Salazar ya no vive aquí y Hernández, el cesante

De los autores de “Salazar ya no vive aquí”, llega ahora Hernández, el cesante. Los agentes creados por “Los contundentes”, un autor colectivo residente en Madrid, tras descubrir que en las Moncloa se jugaba tan sucio como en Ferraz, intentaron borrar a “Salazar, el rijoso abusador” de la historia, con un esfuerzo superior a cinco meses.

Salazar ya no vive aquí, ha dicho la agente portavoz, reconociendo que su amistad y francachela fue un error… o quizá no, vaya usted a saber. Ya se le habrá buscado un salario, ya se ha callado con presiones y trabajos bien pagados a mujeres necesitadas. Ya se ha resuelto el problema, con contundencia, naturalmente, dice la agente portavoz.

No hay tarea fácil para estos agentes. Ahora, se enfrentan a una nueva aventura: explicarnos por qué Hernández ha sido cesado y proceder, igualmente, a su borrado.

Con Hernández les pasa a los lectores como con Santo Tomás: hasta que el hombre se empeñó en mostrarnos las vías para el conocimiento de Dios, nadie había dudado del altísimo. Nadie había dudado de Hernández, porque nadie sabía de su existencia: solo era la mano derecha, de la mano derecha, de la mano derecha. uno de los treinta y tantos valientes que rodeaban al afamado Peugeot, de los que solo quedan tres.

Los agentes nacidos de la pluma de “Los contundentes”, hacedores de “neolengua” y relatos, no saben que deben explicarnos: ¿Es conocedor, es cómplice, es también un abusador? Hay que reconocer el valor de la creación literaria de “Los contundentes”: su carrera por buscar chivos expiatorios, para evitar que los que conocían, sabían, protegieron y dirigían asuman responsabilidad alguna.

Los agentes se han encontrado con dos pequeños problemas: no pueden extender la “damnatio memoriae”, el borrado de la historia, cuando todo el mundo tiene fotos que muestran cómo “Los contundentes” formaban parte de la banda de los treinta y tantos. La segunda, es que no cesan ni las investigaciones, ni las denuncias ni el malestar de las conmilitonas.

Se pregunta la gente ¿por qué dimite también de la ejecutiva andaluza, hay algo que le inhabilite, es algo más que un consentidor irresponsable? ¿Ha ofrecido su cabeza, para acabar en alguna empresa de uranio o cosa parecida?

Hernández, el cesante, con coma. Porque, a diferencia de “VERA una historia de amor” – que no requiere coma según designios desconocidos de Planeta-, requiere de coma no solo por ser vocativo, sino por subrayar que existe desde hoy, y que no lo habíamos conocido los mortales hasta saber que era un consentidor. No; lo de Hernández no es una historia de amor, caso de “celestino”, si no es peor, qué derecho a dudar tenemos.

Seguramente ustedes creen que hay mucha ironía y cierto humor en estas líneas. Lo hay, pero no es una risa, es una proclama del “amor triste” que practicaba este personal. El del abuso, el beso pagado, la utilización de mujeres que necesitaban su empleo. El de las presiones sufridas por las abusadas, el de las denuncias escondidas en ordenadores borrados. Nada tan terrible para quienes nos creemos de izquierda -francamente, hay días que no sé soy de los nuestros- que observar a dirigentes políticos convertidos en tratantes de mujeres.

Si a ustedes les sorprende que el partido haya reaccionado con más virulencia al desaforado maltrato sexual que a la corrupción, es por dos razones. Desde luego, hay una primera: no es creíble que no se supiera ni en Ferraz ni en la Moncloa, ni en los despachos de al lado. Pero, sobre todo, es la insuficiencia ética: la manipulación de personas vulnerables por razón de sexo, o de necesidades de empleo, o de devolución de favores, por empleos concedidos por nepotismo.

Hay otras dos líneas de enfado y de responsabilidad política: observar cómo dirigentes (hombres y mujeres) relevantes del partido socialista han ocultado, perdonado y, según ha dicho alguna afectada, presionado para evitar el escándalo. Las abusadas serían culpables de la llegada al poder de la extrema derecha, de destrozar la vida a compañeros. Ejemplo el alcalde andaluz de marras.

La otra es aún más grave: ¿Alguien asegura que no habrá más? Cuando un hecho se repite, hay un patrón, y si hay un patrón, hay posibilidades de abundantes peces en la pecera. No había “masenkas” en la derecha nos decíamos. He aquí como se desvanece la “superioridad moral” que nunca existió.

No hay jueces a los que culpar, lawfare del que hablar, heteropatriarcado al que culpar. Hay un “Me Too sanchista”, compañeros y compañeras. Se siente. El cronista ha sido definitivamente derrotado por evidencias que ya no son políticas, ni dudas de estrategia, ni contaminaciones políticas de populismo. Es el final.

Se dice que la noticia de hoy es lo del fiscal. Pues se lo dejo a Santaolalla y los de TVE, que resuciten el lawfare, con diez segunditos sobre el abuso de mujeres lo deja Ruiz “niquelao”.

Acatando el “Si es Sí” de las narices, a golpe de “yo sí te creo, hermana”, Salazar el que ya no vive aquí y, probablemente, Hernández, el cesante, son presuntos delincuentes. Y persisten en hablar de políticas progresistas y eso, allá ustedes si no creen que necesitan una larga regeneración.

 

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