Campaña (3): una década después, el ruido era cosa dos

Ya es mala suerte. Volver de vacaciones y encontrarse una ola de calor y un debate. En fin, la cosa es que, una década después, el ruido era cosa de dos. Bajan mucho los memes sin Rivera e Iglesias, todo hay que decirlo.

Afirma la asesora de magia de este blog que si sales de casa sin varita mágica, el señor tenebroso se hace con los mandos. Y eso le pasó a Sánchez, antes gran conductor y anoche en plan dóberman, invocando al futuro tenebroso, cosa que aprovechó un señor de Orense, con mucha retranca gallega, que pasaba por allí.

El mérito de Feijóo fue convertir al presidente en el doberman y al candidato en un tipo tranquilo. De contenidos ya hablamos luego. Capturado en el mantra del señor tenebroso, cuando podía haber optado por hacer de Harry Potter, Sánchez casi le regala a VOX el debate.

Los asesores de Sánchez siguen como hace años en el “trifachito”, con las hordas fascistas que vienen y todos esos mantras que el electorado ya ha descontado. Te dicen “el sanchismo es no dejar hablar” y todo tu andamiaje se va al garete.

Los debates en realidad movilizan poco electorado indeciso, pero en esta ocasión había tanto un déficit de conocimiento de Feijóo como una franja de votante moderado que podría recibir mensajes. Sospecho, la soberbia es mala consejera, que la agresividad del presidente, buscando la remontada, favoreció al gallego.

Una agresividad que opacó lo que pudieran ser puntos fuertes del presidente: su política económica. Quizá porque estaba más interesado en colar la idea de la derogación que los hechos, atrapado en las políticas hechas y no las de por hacer, ni siquiera ha leído la encuesta del CIS. Los votantes creen que a ellos les va bien, pero que a España le va mal económicamente.

Sin aprovechar esta fortaleza Sánchez, Feijóo si supo encontrar sus debilidades: “Sí es Sí”; Cataluña, Falcon y Marruecos, terrenos en los que Sánchez se puso a la defensiva, empeñado en el binomio PP-Vox como único mantra salvador.

Feijóo manejaba dos balas de plata: que gobierne el más votado y que no gobiernen los extremos. Esto de los extremos forma parte de la derogación del Sanchismo y es algo que los socialistas han tenido dificultades en entender toda la legislatura.

ERC y Bildu afirmaban, horas antes del debate, que si ganaba Sánchez lo que ocurra en España lo decidirán ellos. La candidata de Sumar acababa proponiendo una consulta en referéndum sobre los acuerdos de la llamada mesa de negociación en Cataluña. Un “favorcito” a Sánchez, ya me entienden.

Pero, sobre todo, hubo mucha bronca y mucho ruido, ante dos moderadores que no moderaron y que fueron reiteradamente ignorados por Sánchez. Esto también es sanchismo.

Y es una pena porque preparar estos debates cansa mucho. Quien lo probó lo sabe. Una miríada de expertos se ganan la vida haciendo estas cosas y preparando papeles, otros creando contenidos imaginativos, generalmente adaptados de guiones cinematográficos o poemas certeros.

Aquel “buenas noches y buena suerte” de Zapatero sólo era un título de una película: la forma en la que el conductor de la CBS, (Murrow) despedía sus programas en “prime time”. Ayer no hubo ingenio, solo ira.

Probablemente, los conmilitones propios estén satisfechos de ambos contendientes, los dudosos sigan dudando, pero la agresividad siempre es mala cosa y pasa factura: ahora miles de analistas dirán que el sanchismo no sólo es soberbia, sino que también es cabreo.

Hay un cabreo social. Un cierto cansancio de polarización y el Señor de Orense está sabiendo aprovecharlo. Camaradas, no queda mucho para cambiar el discurso y no; no es hacer decretos la solución o proponer comisarios políticos para gestionar herencias. Va de otra cosa: la gran derogación sólo puede ser superada por una gran rectificación.

Pero, en fin, hace mucho calor, pero al menos se acabaron los debates.

 

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