Camarada Tamames

Estimado camarada, espero que al recibo de la presente te encuentres bien de salud y de todo lo demás. Me disculparás que haya apeado el tratamiento de Usted, Señor o Don que, sin duda, te has ganado noble y honradamente, a lo largo de tu dilatada producción intelectual.

Me lleva al tuteo camaraderil haber compartido contigo pequeñas cosas como militancia en el PCE o haber sido de las generaciones fundadoras de Izquierda Unida, en tu caso a través de aquella atrabiliaria Federación Progresista, que duró poquito, hay que reconocerlo, al fin y al cabo, como ahora los del cambio necesario, cabíais en un taxi.

Te conocí cuando mi profesor de estructura Económica (el siempre admirado José Antonio Biescas) nos colocó en la zaragozana facultad de la cosa tu libro como manual de cabecera. Libro que subrayé concienzudamente en 1975, quince años después de su primera edición.

Nos conocimos en el Aula Magna de esa facultad, antes de todas las legalizaciones y en nombre de la Junta Democrática, donde ya discrepamos de algunas cosillas. Luego volvimos a encontrarnos en aquel grupo de Diputados Comunistas por las que el chaval de Zaragoza pasaba a tomar unas notas, mientras tú le afeabas a Julio Segura que el cuadro Macroeconómico que te había ofrecido para una enmienda a la totalidad no era muy preciso.

No somos de la misma generación, pero compartíamos pequeñas cosillas, como, por ejemplo, creer que hacer política no es incompatible con un cuadro macroeconómico, aunque no fuera de tu agrado, a veces te ponías muy exquisito, reconócelo.

Es por esto que debo manifestarte mi sorpresa cuando he sabido que sopesas encabezar una moción de censura organizada por aquellos cuyas ideas, y a veces hechos, torturaban a los nuestros.

Sí; yo soy comprensivo y puedo entender el cabreo con Sánchez. ¡Quién no va a estar cabreado con Sánchez, si lo están hasta los suyos!

Puedo entender, incluso, transiciones ideológicas, como tú sabes, éstas suelen ser cosa de pequeños burgueses (no pocos anarquistas y trotskistas pasaron de los ateneos a las camisas pardas en España y Europa en tiempos que parecen lejanos, pero no dejan de repetirse).

Pero camarada Tamames, lo que no puede ser, no puede ser. No hay convergencia posible contra Sánchez o sus políticas con populismos extremos a los que importa poco la verdad y menos la democracia y sus valores (progresistas o liberales) a los que debe reconocerse siempre has representado.

Al bueno de José Luis Sampedro que, si mal no recuerdo pues cito de memoria, prologó la primera edición de tu famoso texto, también le hubiera dado un sospechoso salto al corazón al observar cómo el aparente marxismo que sostiene el estructuralismo en economía (sin pasarse tampoco, moderado) devenía en pasar de ser compañero de viaje de Santiago Carrillo a compañero de viaje de Santiago Abascal.

No; de Santiago a Santiago y tiro porque me toca, no es argumento aceptable, aunque no dejarán de recordártelo estos días. Me permito darte una razón simple, llana, que quizá te parezca demagógica: la vida de alguno de los nuestros hoy despreciada por las tropas de Abascal.

El asunto, siendo como eres economista, ése de ampararse en Abascal se parece a algunas de las historias de los arbitristas, entre los que los aragoneses, hemos tenido notable fama siempre, como sabes.

Un arbitrista aragonés, Burruel de nombre, tras sesudo análisis de los males de la agricultura patria, detectó, no sin aguda reflexión, que los pájaros gabachos destrozaban el grano somontano. Propuso al Rey, con inestimable criterio, prohibir en la frontera la entrada del tordo francés.

Podrá parecerte, camarada, atrabiliaria y hasta risible la propuesta, como a casi todos los actuales lectores de los arbitristas que no se hacen una idea de cómo poner frontera a un tordo, pero estimo que no has caído en la cuenta de que lo tuyo se parece mucho a prohibir el vuelo de los tordos: el tordo volará y tú te quedarás con la indeleble mancha parda de la bestia.

Haz caso de quienes no te queremos mal y no empañes tu notable biografía con enloquecidas y arbitristas propuestas, nacidas hoy no de la necesidad de contentar a un rey sino de contentar a un populista extremo.

Convendría dejar que todos y todas los que profetizan cambios, esto es populistas, portavoces del pueblo, sumadores de mareas, socialismos realmente supervivientes e izquierdas irrelevantes, consideren oportuno ganar unas elecciones antes que prohibir toda clase de tordos.

No sólo es que tu biografía, camarada Tamames, no se merezca tan irrisorio empeño ni tan alevosos compañeros de viaje. Es que lo que debería animarte es el viejo tordo democrático que aconseja, como le decía a Lenin un escritor francés, que seguro conoces pues culto eres, que hay que dejar que llegue el tiempo adecuado para cortar los setos.

Tú sabes que en España padecemos algo de soberbia y vanidad de viejos hijosdalgo, no caigas en la trampa: los tordos vuelan donde quieren y la ciudadanía es la que vota.

 

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