Obituario: perdimos a la penúltima jipi

Ferrovial y ley de vivienda, ustedes esperan opinión del cronista, Aunque anticipos han tenido aquí, no toca. Hoy es viernes y como llevan con el cronista más viernes que con el Sr. Del Pino saben que los viernes el jefe de la Clicktertulia, Don Juan Ignacio Ocaña, nos tiene dicho que nada de cosas sesudas.

Los CEO de la radio no solo están encantados sino que han resuelto, parece, pagar prima e, incluso, pásmense, llevarnos a hacer una tertulia al Rocío. Sospecho que es por molestar a los de TV3, pero si cuela, cuela.

Así que no siendo de cosas sesudas podremos hablar de impactos culturales históricos.

Si a un capitán le daba por vivir en un submarino amarillo, por qué las chicas no podían enseñar sus piernas. Dicho y hecho: Mary Quant inventó la minifalda. Solo los Beatles están más ligados a la leyenda del Londres de los años 60 que Mary Quant. Si los “Fabulosos Cuatro” escribieron la banda sonora, Quant diseñó la apariencia, el “look” que se dice o la fashion.

Esta crónica de hoy es una forma de obituario. Mary Quant falleció el jueves, en un sitio de nombre improbable: Surrey. Tenía 93 años.

La visión de Quant de lo que representaba la minifalda convirtió a la prenda en un símbolo de una forma de vida completamente nueva.

En manos de Quant, la minifalda, práctica y atrevida a partes iguales, fue la abreviatura de una nueva actitud. Siempre decía que le puso el nombre de su coche, un Mini Cooper. Usar una minifalda era como un atajo a la vida, por el carril rápido.

Ya ven ustedes, no hicieron falta populismos, ni ministras que gritaran en manifestaciones. Cuatro tipos de melenita corta, algo de “flower power”, una minifalda, y quizá, en algunos sitios, unas pastillitas raras que se tomaban leyendo a Kerouac. La generación siguiente no se lo agradecimos bastante.

Ese coctel fue suficiente para borrar del mapa a la decadente cultura burguesa de la posguerra mundial, aun atenazada por el miedo al desorden, a la guerra nuclear y a los telones de acero.

Un poco de música, un discurso naif sobre la paz, unas flores y una minifalda. Suficiente.

Mary Quant abrió su tienda, de nombre Bazaar, en Londres en 1955, solo un año después de que terminara el racionamiento posterior a la guerra (Europa ha sufrido estas cosas, para quién crea que la paz es lo normal).

Emergiendo finalmente de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, el mundo estaba en busca de una nueva energía, y Quant la tenía a raudales. Sabía, instintivamente, que una nueva generación quería romper con la historia, vivir de manera diferente a sus padres. Y sabía que una nueva actitud necesitaba un nuevo guardarropa.

Ahora que tanto se habla del código de vestimenta, analicen por qué los populistas serán derrotados. Unos pagan mucho por camisas de leñador, otras por modelos de Vogue; otros han recuperado los trajes de los abuelos de Mary Quant.

El fondo de armario es un signo del cambio real de los tiempos. Y en estos tiempos, necesitamos recuperar una política, una buena música y un guardarropa. Sin ello no seremos felices, se lo dice el cronista, por una vez créanme.

El espíritu de libertad femenina que aportó a la ropa no requirió de manifiestos, proclamas ni legislaciones. Simplemente, se hizo: Quant fue heredera de Coco Chanel.

Sus contemporáneas fueron la primera generación de mujeres que tuvo acceso a la píldora anticonceptiva y, con ella, la libertad de tomar el control de sus carreras y vidas. Ése es el momento de la gran derrota de los que deseaban dominar a las chicas. Lamentablemente, ahora, el feminismo oficial tiende a ignorar aquella cultura.

Oh, cielos, las mujeres habían inventado la libertad antes que Montero, al igual que los españoles antes que Iglesias y Pedro Sánchez. Frente a los que creen que los de la transición simplemente estamos enfurruñados, quizá debamos decirles que el problema es que debieran ofrecernos más creatividad. O, en su caso, más minifaldas.

Quant describió la minifalda como una representación de “la vida y una gran oportunidad”, también agregó bolsillos a las faldas y los vestidos, para evitar que las mujeres jóvenes tuvieran que llevar bolsos de mano, y fue pionera de las mallas en lugar de las medias, para combinar con sus dobladillos más cortos.

En su autobiografía de 1966, Mary Quant describió la moda como “una herramienta para competir en la vida fuera del hogar”.

Estimados y estimadas. Vivimos días convulsos. Ahora que nada parece funcionar, tiempos de trenes que no caben por los túneles o de ascensores de hospital donde no caben las camillas, donde sumar suena a restar, quizá debiéramos empezar a reclamar más imaginación.

Quiero decir que, dados los precios de la vivienda, podríamos poner submarinos amarillos para vivir, música para levantar el ánimo y moda para ser libres. Ustedes inténtenlo, si no pueden siempre les quedará un bar para acabar la semana. Viva la minifalda, viva Quant.

 

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