No es un cohete; acaso un pájaro no muy veloz es nuestra economía. Estos días de verano suelen ser abundantes en análisis económico. Primero, los que se dedican a la universidad tienen más tiempo libre, pero, sobre todo, porque llegan los análisis definitivos del año anterior y los que corresponden al primer semestre.
Serán, pues, estos días donde descubriremos las debilidades en pensiones, inversión pública, productividad, también que la cesta de la compra y la vivienda se comen los salarios, el empleo está dopado, la sanidad flaquea, como la dependencia, juventud, capital humano, los fondos europeos no se gastan, la economía privada no llega a ellos y la vivienda no solo es inaccesible sino fuente de desigualdad.
El hilo que une crecimiento-productividad- salario–renta es el primero que estos días está llamando la atención. El informe semestral sobre los hogares y empresas del Banco de España o la encuesta sobre percepción económica del crecimiento por la ciudadanía de la Fundación de las Cajas de Ahorro han centrado la situación de nuestros hogares.
Hay que decir que los datos revelan que el poder adquisitivo no ha mejorado, permanece igual que a final de año, acaso lo hagan en próximos meses, si no hay shock de ninguna naturaleza. La tasa de ahorro también ha disminuido ligeramente. La renta bruta disponible ha crecido un 1,4%, cifra similar a la del año pasado e inferior al anterior semestre.
Los salarios han subido de media un 1,7%, mientras los resultados operativos empresariales (excedente bruto de explotación) han caído en un 3,1%. Ahorramos menos (en 2024 se redujo un 0,6%, este semestre ha caído un 1,1%).
En esta materia salarial, habría que salir de las cifras medias para aterrizar un poco sobre los problemas sociales y políticos a los que nos enfrentamos.
El salario medio de quienes trabajan es de 28.049 euros, en 2004. Los trabajadores de la hostelería ganaron 19.985. La brecha salarial y su escasa evolución es un problema estructural de nuestro país. Ahora, hay que tener en cuenta las brechas de edad, formación e incluso nacionalidad y, muy especialmente, entre productividad sectorial.
Hay un 44% de los trabajadores que han experimentado un crecimiento superior a la media. Además de la función pública, los servicios donde abunda la tecnología y la investigación científica se encuentran entre ellos.
Por el contrario, sectores como los derivados del petróleo, las telecomunicaciones, servicios financieros o artes gráficas las caídas han girado en torno al 9%. Lo que nos advierte quizá sobre la inteligencia artificial. La construcción ha visto caer sus salarios en un 4%. La hostelería mantiene los salarios más bajos.
Conviene recordar que los fijos discontinuos superan los 750 mil, lo que elevaría el paro en un tercio, y que los perceptores del Ingreso Mínimo Vital son poco más de 730 mil. Es decir tenemos un millón y medio de personas vulnerables y precarias. Por cierto, el Gobierno, en la última institución que le quedaba por colonizar, ha obligado al INE a retrasar su encuesta sobre fijos discontinuos.
Los datos también indican que la renta real media es un 4% inferior a 2008 (crisis financiera), mientras, (vale, sonreíd lafferianos) la carga fiscal ha subido en ese periodo un 14,4%.
Entre 2019 y 2024 ha aumentado la recaudación en 62.300 millones de euros. El IRPF ha aumentado en un 56% y el IVA ha subido en un 33%. La no adecuación a la inflación es la responsable. Por cierto, que la carga fiscal afecta más a las rentas más bajas, debido a la no deflactación y a mantener el mínimo personal exento, a pesar de la inflación.
Hay que recordar que el crecimiento económico en los dos últimos años se ha debido al turismo, a la inmigración (una cuarta parte del crecimiento del PIB se debe a su incorporación) y el consumo público. La reducción de la inversión y el predominio de estos vectores revelan una de las causas de que los salarios no recuperen su capacidad adquisitiva: la baja productividad, de la que hablaremos un día de estos).
La ensoñación política, en estos y otros temas, conduce a ignorar que la ciudadanía si percibe lo que está pasando. No hay contradicción entre los datos y lo que opinan. La encuesta de Funcas (Fundación de Cajas de Ahorro) revela que sí, que sabemos lo que pasa. Se siente por los amantes de los cohetes y las políticas sociales.
Llevo diciendo semanas, en mis textos sobre los jóvenes, que vivienda y renta derivada de la formación, son factores que alientan el populismo extremo y debilitan al gobierno.
Las personas entre 35 y 40 años afirman en un porcentaje del 40% que su situación ha empeorado. Porcentaje que alcanza un 34% entre los jóvenes de 18 a 30. En suma, 2 de cada 3 menores de 45 años. Los mayores de 65 han mejorado. Los que empeoran lo atribuyen a la caída de capacidad adquisitiva (60%) y a los impuestos (14%). Aseguran haber respondido, en un 22% de los casos, reduciendo gastos.
Sobre los impuestos, los menos formados son los que más se quejan, coincide con las menores tasas salariales, como se ha apuntado, mientras los más formados se quejan menos.
Es, pues, aquí donde la izquierda en el gobierno debería hacerse una pregunta clave: ¿le está yendo mal a quienes decimos querer proteger –los más vulnerables- o le está yendo bien a quienes son rentas altas?
Debe decirse que la polarización se nota: a los de izquierda les parece que la economía va bien y a los del centro derecha que va mal. ¿Podemos preguntarnos si se ha consolidado la izquierda Brahmán, de la que les he hablado aquí, cierta capa superior con formación y salario medio alto, y abandonado a los que no tienen formación y son trabajadores pobres? ¿Es ésta la fractura woke?
Cuidado con la ensoñación política y con equivocarse sobre quiénes son los propios.