Una cita y el pagafantas

Al fin se han visto. Sánchez y Feijóo se han reunido: como era previsible no han acordado nada de lo que ya no estuvieran de acuerdo. O sea, que en amnistía, favores territoriales, asuntos de blanqueo de formaciones radicales y cosas de esas, Sánchez ha dicho que no va a cambiar lo que todos los días dice que sí.

No dejará de verse con conocidos delincuentes fuera de España. Tampoco va a dejar de poner amigos de confianza donde haga falta, cosa que es muy natural, aunque algo dudosillo, en sitios como EFE, Telefónica, Fiscalía y cosas así. Cosas de quien Gobierna, ahora o antaño, aunque lo de Puigdemont es tan nuevo como humillante.

Tras la reunión de ayer, entre Sánchez y el president de la Generalitat, ha quedado claro que el independentismo va a lo suyo y que el progresismo realmente existente también.

Se ha abierto un inventario de transferencias autonómicas que, cabe suponer, todas las autonomías reclamarán, y un negocio sorprendente: tu ignoras el referéndum y yo te hago foral. Las dos cosas son inconstitucionales, pero no nos vamos a poner exquisitos a estas alturas. Sólo a unos pocos nos preocupa la Constitución. El problema es que los “indepes” quieren, estimado camarada Sánchez, las dos cosas.

En la reunión de hoy también se ha abierto un curioso e ilegal intercambio. Parece ser que lo de que los jueces no vayan a comisiones de investigación no depende de base legal, como dicen los jueces, sino de que el PP se avenga a renovar el Consejo del Poder Judicial, cosa sorprendente.

La cita nos deja, eso sí, un asunto divertido: para negociar el Consejo del Poder Judicial necesitamos un mediador. Mire que usted es albañil o abogado, médico o labrador, banquero o dentista, y no se le ha ocurrido estudiar para mediador.

Ésta es la profesión del futuro. Imagine poderosos nichos de mercado: entre Sumar y Podemos, entre VOX y todos los demás, entre Malarlaska y los policías, entre las empresas y el gobierno, entre Sánchez y casi todo el mundo.

Ah, usted que creía tener instituciones para producir acuerdos y legislación constitucional y no: nos faltaba un mediador, un negociador, un acompañante, un verificador. Es a lo que ha llegado nuestro mapa institucional.

Los grados de confianza están tan deteriorados en todos los niveles institucionales y políticos que las posibilidades de acuerdo son remotas, por no decir imposibles.

Es lo que corresponde a los tiempos de la ira y el año del miedo: el desprecio al otro, la falta de reconocimiento y la política como espacio de desprecio.

Vale, en este caso será una institución democrática, La Comisión Europea, y las reuniones en Madrid. Pero hay un algo o un mucho de humillante en convertirse en un país tutelado o intervenido, como ustedes gusten.

Al Gobierno le viene bien. Se sentía vigilado hace tiempo por la Comisión Europea y el comisario de Justicia, un poco agotado del asunto legal español presionaba. El Gobierno ya estaba advertido, como estábamos hace tiempo, de que los modos legales para elegir la dirección de los jueces no eran muy compatibles con el modelo que defiende la Comisión, por mucho que los métodos son variados a lo largo de todos los estados miembros.

También le viene bien a Feijóo que ha logrado intervenir ante la Comisión Europea con bastante eficacia en el asunto, evadiendo algunas de las responsabilidades de su partido.

En fin, aprendamos de la cita: los principales partidos políticos españoles necesitan para sus encuentros a un “pagafantas”. La Comisión Europea, advertidos quedan los próceres de la patria, no tiene vocación de “tonto útil”.

Su intervención siempre acaba siendo dolorosa o teniendo un precio. Cuídense izquierdas y derechas de aceptar ser un país intervenido, uno sabe cuando empieza, pero no cuando se acaba.

Podemos hoy ver el lado positivo del asunto, entre tanta humillación institucional: el presidente del Gobierno y el del partido más votado se han reunido. Los recelos se mantienen, las broncas no pararán y las diferencias se extenderán a lo largo y ancho del mapa patrio.

Pero, quién sabe, a lo mejor del roce sale algo: el verificador nos lo contará. Ellos no.

 

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