Pedro Sánchez y el Síndrome de Hybris

Hay quien sostiene que todo está inventado, al menos en política, y puede que quienes así lo aseguran tengan razón. La historia nos enseña cómo la ambición extrema, el deseo de riqueza, la sed insaciable de poder y la megalomanía conducen a lo que los griegos denominaron el ‘Síndrome de Hybris’, un raro tipo de enfermedad mental que aquejaba a algunos políticos de la polis griega y cuyos gérmenes siguen propagándose en el mundo actual. En este sentido, no cabe duda de que Pedro Sánchez está muy enfermo: padece el ‘Síndrome de Hybris’.

Tras los resultados electorales del 28-M, catastróficos para el PSOE, su partido, y para él mismo, dado que quiso convertir las elecciones municipales y autonómicas en un plebiscito y lo perdió humillantemente, una decisión lógica (incluso hasta honrada) hubiera sido la dimisión. Sometidos a plebiscito, los españoles han respondido con un rotundo no a sus políticas, dejando muy claro lo que piensan sobre el sanchismo.

Pero no, Sánchez, en uno de sus giros audaces pero temerarios y hasta enloquecidos, decidió adelantar las elecciones generales al 23 de julio, en plena canícula, cuando más de la mitad de la población se encuentra de vacaciones y cuando en toda la España meridional hace un calor insufrible. ¿Espera con ello bajar la participación electoral y que el viento del cambio no le arrastre personalmente en unas generales tan decisivas para el futuro de todo el país?

Se ha escrito mucho al respecto y no voy a incidir en lo ya conocido (por ejemplo, en que muchos optarán por el voto por correo, pero con la duda de si su voto llegará tal cual a las urnas, a tenor de lo ocurrido el 28-M en Melilla, Mojácar y otras zonas insulares y peninsulares). En todo caso, lo que esta decisión demuestra es que Sánchez está alarmantemente aquejado por el ‘Síndrome de Hybris’, algo que se asemeja a una grave enfermedad mental.

En realidad, no es nada nuevo. Ya en la Grecia clásica se detectó la existencia de este síndrome porque los poderosos, ebrios de éxito y de poder, empezaron a comportarse como tiranos, vejando, despreciando y abusando de aquellos que estaban por debajo de ellos: desde críticos a políticos rivales, o incluso a colaboradores, todos ellos ciudadanos. Los griegos descubrieron este mal, pero, para luchar contra los políticos dominados por este síndrome, también inventaron y aplicaron un antídoto muy eficaz y radical: la condena al ostracismo.

A partir del 487 a. C., tanto en Atenas como en algunas otras “polis-estados” griegas, como Árgos, Megara, Mileto o Siracusa, empezaron a aplicar la “ley del ostracida”. Como nos ilustra un colaborador de Off The Record, el profesor Manuel Cabezas, entre enero y febrero de cada año, una vez recogidas las cosechas en esas ciudades-estado, los ciudadanos se reunían en el ágora, en asamblea solemne (“catekklesía”). Lo hacían para designar, democráticamente, las personas que debían ser condenadas a ostracismo (es decir, desterradas).

Los votantes escribían con un punzón sobre una fragmento de cerámica o sobre una concha de ostra (“óstrakon”, en griego; de ahí el nombre de ostracismo), el nombre o los nombres de aquellos ciudadanos o políticos cuyo destierro era necesario, porque ponían en peligro la democracia, el bien público y el bienestar social. En Siracusa se escribía el nombre del condenado sobre una hoja de planta (“pétalon”, en griego; de ahí que se hable, en este caso, de “petalismo”). Aquellos que obtenían mayoría de votos debían abandonar la ciudad, en un plazo de 10 días, y permanecer exiliados durante 10 años; o durante 5, en el caso de Siracusa.

Hoy en día, ese tipo de ostracismo tan radical –pero tan efectivo en la democracia ateniense- ha quedado relegado a la historia. No se pide el destierro para Sánchez por ser presa del ‘Síndrome de Hybris’, pero sí será necesario un gran revolcón electoral para que el sanchismo no siga contaminando de malestar, de miseria económica y moral, de guerracivilismo y de odio la convivencia entre españoles; la convivencia entre iguales.

 

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