Se empieza por el economato y se acaba en el “yo también como patatas”

No habrá recesión, dicen animados los líderes europeos. Estupendo. Ya les dije aquí, e insisto, que habría que esperar un trimestre. Pero ya no hace falta, al parecer. Campanas al vuelo y a otra cosa. Las correcciones del INE, que ustedes se han gastado sus ahorrillos, junto al precio del combustible han hecho el milagro. ¿Durará? No se sabe.

Eso sí; los precios de la compra no bajan. Y ya han empezado las carreras en el gobierno por quién la propone más gorda. Sánchez se apunta al intervencionismo; Yolanda, a mitad de camino, se apunta al tope de precios. Y el gurú de la izquierda de verdad verdadera se apunta a los supermercados públicos.

Aclaremos un asunto que viene a ser de primero de columpios: un precio se corresponde con los precios de las materias primas, con lo que cuesta el empleo y con los márgenes de las empresas. Como la doctrina oficial es que “alguien se está forrando”, hay que determinar quién.

No son los costes laborales, por ahora, que la ministra los quiere subir. Los márgenes de los supermercados no están siendo tan elevados. No conocemos las cuentas de todos, pero el primero que las ha presentado (Carrefour) ha reconocido una caída de márgenes en el primer semestre del año pasado y gana 0,6 céntimos (no sesenta, sino 0,6) por euro vendido.

Así que parece que la clave está en el coste de la materia prima en el que influyen, además de los combustibles y derivados, el cambio climático, la calidad de las cosechas o el precio de la importación. Lamentablemente, España no produce productos básicos para su consumo: leche francesa, garbanzos chinos y así sucesivamente.

No hace falta ser experto para intuir que un tope de precios no solo reduciría salarios y márgenes, sino que reduciría la oferta, ante el abandono del mercado de empresas y productos, haciendo encarecer el producto. Algo parecido a lo que ha pasado con los precios de la vivienda. No es lo mismo topar el gas que topar las alcachofas.

El tope de Yolanda o el intervencionismo de Sánchez producirán este efecto. La compensación a las empresas o la venta a déficit es, simplemente, un aumento de impuestos encubierto, vía déficit y deuda.

Pero ya puestos a ser intervencionistas de verdad verdadera, el gurú del populismo de izquierda, Pablo Iglesias, ha propuesto supermercados públicos. Señoras y señores, el prócer ha descubierto… el economato.

El paternalismo industrial, propio de las autocracias y las hambrunas de la revolución industrial, crearon este mecanismo en que las empresas vendían productos de baja calidad y menor precio a sus trabajadores y trabajadoras. La evidencia histórica es muy evidente: estas medidas generan más problemas de los que quiere solucionar.

Las subvenciones a los que las necesitan son la respuesta para ayudar a los vulnerables. El problema es que la administración española es incapaz de administrar esas ayudas. Por poner un ejemplo, recordarán el millón y medio de hogares que iban a beneficiarse del bono energético: pues bien, no superan los cinco mil. Lo que es, es.

Cuando llegué a la Universidad, Gabriel Tortella acababa de publicar su libro “El origen del capitalismo en España”, sobre el que tuve que realizar uno de mis primeros trabajos de estudiante. Quizá por esa nostalgia me cayó siempre bien este señor, catedrático en la Universidad de Alcalá, que se le ocurrió, en su momento, criticar a Miguel Sebastián, por su intervencionismo y su nacionalismo consumidor.

Antes de que se apresuren a pensar que Tortella es un radical derechoso, sepan que la “Wikipedia”, que todo lo sabe, lo califica de “marxista” y él habla de sí mismo como republicano de izquierdas; cierto que es conocida, para quien haya seguido su trabajo, su facilidad para no casarse con las ideas nadie.

No hace tanto, agosto del 2021, Tortella escribía en El País un notable artículo titulado: ¿Qué es ser de izquierda? Cito: “…en lugar de tratar de mejorar un modelo económico… que es muy perfectible, la izquierda ha buscado nuevas causas y votantes, minorías de toda laya, identidades territoriales, nostálgicos de extrema izquierda, en un palabra… se ha revuelto contra sus propios logros”.

Se empieza por el economato, se acaba con el “yo también como patatas” (afamada campaña de nuestra niñez en dictadura) y se termina perjudicando a quienes se dice ayudar. Es la tradición del paternalismo, sea autocrático o izquierdista. Pero, eso sí, ideológicamente nos ponemos estupendos.

 

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