El retorno de la izquierda periférica y Podemos como problema

Hablemos, antes, de lo mollar: creen los socialistas haber acabado la temporada con empate, debido al escabroso e impresentable caso Montoro que, por cierto, no parece haber molestado mucho en el PP. El cínico y corrupto justiciero no tenía demasiados amigos en la causa. Y los que lo eran, más que otra cosa, están preocupados, vaya usted a saber si el “sorayismo” enredó más de la cuenta.

Dicho esto, se acaban las sesiones parlamentarias con dos ausencias legislativas notables: la reforma de la justicia de Bolaños y la reforma de la jornada laboral, mira usted por dónde: no hay mayoría progresista. Los sindicatos le harán una huelga al aire. Y Bolaños, tendrá que esperar a nombrar jueces y cosas de ésas.

Por si fuera poco, PP, UPN y VOX se han juntado con Podemos, Junts y BNG para tumbar el decreto antiapagones del Gobierno. De paso, Junts, defensor de la pasta para Catalunya, pero más pasta que ERC, ha votado en contra de las entregas a cuenta a las comunidades autónomas, que esta vez sí ha salvado el PP.

No es buena forma de acabar, y todo apunta a que el rebrinque de Podemos y la estrategia de Junts mantendrán la cosa parecida en septiembre, más aún si el Constitucional no acaba de arreglar lo del huido. La amnistía es argumento para todo y los de Puigdemont consideran que Pedro está acabado, pero que tienen unos meses para sacarle unas cosillas.

Sumar ha descubierto, mire usted qué pena, que Podemos es un problema. Eso pensábamos los demás cuando ellos eran de Podemos, cuando convirtieron la “izquierda caviar” en “izquierda caníbal” y contaminaron a Sánchez. Ya lo dijo quien podía: no hay cielo ni con consenso ni negociando. Podemos está a lo que está: a reunir el voto antisistema para destrozar a Sumar y si el PSOE cae en la batalla, problema del socialismo realmente existente.

El final de ciclo nos trae una novedad política: Rufián dice encabezar negociaciones para crear una plataforma electoral de la “izquierda periférica”. Si fuera Junqueras igual era más relevante. Es decir, el soberanismo de diverso tipo de las Comunidades Autónomas: Bildu, ERC, Compromís y Adelante Andalucía, junto a Podemos, deben confluir otra vez.

Apunten tres lecturas posibles: ¿Será una “ideica” de Rufián para salvar la cara en Catalunya? ¿Es una trampa para Podemos? ¿Pretenden una coalición que tenga un grupo parlamentario más fuerte que Yolanda Díaz? ¿Es posible que pretenda las tres cosas a la vez?

Empecemos por la memoria: la idea de la “izquierda periférica” nació de las maniobras de Rafael Ribó, en su constante tira y afloja con Izquierda Unida. No logró nunca un acuerdo parecido, era una propuesta que solo servía para negociar con IU la papeleta electoral, especialmente en las elecciones europeas.

¿Qué beneficios se obtiene de esa operación? Una coalición electoral puede ser estatal, pero hay que votarla por provincias. Es decir, los de Valencia no podrían votar en País Vasco o en Galicia y los andaluces solo podrían votarse a sí mismos. ¿Quién está en todos los sitios y debería suministrar votos a la coalición?

Efectivamente, Podemos, que está en todas partes, pero que no se garantizaría en las circunscripciones autonómicas ningún escaño. O sea, es una maniobra que salvaría a los periféricos, pero no a Podemos, que se quedaría con Madrid y las Castillas que, como se sabe, son muy periféricos y soberanistas. Podemos ha sido triturado cada vez que se ha situado en un eje nacionalista; si aún no lo han aprendido es que no tienen arreglo.

Por otra parte, Compromís ya se ha separado de la operación, irán solos o con Sumar. Una alianza Esquerra, Bildu y Adelante Andalucía es posible, para lograr un grupo parlamentario, en una horquilla de 14 diputados, según sondeos. Sumar tiene 26, pero podría quedarse con alrededor de un 5 ó 6% del electorado, con menos diputados, en una supuesta repetición de mayorías progresistas.

¿Tendríamos una vicepresidencia periférica, es decir soberanista? Es un contrasentido que utilizaría Junts y la previsible presencia del catalanismo ultraderechista. Es una posibilidad que le quitaría el sueño a Sánchez, ustedes me entienden.

Por otro lado, no tendrían ventaja alguna por mejorar su posición electoral hasta tercera fuerza, en la medida que las provincias en las que se presentan la superan, VOX no compite en ese escalón y ERC y Bildu tienen salvado ese escollo de la ley electoral.

Así que la pregunta que nos queda es qué saca Rufián de sacar pecho. Junts ya se ha lanzado a descafeinar el proyecto que, evidentemente, creando una formación de estado, no parece muy compatible con la independencia. Se trata de un principio que, sugiere, una estrategia contradictoria con las prisas de Junts.

¿Salva la vida del contestado Rufián una propuesta de esta naturaleza? Sospecho que el muchacho pinta poco y que Junqueras le ha dejado divertirse un rato antes de ir a la playa.

En fin, acaba el curso político como se preveía: sin mayoría parlamentaria, sin leyes estrella aprobadas, sin perspectiva de presupuestos y con la presión de Junts. El Gobierno sabe que sin amnistía, sin malversación y sin el huido en Barcelona no habrá nada. Más fin de ciclo, imposible. Igual no había tanto empate, por ahora.

 

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