Un agosto sin corbata (7): la espada que no desnudó al Rey

Afirmaba Quevedo que la espada mata más desnuda que vestida. Por muy desnuda que fuera la espada de Petro, no ha sido el caso. Quevedo aprovechó la metáfora para requebrar a una dama: en el Siglo de Oro no había Ministerio de Igualdad y Quevedo era muy suyo. Quememos las obras de Quevedo, no fuere que algún adolescente aprenda inapropiados poemas.

Al parecer, el jefe del Estado permaneció sentado ante el desfile de la espada. ¡Intolerable! Han gritado desde la mitad del Gobierno. Es cuestión simple de entender: si un presidente se mantiene sentado ante la bandera de USA es un patriota de la izquierda de verdad verdadera. Si permanecemos sentados ante una bélica espada, se insulta al pueblo colombiano.

Dicho sea de paso, la espada de Simón Bolívar no es símbolo de Estado. Incluso, siguiendo la notable cultura hispano-latina, es un símbolo divisivo.

Quizá les resulte llamativo: les recordaré que entre la docena de esculturas de Simón Bolívar que hay en España, la más notable está ubicada en el Parque del Oeste madrileño y fue inspirada por notables fascistas: Arias Navarro y Sánchez Agesta.

Ah, los amores populistas siempre andan cambiando de lado para despiste del personal. Todos ellos estaban notablemente enamorados del origejunto tirando a violento de la hoy reclamada historia bolivariana.

En esto de la escultura, que quede entre ustedes y yo, cabe decir que si un español hubiera hecho un recorrido tan sangriento como el de El Libertador, la escultura hubiera sido triturada.

Bolívar era un partidario del terror y sus campañas siempre estuvieron salpicadas de abundante sangre. Tiempos difíciles que deberemos asumir. Por cierto, lo que es terrible a un lado del atlántico, lo es al otro.

Quiero decir que la necesidad de un análisis crítico de la historia es evidente, aunque es más costoso que derribar estatuas o aplicar la “Damnatio Memoriae” que se aplicaba a los jefes romanos caídos en desgracia. Es lo que tienen toda clase de populismos, poco trabajo y mucho postureo.

La espada es símbolo del Movimiento M-19, uno de los protagonistas de la guerrilla y de la cruenta guerra civil colombiana, cuya primera acción fue robar la espada, como símbolo de liberación.

Petro, antiguo guerrillero, es hoy izquierda de paz. Bienvenido sea. La democracia se enriquece si la violencia toma la forma del derecho, eso sí recordando a las víctimas. Petro quería la espada en su investidura, y derecho tenía.

Pero su derecho no es todo el derecho, ni el derecho internacional, ni el protocolario. La espada no es imagen de Colombia, ni símbolo de Estado, ni de los colombianos y nadie ha ofendido a nadie.

Dicho lo cual, conviene recordar, en primer lugar, que andamos a la búsqueda de la serpiente de verano desesperadamente. Las elecciones y los sondeos, incluidos los del amigo Tezanos, vienen achuchando y quienes se han quedado de guardia y sin corbata, haciendo el agosto, deben hacer méritos por si pueden, algún día, ocupar espacio en la suma, que por ahora suma poco.

Y, también, debe recordarse que hay que pillar en una al jefe del Estado, que el Emérito no ha venido y no tenemos lío con el que enredar. Siempre, eso sí, que de refilón pateemos al Rey en el culo de Sánchez, que se va de rositas en todas.

La cuestión es que el Rey iba acompañado de un ministro refrendador que no ha dicho ni mu. En fin, la espada no desnudó al Rey. Es tan solo el necesario ruido de la semana.

Habrá otros, lo sabemos. Las elecciones se acercan, los conflictos son necesarios y los malos han sido identificados.

La derecha extrema está de vacaciones, el centroderecha, al parecer siempre negacionista, alerta inútilmente sobre los males de la patria; Ayuso es mala, malísima; socialistas tipo Robles ocultan serias maldades; Sánchez sólo se habla con Yolanda; Yolanda no quiere a la izquierda de verdad, verdadera.

O sea, el populismo de la izquierda realmente existente necesita al Rey. Vamos, Felipe, insiste, insiste.

 

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