Sumar a todos, menos a uno

Yolanda Díaz ha cumplido su primer lance. Quiere ser presidenta de España. Que tiemblen Sánchez y Feijóo, ella lo vale. Estaban todos menos uno: Podemos. O sea, que, aparentemente, Sumar prescinde del populismo y la izquierda de verdad verdadera. Por ahora.

Por ahora, porque lo que espera la Doña de la izquierda es que en mayo, cuando hace la calor, Podemos se dé un golpazo electoral que debilite su posición negociadora. Podemos aspira a lo contrario: un buen resultado que le permita colocar a los suyos y suyas en el parlamento. Con dos izquierdas a la izquierda del PSOE es bastante fácil imaginar que alguien se queda fuera o se obtienen pésimos resultados a la andaluza.

El área que pretende representar Yolanda Díaz andaría, según Tezanos, por un 8,5%, por debajo del diez por ciento. Pero, claro, esto no nos lo podemos creer: Podemos ha descubierto que Tezanos miente, mire usted por dónde, han tardado cuatro años en descubrirlo, pero nunca es tarde si la dicha es buena.

El problema es que si la tercera fuerza política es VOX, otros que andan como entristecidos, el grupo parlamentario a la izquierda del PSOE no pasaría de lo que sacaba, en sus buenos tiempos, Izquierda Unida.

Las presiones sobre Podemos serán notables: empezando por los socialistas, y los financiadores habituales de Iglesias, Roures por un poner. El PSOE necesita a su izquierda alguien que compense lo que aparenta crecimiento del PP, y revitalizar su alianza múltiple.

No nos engañemos. Ahora tenemos tres izquierdas. Primero, una especie de izquierda caviar, con gestos populistas pero con gustos exquisitos por la farándula europea. Una izquierda caníbal, acostumbrada a organizar los partidos como quien corta un salchichón y, ahora, una izquierda “chanel”, que viene a ser lo de traicionar con elegancia, tipo ver pasar el cadáver del enemigo por delante de mi puerta.

Así hemos llegado hasta aquí. Iglesias que aspiraba a tutelar su sucesión nunca entendió que quién se marcha, se ha ido.

Hasta ahora parece difícil discernir las diferencias entre tanta gente. Solo Belarra ha pedido una especie de pureza de sangre, en forma de autonomía respecto al Gobierno. Sospecha que la señora de Sumar está bastante entregada a la causa de Pedro Sánchez.

Aunque no hay pruebas, salvo rumores de broncas entre señoras, en qué se pueda sostener que Yolanda Díaz no haya sido disciplinada con su grupo parlamentario, sí parece que, salvo en sus cosas relacionadas con los sindicatos, sus grupos de presión favoritos, ha mantenido notables silencios. Porque es tiempo, ya se sabe, de negociar. De negociar entre las izquierdas, no con los demás.

No se han conocido ni se conocen grandes diferencias, hasta ahora, entre Díaz y Montero, de los Montero de Igualdad, salvo las presiones que las huestes de Belarra han puesto en marcha con motivo del “Solo sí es sí”.

La investidura que VOX facilitó a Yolanda Díaz, la generosidad de Abascal es inigualable, no nos dio pistas de un programa político muy distinto al que se ha venido practicando en estos años. En esas condiciones, las diferencias no tienen que ver tanto con la política como con el grado de mando que se reclama. No es nuevo en la izquierda que primero se decida tener el poder y luego ya hablaremos de política.

No deja de ser cierto que Podemos, a pesar de la creciente debilidad a la que el cesarismo de Iglesias sometió al partido, tiene una estructura que la organización líquida de Díaz, propia de las formaciones cesaristas, apenas alcanza a vislumbrar.

La debilidad, en estos momentos, de las alianzas regionales, donde Colau, Mónica García o la estructura que dejó Oltra, por cierto, que no se sumará a nada que no sean a ellos mismos, es bastante evidente. Con Andalucía bastante dolida, Madrid y Valencia se hacen indispensables para cualquier proyecto y Catalunya hay que peleársela a socialistas y Esquerra.

La incógnita durará hasta el 28 de mayo. No parece que haya razones para que el jefe en la sombra del tinglado de Podemos renuncie a tutelar el proyecto y anime un encuentro político previo. Los resultados que Podemos obtenga en pelea con Más Madrid, Compromís o Izquierda Unida, vaya Garzón donde vaya, o los comunes, determinarán la capacidad de negociar con la nueva dama de la izquierda.

Una negociación que no tendrá tintes políticos sino forma de puestos en las listas. Naturalmente, lo de hacer primarias y eso, es de cuando éramos populistas, ahora ya no. En realidad, el programa de Díaz es sumar a todos, menos a uno.

 

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