La traición es inherente a los pactos políticos. Son dos caras de la misma moneda. Por eso, dos concejales de Vox en Burgos han podido romper los acuerdos de la derecha y han dado la alcaldía al candidato del PSOE en vez de al de Ciudadanos. En Huesca, un voto en blanco de no se sabe quién, ha privado del mando municipal al PP en beneficio del PSOE.
Pactos y traiciones los ha habido siempre. El más clamoroso fue el Pacto Germano soviético firmado el 28 de septiembre de 1939 por Von Ribbentrop y Mólotov tras la invasión nazi a Polonia, que permitió a sus firmantes el reparto de Europa Oriental y darse tiempo para la confrontación bélica entre ellos a partir del 22 de junio de 1941.
Lo más dramático es que de resultas del acuerdo los comunistas franceses no se opusieron a la invasión de su país ni boicotearon la industria de armamento nazi, en uno de los sucesos más ominosos de la historia, sólo paliado cuando Moscú les dio nuevas órdenes en pro de la beligerancia.
Ya ven si la vida da giros trágicos. Por eso hay que restar importancia al enfrentamiento de Manuel Valls con la dirección de Ciudadanos y los equilibrios de Ada Colau para ser a la vez independentista y no serlo con un gigantesco lazo amarillo en la fachada del Ayuntamiento incluido.
Tampoco hay que escandalizarse del cabreo de Juan José Imbroda en Melilla, a quien han quitado su presidencia-alcaldía vitalicia para dársela al único concejal de Ciudadanos, apoyado esta por todos sus rivales políticos con tal de arrancarle al PP el mando de la ciudad.
Lo único que demuestran todos estos pactos políticos y su previsible incumplimiento no es más que oportunismo, guerra de intereses de unos y otros y, sobre todo, inestabilidad institucional. Por eso, de aquí a poco, veremos mociones de censura en muchos Ayuntamientos, cambios dramáticos de alianzas y amigos que dejan de serlo mientras que otros se convierten en uña y carne a base de conveniencia mutua.
Al tiempo.