Mafia rusa, trata de blancas, corrupción generalizada, policías y expresidiarios, todo lo bajo, lo oculto, el lumpen de la sociedad es ‘Dasha’. Dasha es un nombre para niña de origen ruso derivado del griego Dorothy, que significa “regalo de Dios”. Pero, ¿cómo un regalo de Dios puede poner nombre a lo más bajo de las pasiones humanas? Sólo la pluma de un escritor como Antonio Marchal Sabater puede conciliar en una sola obra tanto amor y desamor, tanta locura que nos reserva una sociedad distópica como la que nos ha tocado vivir.
Dasha es más que una novela. Es un viaje temático a través de la mafia rusa, a bordo del tren de la corrupción, de la trata de blancas y del tráfico de seres humanos. Todo siempre aderezado por la historia de personas cuyas vidas se rompieron por diversas circunstancias: una joven llena de ilusiones; un atormentado expolicía que se gana la vida como detective privado en Madrid, o un exboxeador expresidiario sin más oficio ni beneficio que sus puños en venta… Y todos ellos unidos sólo por el hilo desamor, de la miseria y de la marginalidad que conlleva.
No es la primera vez que Antonio Marchal Sabater (Murcia, 1964) nos propone un viaje enloquecido a través de una sociedad, más corrupta, corrompida hasta la médula en sus valores. En sus otras novelas, como El valle de las tormentas, La sombra de la sospecha o Bajo la Cruz de Lorena, ya traza inquietantes perfiles sociológicos de un mundo que se tambalea. Pero en Dasha, Marchal Sabater se ha superado a sí mismo.
Todo, sin duda, es en parte fruto de la experiencia del autor, quien en los años ochenta ingresó en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, siendo asignado a la lucha antiterrorista dentro de los servicios de información del Estado. Esa circunstancia le llevó a ser testigo de numerosos acontecimientos de la transición en diferentes lugares de la geografía española: País Vasco, Cataluña o Madrid.
Por eso, Antonio Marcha refleja en algunas de sus novelas parte de ese pasado, adaptándolo a la trama de ficción. En su currículo cuenta con varios premios literarios, como el del certamen de micro crímenes de Falsaria 2012; 2º premio de relatos cortos organizado por el Ayuntamiento de Lorquí (Murcia), dentro de la celebración de la II Semana Cultural 2013, y el Premio del Público del X Certamen de Narrativa Breve 2014 de la Asociación Canal Literatura.
Un viaje por la Europa más deprimente
Dasha es un viaje a través de la historia de la Europa del siglo XX, la II Guerra Mundial y las crisis económicas y humanas. La novela parte del origen de la mafia rusa, a bordo del tren de la corrupción, la trata de blancas y el tráfico de seres humanos, aderezado por la historia de personas cuyas vidas se rompieron por diversas circunstancias.
De esta trama terrible forma parte un chico famélico del Madrid de la posguerra que se alista en la División Azul para comer caliente; una chica que recurre a la prostitución para sobrevivir en su Stalingrado natal, sitiado por los nazis, en el que la solidaridad fue devorada por la necesidad; otra que llena de ilusiones intenta llegar a España para paliar la crisis económica con la que se inicia el siglo XXI.
A esta trama casi espectral se une un atormentado expolicía que, traicionado por su mujer y sumido en la miseria absoluta, se gana la vida como detective privado en Madrid, así como un exboxeador expresidiario y extoxicómano sin más oficio ni beneficio que sus puños en venta. Todos ellos unidos por el pegamento del desamor, la miseria económica y la marginalidad que ésta conlleva.
Una Muestra de Dasha
“Nunca he creído en el más allá, tampoco en Dios. Sé que hay gente que no podría vivir ni un solo día sabiendo que no existe, que estamos aquí por una serie de procesos químicos y físicos y que un día morimos y hasta ahí hemos llegado.
“Sin embargo, hay una cosa en la que sí estoy empezando a creer, sobre todo examinando mi propia vida y la de los que me rodean: el subconsciente familiar, la herencia que recibimos de nuestros antepasados. Es un legado que no consiste solamente en lo puramente biológico: el grupo de nuestra sangre, el tipo de RH, el color de nuestros ojos o nuestra piel, la estatura; tampoco en lo puramente civil: el apellido, los bienes, las deudas.
“Cada vez estoy más convencido de que también nos dejan sus conflictos, sobre todo aquellos que ni ellos mismos pudieron resolver: secretos de familia, hijos no deseados, abortos, maltratos, abandonos, humillaciones, adicciones, violaciones, abusos, crueldades, asesinatos; todo.
“Nuestro subconsciente o inconsciente lo sabe todo de nosotros y no olvida nada. De alguna manera, cuando nuestro ADN configura nuestras células lo hace de tal manera que esos circuitos atávicos se vuelven a reproducir exactamente en cada uno de nosotros y su contenido, como si de una memoria magnética se tratara, se abre paso hacia el exterior a través de enfermedades, sueños, encuentros o relaciones con personas similares; sincronías o coincidencias que nos podrían parecer sucesos paranormales, pero que no lo son. La realidad es que no solo estamos condicionados a nuestro pasado, sino también al de nuestra familia, aunque más bien debería decir limitados por él”.