Afirma el alcalde de Sanxenxo, los alcaldes lo saben todo, que el Emérito estará allí el fin de semana. Por si fuera poco, el periódico del progresismo global nos trae de vuelta los cambalaches. Tiempo de volver, tiempo de tango.
En tiempos de ruido y humo para enmascarar una realidad que parece no existir, tenemos tiempo de risa y comentario. Si la realidad de la economía, la inflación, el déficit o las pensiones le preocupan, déjelo: de eso se ocupan en Bruselas. Si le preocupa la educación o la sanidad, la persistencia de la pandemia, olvídelo, eso no da para una primera página.
Cuanto más ruido, menos se entera usted de lo que pasa en Andalucía, el pavor socialista y los reiterados ceses de responsables andaluces del PSOE, las dificultades de Olona para apuntarse, porque no está empadronada, o de la izquierda de verdad verdadera en “amorosa” unidad.
Lo que importa es que Él, el Emérito, regresa. Ve “el parpadeo de las luces que a lo lejos marcan su retorno”, recordándole las que alumbraron “hondas horas de dolor”. No son nada los años que nos abandonó, son más relevantes las sucesivas decisiones de la fiscalía.
En realidad, si uno vuelve es que quizá no debió marcharse. Así sin explicaciones. Lo cantó Gardel: “el viajero que huye, tarde o temprano, detiene su andar”. El Emérito quizá no oyó el canto: “el olvido todo lo destruye”.
Quizá hubiera sido mejor explicarse que salir por la puerta de atrás. Ya da igual: todo crédito conquistado, junto a los que construyeron la transición, ha sido dilapidado. Más que a Gardel, el Emérito me recuerda a Les Luthiers: ”Cuando llego al bulín que vos dejaste esa tarde de copas y palabras… rememoro el amor que me juraste… si no me mandas más guita me voy a vivir”… a Catar.
Cuando las cosas se empiezan mal, se acaban peor. El regreso de Juan Carlos se ha convertido en gasolina para los quemadores de instituciones constitucionales, un nuevo motivo de conflicto en sede de Moncloa y un problema para el real hijo, que no ve cómo gestionar el conocido pasado y el presente que Corina se empeña en empañar en Londres. Lo hecho, Emérito, hecho ha quedado, sin arreglo alguno.
Para qué engañarse: el corona, la corona y Corina nos han dado unos años de la leche.
Pero nada para aventar ruido y humo como filtrar al diario del progresismo global los audios de Villarejo y del cambalache, con origen en el siglo XX. Ya han pasado por ahí Cospedal y Aguirre. Descuiden: hasta las andaluzas. tendremos algunas más. No importa que Casado o Feijoó se hayan desmarcado de ese pasado. Lo que es, es.
El pasado del PP le persigue cual sombra, pero da la impresión de que los electores conservadores corren más. Intentan los portavoces socialistas, Lastra o Sicilia, siempre sutiles y finos, imputar a cualquier expepero o expepera que salga en los audios, mientras en silencio van cesando responsables de la campaña electoral andaluza.
Apenas queda un mes. Mucho tiempo y mucho ruido en marcha, aceptado queda. Pero Espada no parece haber renovado ni el mensaje ni la base social que dejó Susana Díaz ni ha hecho olvidar el drama que se vive en el Supremo sobre el negocio pasmoso de los presidentes socialistas condenados.
La izquierda se pasma en el conjunto de Europa. Ayer en Alemania (Renania), antes de ayer Francia, aquí llevamos desde el “ayusazo” de crisis en crisis, a gritos de viene la extrema derecha, es la derecha liberal la que para a los ultras.
No aprendemos. Algo ha cambiado, la vieja socialdemocracia y el no menos viejo partido comunista se borran del mapa y todo es populismo. Eso pasa si se alienta el recuerdo del cambalache. Yo llevo días diciéndolo, pero ustedes mismos, camaradas, sí prefieren volver al cambalache y olvidar la política.
https://peregrinomundo1.webnode.es/l/volver-al-cambalache-olvidar-la-politica/