La carta del Cobrador del frac

Vamos a ver; ahora que en nuestros buzones solo hay publicidad, facturas y avisos de la Agencia Tributaria que, reconozcámoslo, siendo una organización casi criminal, es muy atenta con sus víctimas, ahora justo, me llega una carta del presidente del Gobierno. Pero alma de cántaro, ya es tontería con lo bien que te salen los plasmas de los viernes de toda la vida.

Es cierto, todo hombre enamorado tiende a escribir, aunque sea, un pareado o quizá algo sobre unas golondrinas. Puede que una metáfora sobre el mar y las olas, un soneto, una canción desesperada, una oda… todo lo hubiéramos aceptado por el amor de Begoña.

Pero no; en realidad, Pedro no me ha escrito una carta amorosa. De hecho, lo que hemos recibido es una carta como si fuera del “cobrador del frac”. Dice que no sabe si merecemos su presidencia y que a ver si pagamos en moneda de silencio sus desvelos. Y el que no pague, a la fachosfera para siempre.

Pueden leer en la carta una poco sutil amenaza a los jueces y periodistas. Todos los que dudan de la prístina limpieza de Begoña engrosarán la ya ancha lista de enemigos del progresismo global: qué peligroso es, amigos y amigas, dudar o tener razón cuando el gobierno está equivocado.

Es probable que la demanda de marras no conduzca a nada. Pero un juez ha admitido, en imperdonable lawfare, una demanda contra la amada de Pedro.

Medios de comunicación del todo fascistas, como el The Objective, fíjense si serán fascistas que hasta salen Felipe González y Juan Luis Cebrián, han osado publicar hasta 25 informaciones, ninguna desmentida, por cierto, sobre intervenciones de la señora ante el Gobierno que pudieran calificarse como potencial tráfico de influencias. Y apenas han hablado del hermanísimo que, cual youtuber en Andorra, se ha trasladado fuera de España para teletrabajar, como funcionario de Diputación, desde Portugal.

Que todo eso no sea delictivo puede ser. Aunque no debiera tirar la primera piedra el que haya usado a la familia de los opositores para derramar fango, desde Gallardón a Ayuso, por un poner.

Puede que la señora sólo sea una imprudente escribidora de recomendaciones de sus patrocinadores económicos al Consejo de ministros. La cuestión es que nadie nos ha explicado qué pintan sus cartas en tal sitio, esos billetes de recomendación, como si fuera la corte del XIX. No ha obrado con la pulcritud que corresponde a persona privada y ésa es la simple explicación que merece la ciudadanía, sin tanto pasmo ni mal rollo.

Las primeras damas pueden y deben trabajar, faltaría más. Aunque suelen dedicarse a menesteres que no pasan por donde ejercen sus damos. Un error de prudencia típico de quien infalible se cree. Algunas han traducido libros, otras se dedicaron con autonomía a la política y cosas por el estilo.

Pero la carta de Pedro no nos explica cosas que los mortales entenderíamos. El tono de “cobrador del frac” puede ser una búsqueda de adhesiones, un desafío a jueces y periódicos. También, el desahogo de un narciso o una distracción preelectoral. A lo peor, un anticipo de cosas que ignoramos. Cada cual opinará libremente, aun a riesgo de ser tildado de ultraderechista, maquinista de la máquina del fango.

Lo que no puede ocurrir es que el desahogo del enamorado caiga sobre la espalda de la ciudadanía y nos suma en un grado de inestabilidad superior al que ya existe.

Esto de voy a pensar si me voy o me quedo durante cinco días, por cierto en víspera de puente para que luego olvidéis rápido, no suena sólo a recogida urgente de acólitos. Es como aquel “si una pesetita me pusieran los españoles” de Lola Flores, un crowfunding de crédito político y, sobre todo, a amenaza: os calláis o me voy.

La carta del “cobrador del frac” es como el siete y medio. Si te pasas y dimites, condenas al personal a la trinchera de Puigdemont. Si no llegas y dices que te quedas para acabar con los ultras quedarás como Cagancho en Almagro, se recordará cada día que este enamorado no quería reflexionar sino pasar factura.

Es lo que tiene presumir de superioridad moral, la bofetada ética siempre te alcanza.

Ha llegado la carta del “cobrador del frac” llena de exigencias morales y políticas. Los primeros vencidos por el asombro del ser o no ser del enamorado doliente son los y las militantes socialistas que se preguntan porque siempre son los últimos en enterarse.

Illa dice que ya cambia la campaña, Puigdemont ríe y pide una moción de confianza, igual se le ha ocurrido algo nuevo que cobrar, los aliados deberán arrastrarse a la defensa numantina del prócer. Quién dijo que el amor era sencillo: no fue el “cobrador del frac”.

 

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