Todos los expertos coinciden en la desastrosa gestión de la pandemia del coronavirus en nuestro país: imprevisión gubernamental, falta de medios sanitarios, negación de la realidad, descoordinación administrativa, lentitud en la respuesta médica, contradicciones en las medidas de contención,…
Lamentablemente, en una u otra proporción, todos los países adolecen del mismo cuadro epidemiológico porque ninguno está preparado para aplicar disposiciones y remedios que vayan más allá del corto plazo. En el tema de esta pandemia y en cualquiera otro.
Los Gobiernos en las democracias actuales sólo están preocupados por el corto plazo, para ser más exactos por las próximas elecciones, con lo cual sus medidas, acciones y previsiones no van más allá de los comicios inmediatos y eso les permite trampear con fútiles promesas y con decisiones eventuales y la mayor parte de las veces precipitadas.
Ese cortoplacismo, ese no ver más allá de sus narices, no es de hoy, como tampoco lo es el empecinarse en el error e intentar convertir cada fracaso en preludio de un hipotético, imaginario o irrealizable éxito. Al respecto, el escritor Yuval Noah Harari nos recuerda el intento de Italia por anexionarse Trento y Trieste en 1915: en un primer ataque, los reclutas italianos perdieron 15.000 hombres frente al ejército austrohúngaro; en vez de pactar entonces un tratado de paz, el Gobierno italiano lanzó diez ataques más, con lo cual al final fueron 700.000 los muertos y un millón los heridos. Tan malo como ello fue que al final se hizo con el poder en Italia Mussolini.
Éste es sólo un ejemplo histórico de empecinarse en el error y no mirar más allá de lo inmediato. Pero es que para los políticos, reitero, todo es a corto plazo. Sólo los grandes temas de la nanotecnología, la biomedicina, la inteligencia artificial… se investigan en la profundidad que requiere la larga duración de sus estudios y no porque los Gobiernos lo exijan, sino porque son los investigadores y las grandes empresas tecnológicas quienes se lo imponen.
Para remate de tanto fracaso están los medios de comunicación que los Gobiernos controlan de una u otra manera, que disfrazan los errores y permiten al poder seguir metiendo la pata. Por eso, aunque resulte una obviedad recordarlo, sin una prensa libre no hay ni verdad ni visión de futuro ni Gobiernos que se atengan a ellas.