Preparando el gobierno de un dios con un judas, todo en orden

Sostienen, desde antaño, los más notables teólogos que quien tiene “hambre y sed de justicia”, como dice la bienaventuranza, anhela que algún día su vida está gobernada por Dios. No es de sorprender, en consecuencia, que Yolanda haya viajado al “Fuigdemont”, (el monte del huido) de donde surgen, hoy por hoy, todas las buenaventuras posibles.

Afirma el dios Sánchez que él no sabe nada. Cosa que no es de extrañar, pues ya se sabe que en las cosas en las que dios debe premiar, alguna limosna de cualquier naturaleza por un poner, la mano derecha no debe saber lo que hace la mano izquierda.

Todo ha ocurrido pues, de manera convenientemente católica, y quienes torcermos el morrillo es que hemos abandonado a dios, me refiero a Sánchez, y a la Iglesia, me refiero a la izquierda.

Porque, siendo usted de izquierda de verdad verdadera, cómo no va a hacer suyas las demandas de los perseguidos por la justicia por cuatro o cinco delitos de nada, que van desde la sedición a la malversación, por no hablar de la típica cobardía del capitán araña, por el que son perseguidos por el Estado.

Yolanda Díaz, vicepresidenta del Gobierno, se ha sentado con un prófugo y ha pronunciado las tres frases que debían ser dichas: “relación estable”, “soluciones políticas”, “conflicto político”.

La señora ha hecho lo que ha hecho. Y poco más hay que decir. Es como si Felipe González, en lugar de mandar a Paesa, se hubiera ido a Tailandia a reunirse con Luis Roldán a arreglar el perdón de sus pecados.

Miren, uno, que sigue siendo de izquierda a pesar de estos, puede estar de acuerdo en que “en Catalunya hay que pasar página”, como ha dicho el dios Sánchez. De hecho han sido los ciudadanos y ciudadanas catalanes los que han pasado página reduciendo el derecho a la influencia de los independentistas.

Pero el estar de acuerdo con esto no significa aceptar que Puigdemont (Fuigdemont, el fantasma de Waterloo) deba ser exonerado de responsabilidades.

Mañana, el nuevo apóstol se reunirá con los responsables de la república que no existe y nos dirá las condiciones que impone para pasar tan notable página. Amnistía, perdón, quise decir desjudicialización, múltiples mesas negociadoras, y una forma de reinterpretar la Constitución que convierta a España en una cosa condederal que no la conocerá ni la madre que la parió.

Naturalmente, esto no va a ocurrir en un solo día y la opacidad reinará sobre el Monte del Huido, mientras Bolaños trata de acallar el cabreo de los otros “indepes”, con más concesiones para que puedan presentarse empatados en la investidura de Sánchez.

Porque esto es así. Solo hay una forma de que en España se gobierne, según dictan las normas de la nueva progresía (Dios y leyes viejas, ya se sabe): la derecha no tiene derecho a las alianzas, la alternancia no es posible y sólo dios Sánchez puede gobernar, que ya lo dijo el dios hijo en la última farra de amigotes: tú eres Pedro y sobre ti edificaré mi Iglesia.

Tanta maniobra con el fugado tiene dos evidentes conclusiones: legitima a los delincuentes y desacredita al Estado, especialmente al poder judicial, pendiente, por cierto, de que Europa dictamine sobre inmunidades y euroórdenes: la visita hace inútil ambas y hará preguntarse a los europeos y europeas para que se van a meter ellos en el lío.

Pero ni siquiera eso, que es grave, es lo más grave. Uno puede verse con un partido legitimado por los ciudadanos con sus votos. Pero negociar un cambio de reglas constitucionales, con absoluta opacidad, a espaldas de la ciudadanía y sin propuesta votada por ésta es un grave error democrático que se pagará de formas diversas.

Primero, con un retorno de la tensión política; segundo, con un retroceso en la situación catalana, cuya pacificación se sostenía en el aislamiento de Pigdemont, y, por último, en una cascada de concesiones que embarrará más la ya embarrada política española.

Nadie se cree que Pedro Sánchez no sepa de qué va el asunto de la señora. Y nadie se cree que esto no tenga consecuencias: entre otras, convenir las promesas necesarias para que el tiempo que le queda a Feijóo sirva para preparar un buen discurso de oposición y, naturalmente, montar un cisco en el Senado.

Desde luego no parece la situación mejor para negociar un apaciguamiento del poder judicial, y si no me creen le pregunten a Llaneras. Tengo una pregunta más para dios y su apóstola: siendo Puigdemont tan de derechas y nacionalista como Abascal, por qué uno tiene derecho a romper el cinturón y otro no.

En fin, como ya dijo quien lo dijo: la derecha no puede decepcionarme, porque no soy de derechas, es la izquierda la que me lleva de decepción en decepción.

Lo dijo el mismo (gracias Lorenzo Silva) que ha escrito en (cito de memoria) “El mal de Corcira”: “Quienes actuaban de forma atolondrada pasaron a ser considerados más leales que el resto; el prudente paso a ser cobarde; el que practicaba la ira era el digno de confianza… Pero lo más estremecedor es que cambiaron el significado de las palabras para que se ajustaran a nuevos significados…”.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Time limit is exhausted. Please reload CAPTCHA.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.