La impagable existencia de Francia

Francia existe y si no habría que inventarla. Créanme, esto es una bendición. Francia es, cierto, un país que lleva años descomponiéndose, pero no acaba de descomponerse. Con más déficit público que casi todo el mundo, se va salvando gracias a una de esas presiones fiscales que tanto gustan a los liberales españoles, casi del 50%.

Gracias a Francia hemos tenido una cumbre de descompuestos. Sabemos, por ejemplo, que los nacionalistas solo reúnen ya a seis mil personas, que viene a ser algo así como un dos en la escala “indepe” y que Junqueras, vaya por Dios, ha pasado a ser un “botifler”, un traidor borbónico, al decir de los seguidores del fantasma de Waterloo, el huido, todavía malversador, por empecinamiento de Llaneras. Estimado Oriol, se empieza por ahí y se acaba siendo facha, yo ya te aviso.

Francia es un país maravilloso, donde los muchachos y muchachas de las “banlieus” ya no cantan la marsellesa, pitan a su selección de futbol, aplauden a la selección marroquí y ya no van a las escuelas.

Un país donde se pasan la vida montando tumultos, con chalecos o sin ellos. Nos ha visitado Macron, muy contento. Los franceses no, que están de tumulto, ya que el malvado Macron quiere que sus compatriotas se jubilen con 64 años, qué barbaridad, con lo majos que son los 67 años que nos puso Zapatero.

Pedro se ha hecho la foto. Nadie sabe exactamente qué hemos acordado que ya no estuviera acordado. No parece que se hayan abierto los puntos fronterizos anunciados, aunque los ministros irán a Consejos de Ministros del otro país, lo que será teatro, pues tal asunto no es constitucional en ninguno de los dos países.

Pero Francia debe existir, su existencia es impagable. Señoras y señores, esa república de los derechos, loado sea el pacífico Robespierre, un tolerante como todo el mundo sabe, acaba de decidir, juzgado por medio, algo que usted lleva años reclamando: el derecho a no ser divertido en el trabajo.

En una victoria para la dignidad en el lugar de trabajo, un tribunal superior francés ha decretado, recientemente, que las empresas no pueden obligar a sus empleados a participar en actividades supuestamente placenteras.

Se acabó. Si usted no quiere no tendrá que compartir habitación con nadie en el evento anual de su empresa. Si usted está enfermo o embarazada, congestionado o flatulenta o sonámbula. Si usted es un ave nocturna o madrugadora; si tiene una condición médica que requiere privacidad; o si, simplemente, prefiere pasar su ocio con alguna serie impresentable, los jueces franceses son sus héroes.

Ser forzado a ver a un compañero de trabajo envuelto en una toalla o escuchar su ronquido debería ser ilegal. Afortunadamente está Francia, hogar del derecho a ignorar el correo electrónico el fin de semana y del derecho a no comer en la mesa de trabajo, ahora llega el derecho a no ser divertido en el empleo.

En otra victoria para la dignidad en el lugar de trabajo, uno de los tribunales más altos de la nación sugirió, recientemente, que las empresas no pueden obligar a sus empleados a participar en fiestas de oficina y otras actividades supuestamente placenteras.

El caso se remonta a 2015, cuando un hombre, conocido como Monsieur T, demandó a su antiguo empleador, la firma de consultoría de gestión con sede en París, Cubik Partners, por despido injustificado.

La demanda de reincorporación de Monsieur T. fue desestimada en un tribunal laboral porque el caballero no participaba en una cultura laboral que la compañía llama, en un poco de “franglish” corporativo, “diversión y pro”.

Sin embargo, en una decisión reciente, un tribunal superior revocó ese fallo. Citando el Convenio Europeo de Derechos Humanos y el código laboral francés, el tribunal sostuvo que la empresa violó la libertad de expresión de Mosieur T.

Monsieur T. es un héroe para estos tiempos de separación entre el trabajo y la vida. Se le podría considerar un importante patrocinador de la causa del rechazo a las incómodas actividades extracurriculares.

Los eventos de empresa son un castigo, para que engañarnos. A usted no le importa en qué deporte Fernández es imbatible, dónde María pasará sus vacaciones o que Antonio, el pirado, haya planeado cruzar Croacia en una bicicleta tándem. Disparar flechas de colorines al jefe no resulta especialmente apasionante, si al menos fueran… no me hagan decir lo que no quiero.

Loado sea Monsieur T y los jueces franceses.

Nosotros y nosotras nos organizamos mejor. Al fin y al cabo, nuestras corporaciones son tan pequeñitas que apenas nos llega para tomar una cerveza o un vinito. Ésta sí es una actividad corporativa que crea lazos indelebles y produce “exaltación de la amistad”, ustedes me entienden. Háganlo mientras canturrean La Marsellesa, total en Francia ya no la canta nadie. Eso sí, cuidado con las terrazitas que hace frío.

  • https://peregrinomundo1.webnode.es/l/la-impagable-existencia-de-francia/

 

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