones, mientras los españoles que, al parecer, íbamos a gozar no sólo de concordia infinita sino de presupuestos fetén, viene a resultar que no tendremos presupuestos y que no sabemos qué pasará al día siguiente del asunto electoral catalán.

Al parecer, tanto los de Esquerra como Illa tenían mucha prisa por hacer elecciones, unos porque no tienen claro que Puigdemont, más acostumbrado a la traición que a otra cosa, les deje sin carguito. Al exministro porque se teme, Tezanos arriba, Tezanos abajo, que Pedro o alguna agenda judicial de esas tan monas que van por ahí le dejen sin votos.

Los Comunes, sorprendentemente, han caído en la trampilla, cuando al famoso “macrocasino” puesto de pretexto le falta desde un plan Director Territorial y una venta de terrenos que debe comprar la Generalitat, o sea que había tiempo, pero la blanca paloma ha dejado libre a Colau, enfadada porque no le dan vidilla en el Ayuntamiento y no quería votar con los socialistas.

La conclusión es evidente: Pedro, que ya no tiene qué ni con quién negociar, hasta no saber el pampaneo de mayo, fecha de futuras elecciones catalanas, está enfadado con la blanca paloma y vicepresidenta porque no ha hecho nada por mejorarle el asunto.

Dicho entre ustedes y yo, la estabilidad política española, ya complicada, ha pasado a ser un oxímoron y quedamos al albur de elecciones vascas, catalanas y europeas y, por supuesto, entretanto de Puigdemont, que puede enredar en cositas grandes o pequeñas, según apunten las encuestas.

Como ya ha dicho la mente brillante y depuradísima lengua que es Óscar Puente, lo de tener presupuestos es una manía nuestra innecesaria, porque ellos hacen lo que haga falta sin sujetarse a la ley. Lo mismo contratan a un portero de prostíbulo que filtran los datos fiscales de un ciudadano si conviene. Lo de legislar es otra cosa.

Cierto es que siendo una ciénaga lo que se ha organizado en el parlamento no tiene mucho sentido preocuparse por las cosas políticas.

Lo de la legislatura interminable, por mucho que digan en el socialismo realmente existente, ya depende de factores que no dependen de su capacidad de humillación ante Puigdemont,

Las elecciones vascas, catalanas y europeas determinarán la capacidad del Gobierno por sostener una legislatura que hace tiempo debiera haberse sometido a test de la ciudadanía, dados los asuntos de los que se estaba tratando.

Tenemos una parte positiva: la agenda nacionalista (desde la condonación de deudas al cambio de régimen fiscal territorial) quedará detenida, salvo que Illa necesite de alguna ayuda extraordinaria.

O sea, que no tendremos otra cosa que hacer que estudiar sondeos, ver en qué dirección camina el aire del ventilador de la porquería y, acaso, medir cuantos favores están dispuestos desde el Gobierno, para convertir a Ayuso en mártir de todas las causas.

Los independentistas combatirán entre ellos en el trasero de españoles y españolas, eso sí, mientras la derecha intentará ser más de centroderecha y arrancar algún votillo en territorios antes inhóspitos.

Si el combate es entre socialistas y Sumar o Bildu, a Feijóo le queda algún metro para liar a los votantes todavía despistados de Ciudadanos que quizá abandonen a los socialistas, a causa de su deriva independentista.

El PSOE transita dos territorios minados: un PNV descontento es peligroso y una derrota de Illa dejaría a Sánchez sin el discurso de la concordia catalana.

O sea, que el giro en el tablero político que nos deja la tarde catalana no sólo nos deja heridos por el asombro, sino en un grado de inestabilidad creciente.

Tanto dolor, en forma de amnistía, para esto, piensan los militantes socialistas y quizá tienen razón. Yo ya se lo había advertido: dadme un héroe y tendréis una tragedia.

 

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