Nacionalistas: en realidad, votados para influir menos

Me van a perdonar que lleve la contraria al doctrinarismo realmente existente: la diversidad nacional, determinada por la ciudadanía en estas elecciones, es menor que la de hace cuatro años. Se siente: algunos sí fuimos a clase de matemáticas.

Ahora se lleva mucho hablar de que el parlamentarismo es el que más escaños suma y que hay que permitir que los escaños se agrupen. Quienes esto afirman, en general, son los mismos que en 1993, negaban el derecho de Izquierda Unida a formar parte del Gobierno y preferían al corrupto de Pujol, lean maravillosos editoriales de los poseedores de la verdad verdadera: Prisa por un poner.

Dice con cierta chulería el Señor Ortuzar, mandamás del PNV, cuyo lema Dios y Leyes Viejas anuncia notable progresismo carlista, por cierto, en primer lugar, que son ellos los que han parado a la extrema derecha y, segundo, ha sugerido, como hiciera Rufián en la noche electoral, que lo que importa es el derecho a la influencia.

Es evidente que, siendo vizcaíno, el Señor Ortuzar no solo puede nacer donde quiera, sino ganar las elecciones cuando le dé la gana. Pero solo los populistas tienden a contravenir las leyes matemáticas, por cierto, las más viejas de las leyes.

El caso es que me da igual, a efectos de influencia, si contamos en escaños o en votos populares. Los nacionalismos han perdido doce escaños, 538 mil votos y han pasado del 9,5% al 7,27% del electorado. Eran el 11,1 % de los escaños del Congreso y ahora son el 7,7% (*).

No; el personal no ha votado a los nacionalistas para que influyan más, sino para que sean más minoría. Lo que les hace relevantes no es el voto popular ni sus escaños, sino la debilidad de los socialistas, pero de eso ya podemos hablar otro día.

El caso del Señor Ortuzar es el más notable de todos. Gran levantador de pechos hiperventilados, deporte más afamado que el de levantar piedras, en estos momentos.

El PNV ha perdido en el País Vasco 103.220 votos que, sumados a los perdidos por su fórmula en Navarra, 2.870, suponen un total de 106.090 votos; para que me entiendan: el 27% de su electorado, por cierto con aumento de participación en ambas Comunidades. Puede el señor Ortuzar decirle que no a Feijóo, pero no será porque se lo pida su electorado.

El problema de los de las Leyes Viejas es que ya son segundos en la Comunidad Vasca e irrelevantes en Navarra, que Bildu no solo les ha sobrepasado en esa Comunidad y ayuntamientos, sino que, tras cuarenta años de hegemonía, el personal se pasa a Bildu, al PSOE o a la abstención.

EL País Vasco vive un serio problema de división generacional, no muy lejos de los que se vive en otras Comunidades. Los hijos e hijas no votan al partido de sus padres y madres. Ikastola es ikastola, camaradas de las hogueras nacionalistas en los fuegos de campamento veraniegos.

O sea que a Ortuzar nadie le pide voz en el asunto, aunque ahora se pidan pelas, cuarteles, troceos de la Seguridad Social y otras abundantes bagatelas. En ese contexto, lo de Coalición Canaria pidiendo que presida el Congreso un señor que tiene los mismos diputados que Izquierda Unida es una broma de las de contar a nuestros nietos.

No tiene menos gracia lo de Esquerra Republicana, que ha perdido, ni más ni menos, que 411.976 votos, el 47% de su electorado. Decía en la noche electoral el Señor Rufián, al que le queda en esto un Congresillo de Esquerra y un calentón de sus bases, que lo que importa es la influencia.

Pues bien: has perdido, camarada, el 47% de tu influencia y debes mendigar un grupito parlamentario, para mantener las dádivas clientelares que el grupo acostumbra en Madrid.

Esquerra sabe que no está para gracietas, pero si baja el nivel, el fantasma de Waterloo se le comerá la tostada a Pere Aragonés. Así que ya me veo dándoles un cacho de la Renfe y a madrileños, extremeños y andaluces pagándoles alguna bagatela financiera, financiada eso sí con déficit público que pagaremos los que no les hemos votado.

La misma legitimidad democrática tienen los del fugado: han perdido 137.591 votos, un 26% de su electorado. Pero, vaya por dios, como esto es una democracia parlamentaria, donde el voto popular no cuenta y la malvada Ayuso ha arrancado un escaño más, lo dicen los guardianes de la verdad verdadera, son los que tienen el mango por la sartén. Ya saben “el precio de la subasta sube”, dice el fugado.

Me quedaría hablar de Canarias. Avispados líderes nacionalistas y cacicotes de algunas islas decidieron romper de nuevo el mundo del nacionalismo canario, de tal modo que de los dos diputados que tenían se han quedado en uno, a pesar de haber sacado entre las dos fuerzas más votos que en 2019. Para desgracia de Sánchez, el escaño perdido es el de Nueva Canarias, de las canarias de los amigos para siempre. Y la nueva señora amenaza con darnos tardes de alegrías argumentativas.

En fin, amigos y amigas. Al parecer estamos en manos de los que no fueron votados para influir sino para pasar la travesía del desierto, cosa que al cronista no le parece muy democrática. Eso sí, con la única excepción de Bildu que, por cierto, no pide nada… lo suyo está por venir.

 

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