Presupuestos: tiempos de tosecillas y costes inesperados

Afirma, permítanme una interpretación libre, una escuela de pensamiento económico de larga trayectoria que la pluralidad produce aumentos notables del gasto público. Se trata de que las acciones clientelares se traducen en aumentos presupuestarios.

Sabido esto, en cuanto se inicia el trámite parlamentario empiezan las tosecillas y carraspeos de los clientes potenciales del Gobierno: dame algo, que es mejor pedir que ponerte una enmienda a la totalidad. Y en ésas estábamos cuando el cielo se cayó sobre la cabeza de alguien: aún no sabemos de quién, pero de alguien, seguro.

Todos los que alguna vez hemos pasado por una facultad de economía, incluso los de la tuna, aprendimos el primer día no sólo que todo es un combate por la escasez, sino que “en economía, no existe nada parecido a un almuerzo gratis”.

La frase, aún teniendo su origen en una novela de ciencia ficción (La luna es una cruel amante), ha sido ampliamente utilizada por todas las escuelas de pensamiento económico, empezando, naturalmente por las liberales.

Los costes pueden ser de oportunidad, lo que derivas a pagos clientelares salen de otro sitio, de déficit, salen de la deuda o los impuestos, o de apoyo político ya que unos clientes pueden quejarse de ser maltratados.

Esto es lo que había, y como la ministra del asunto, Sra. Montero, de los Montero de Hacienda, tenía a su clientela organizada, se fue chulita al Congreso, cantando probablemente más de lo que debía.

Todo empezó, unos días antes, con los sospechosos habituales: el jefe de productos estadísticos del INE (fantástico título), la Airef y el Banco de España le tosieron a la Señora Calviño afirmando que no eran números realistas porque el crecimiento no era para tanto y la recaudación sería efímera. La ministra torció el morrillo, dijo que para nada, que habría crecimiento, al final unas decimillas.

Llegó el viernes la cruda realidad: septiembre estancó la economía, el empleo y octubre mantiene un crecimiento de precios por encima del siete por ciento, que siendo menor que el anterior es alto, pero la subyacente -más parecida a la cesta de la compra- sigue igual.

Dicho sea de paso, el INE nos dice dos cosas: que el deflactor -es decir los precios interiores- es casi la mitad que la inflación subyacente, o sea que las alzas de precios derivan de las importaciones, y que tanto salarios como márgenes empresariales no están recuperando capacidad. Conclusión: lo de los tipos de interés igual no es buena idea, camaradas del Banco Central.

Establecido que no creceremos como se preveía, llegó el asunto europeo. Volkswagen, enseguida se unieron Ford y Citroën, sostiene que el PERTE del vehículo eléctrico es una miseria y que no pone fábrica de baterías en Valencia.

Lo cierto es que de los diez mil millones que iba a movilizar en inversiones el PERTE no han llegado a los tres mil.

Esto puso de los nervios a la ministra de industria que hizo dos cosas notables: recordarle a Ximo Puig que tiene incentivos regionales para el asunto (o sea, para hacer dumping, como Ayuso, vaya por Dios) y salir disparada a Bruselas a pedir una nueva excepción ibérica: España debe recibir más tiempo para cumplir con sus obligaciones, porque la inversión no acaba de madurar.

En Bruselas, la controladora de fondos en el Parlamento montó una carajera, porque los Comisarios responsables no tienen ni idea de en qué se está gastando la pela España. Entre otras cosas, porque no hemos cumplido, al parecer, con la creación de un sistema de auditoría.

Circunstancias ambas que no han preocupado a la ministra de la Hacienda que fue al Congreso a sacar pecho. Todos los clientes recibirían lo acordado, incluso algún canario o cántabro. Se quejaron los de Teruel, y así supimos que hacen dumping fiscal con el IRPF (como Ayuso, vaya por Dios) y las cotizaciones. No así los asturianos que, habiendo sido malos y presentado total enmienda, no serán agraciados con negociación alguna.

Pero en el reparto de beneficios, la ministra trascendió más allá de los números: la Ley de Sedición entraba en el paquete. Y aquí se supo que, efectivamente, nada es gratis.

Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha es políticamente normal. Negociar el excarcelamiento a futuro del fugado de Waterloo, la derrota en la Corte Europea y las cautelares en España para Puigdemont (de eso se trata en realidad), mientras se está cerrando una negociación con el PP sobre la justicia es cosa complicada.

La derecha, que muy animada por el asunto no estaba, ha cancelado el asunto, sabiendo lo que todos sabemos: que sea cual sea el relato de Bolaños el inefable, el cambio de la sedición se lo come la izquierda, incapaz de esperar unos días a tener los tribunales arreglados, antes de darle premio a Esquerra que, dicho sea de paso, necesita más apoyos que premios.

O sea, el cielo se ha caído a modo de coste inesperado sobre la cabeza de alguien: aún no sabemos de quién, pero de alguien, seguro. O quizá sobre todos, primero porque el griterío será notable, porque la insuficiencia del poder judicial es exasperaqnte, porque a alguien se le ocurrirán triquiñuelas para orillar al PP.

También porque Feijóo tendrá que mostrar que él es el que manda, porque Bolaños el inefable y la izquierda, en alarde de inteligencia electoral, han vuelto a poner a la presidenta de Madrid en el centro de la oposición (otra vez Ayuso, vaya por Dios), mientras nadie quiere ser candidato socialista en Madrid, al que damos otra vez por perdido.

Así que lo que creíamos que serían tosecillas clientelares se han convertido en costes inesperados. Es lo que tienen los presupuestos cuando la clientela es abundante y complicada.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Time limit is exhausted. Please reload CAPTCHA.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.