Cuando derechona e izquierdona se ponen de acuerdo para censurar periodistas, medios y redes sociales

Era un tópico generalmente aceptado el que la derechona de todo tipo –nazi, fascista, franquista, reaccionaria, falangista, etc.- mantenía sus privilegios políticos, económicos y sociales, su dictadura en definitiva, gracias, entre otras cosas llamadas policía, jueces y ejército, a una férrea censura en los medios de comunicación y un cerrojo en la boca, o un cepo en las manos de los profesionales de la información.

También, claro está, se sabía que la derechona se mantenía por el aherrojamiento del conjunto de la sociedad: partidos, sindicatos u organizaciones o sociedades clandestinas que sólo podían expresarse a través de las muy castigadas vietnamitas; ya saben, esas multicopistas algo más elaboradas que las que utilizaba el vietcong en su lucha contra el yanqui y que proliferaron en la España dictatorial de los 60. Si la policía te descubría con una de ellas en tu casa, no sólo podía caerte la perpetua, sino que podías acabar volando por la ventana.

A los datos me remito, y también a varios de los libros que he publicado al respecto.

En su bonhomía y en su santurrona ingenuidad ideológica izquierdista, uno creía –el padre de ese uno perteneció a los creadores de Comisiones Obreras en Madrid, los cocos del régimen- que con la democracia se acabarían todos los males y desde la política hasta el periodismo, pasando por los sindicatos y las organizaciones económicas y sociales, se podría llevar a cabo una reforma tan profundamente social que nos elevara por las alamedas libres que conducen a un mundo mejor.

Uno sufrió el franquismo en toda su intensidad, aunque ahora no viene al caso recordar las diversas anécdotas; simplemente, reflejar aquella en la que un número de la Policía Armada le clavó a uno el cañón de su metralleta en el hueco de las costillas mientras le escupía con ojos de loco estas palabras: “Tengo los dedos flojos y este gatillo es muy delicado”. Uno creyó llegado su último momento; pero uno se mantuvo altivo, soportó el dolor en las costillas y aguantó estoicamente lo que parecía el final de sus días, hasta que llegó otro ‘Armada’ menos loco y le permitió marchar, siempre y cuando no se uniera a la manifestación convocada –ilegal, por supuesto- a la cual se dirigía.

Uno estudiaba periodismo en la Facultad, pero era entonces muy idealista y torpe y no comprendía que la falta de libertades, incluida la de expresión y la de información -que no sólo es un derecho, sino también un deber- son quimeras perseguidas y finalmente descabezadas desde la derechona hasta la izquierdona. Luego, estudiando Historia de la Teoría Política, uno comprendería que ya Lenin –mucho antes que Goebbels– había elaborado toda una teoría sobre el control de la sociedad a través de los medios de comunicación que cercenaba cualquier posibilidad de libertad de expresión. Stalin llevaría más tarde esos parámetros al éxtasis, borrando incluso de las fotos a los que antes fueron sus ‘socios’ y ahora eran sus enemigos –Trotsky, sin ir más lejos-.

Pero uno siguió erre que erre y, ya en democracia y como periodista ejerciente, se creyó el rey del mambo y sufrió de nuevo en sus carnes la censura, esta vez sociata: le cortaron la cabeza –casi literalmente- y le prohibieron, entre otras cosas, escribir sobre el referéndum de la OTAN.

  • – ¿Y eso? –preguntó uno en su ingenuidad.
  • – Ha habido una reunión de directores en Moncloa y han pedido que, siendo éste un tema de Estado, quitemos a los redactores que estén en contra de la permanencia, y tú te has significado mucho. Estás fuera del equipo –le dijeron a uno.
  • – Pues vaya tela –acertó uno a decir, acompañado de un escatológico pero improductivo “Y yo me cago en su puta madre”.

Luego, volvería a ser ya la derechona la que censurara a ese uno; por ejemplo, siendo coordinador de política en Interviú le cercenaron, entre otros, un artículo sobre “Fraga también tiene sus fondos reservados”; ya saben, era el momento en el que desde la derechona se lanzó aquella conspiración-conspiranoíca contra Felipe González –quien antes le había censurado a uno en eso de la OTAN- para derribarle del poder, y si acaso arrastrar, si era preciso, al actual rey emérito, del que ya decían que tenía un serrallo.

Vaya esta larguísima introducción para explicar lo que a uno le acaba de ocurrir en la red social de un grupo con experience. Con motivo de la condena del PSOE en Andalucía por la pieza principal del caso ERE –quedan otras más de 100 piezas judiciales por resolver y más de 500 imputados por condenar, o no-, se ha demostrado que el Partido Socialista es el segundo partido más corrupto de España, un punto por encima del PP y un punto por debajo de CDC –ya conocen: el partido de Pujol, de Mas, de Puigdemont, de Torra y de la burguesía corrupta, separatista, golpista y fascista catalana-.

No es una alegría que el PSOE haya resultado tan corrupto, ni que incluso dos de sus exministros y expresidentes, José Antonio Griñán y Manuel Chaves, junto a la exministra y exvicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones Maleni Álvarez, hayan sido condenados, junto a otros, como antes fueron los de la Gürtel del PP. No es plato de buen gusto, pero dado que es noticia y de las gordas, este caso ha provocado gran número de comentarios en la citada red social con experiencia, donde se han recogido también los disparatados –pero divertidos- memes creados ad hoc vaya usted a saber por quién, aunque todos sabemos quiénes los crean.

Sin embargo, desde posiciones progresistas no solamente se ha guardado silencio en esa red, sino que se ha pedido autocensura, porque el tema, dicen, no interesa a nadie, salvo a la derechona, y que no es bueno para la democracia comparar estados de corrupción. Es decir, se ha hecho un llamamiento al silencio… desde la izquierda y en una red social. Tela, como uno dijo cuando lo de la OTAN.

En realidad, a uno no le sorprende la posición de estos progres, aunque sí que el silencio venga de quienes tienen un historial aún más antifranquista que el de uno. Pero uno se ha llevado una gran decepción. Se habían hechos dos grupos de debate: uno sólo para información del grupo y otro para debatir. La petición de silencio –educada, pero con efecto no menos que de martillo pilón- se ha realizado en el grupo de debate. Uno promete no volver a escribir en ese grupo –aunque con los dedos cruzados, por si acaso-.

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