Debate a cuatro: Rajoy, Rivera, Sánchez e Iglesias se hunden en el fango de su propia corrupción

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La corrupción fue el punto álgido del debate que durante dos horas enfrentó a Rajoy, Rivera, Sánchez e Iglesias, los candidatos a formar gobierno tras las elecciones del 26-J. Ahora los españoles sabemos un poco más de las prácticas supuestamente corruptas del PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos gracias a la basura que sus respectivos líderes echaron por sus bocas sobre los demás partidos. Un debate en el que un desgastadísimo Rajoy salió vivo, en el que Sánchez perdió su gran oportunidad de plantarse sin duda como el líder regeneracionista que España necesita, en el que Rivera se dejó ver como un simple apéndice del PSOE y en el que Iglesias quedó retratado como un mentiroso compulsivo y un suplicante de los favores de Sánchez para convertirse en el Kirchner español con su nueva compañera, pasada ya al olvido la anterior, Tania. En definitiva, durante dos horas, los españoles sólo pudimos ver un debate de pillos.

Por la boca de Albert Rivera sabemos ya sin dudas que Pablo Iglesias y Podemos han sido financiados por el régimen venezolano de Nicolás Maduro con 7 millones de euros -gesticulaciones airadas de Iglesias, que si hubiera podido hubiera fusilado a Rivera: «Eso es mentira, eso es mentira», susurraba a los micrófonos el podemita-, y que el otro socio podemita, la IU de Alberto Garzón, debe 11 millones de euros a los bancos, lo que hipoteca su acción política y explica su alianza liquidacionista con Podemos, según el líder de la formación naranja.

Por la boca de Mariano Rajoy sabemos ya sin dudas que el PSOE es uno de los partidos más corruptos que han pasado por este país, mejorando lo presente, claro: sólo por el caso de los ERE casi arruinan a Andalucía y han tenido que dimitir dos presidentes federales socialistas: Cháves y Griñán. ¿No hay responsabilidades políticas para Sánchez?, llegó a preguntar Rajoy a su oponente, a quien le dijo que iba a callarse otros temas sucios del PSOE. ¿Cuáles? No lo dijo, pero sí acusó también a Rivera de cobrar y pagar en negro, según había reconocido meses atrás reconoció el naranjito al periodista Jordi Évole: los aspavientos nerviosos y los gritos de ‘falso, falso’ salieron esta vez de la garganta profunda de Rivera, que reconoció haber pagado en negro, pero no de haber cobrado en el mismo color.

Por las bocas de Pedro Sánchez y de Rivera sabemos ya sin dudas que Mariano Rajoy es el mayor corrupto que ha pasado por este país: Gürtel, Púnica, Bárcenas, los sobresueldos, las cajas de puros con dinero… Rivera llegó incluso a cuantificar el total de los sobres de Rajoy: 350.000 euracos se habría embolsado el presidente del PP, a quien llamó «indecente» diciendo, sin embargo, que no le iba a llamar «indecente»: «Yo no le voy a llamar indecente [como sí le llamó Pedro Sánchez en el debate del 20-D], yo no le voy a insultar», dijo Rivera, insultando de hecho a Rajoy.

Y, en fin, por la boca de Pablo Iglesias sabemos ya sin dudas que todos, y desde luego el PSOE, son corruptos hasta la médula, pero el PSOE más, porque utiliza con abuso las puertas giratorias para que sus antiguos dirigentes disfruten de sillones en las grandes multinacionales: desde Solbes a Salgado, pasando por el ahora ministrable Jordi Sevilla. Esto dolió a Pedro Sánchez, que dejó de picar a Rajoy y volvió su aguijón envenenado contra Iglesias: «Me sorprende que en ese listado [de corrupción] no haya metido a Juan Carlos Monedero ni a la ‘beca’ del señor Errejón«. Iglesias perdió una vez más lo papeles, cortando a Sánchez: «¿Eso es igual? Madre mía, madre mía…».

Pero, en fin, más allá de estos momentos sumamente álgidos que demostraron las prácticas corruptas de nuestros partidos, el debate a cuatro sólo demostró ser un debate entre pillos: se pudo ver quién está con quien y que si los resultados del 26-J son similares a los del 20-D no podrá haber gobierno de ninguna de las maneras. Desde luego, los españoles no nos merecemos unos políticos tan mediocres como los cuatro que en la noche del 13 al 14 junio vimos a través del plasma.

Por lo que respecta al resto del debate, en materia económica se pudo observar a un Rajoy con la lección bien aprendida -es decir, sabiéndose de memoria los números que le había preparado sobre todo Álvaro Nadal-. Incluso se pudo permitir decirle a Iglesias que «Ustedes han suspendido el examen» en materia de economía y empleo, y les recordó a todos que «hablar está muy bien, pero dar trigo es más complicado».

A lo largo de los cuatro puntos del debate se pudo ver claramente cuáles eran los enemigos de cada uno y cómo se van a establecer las alianzas tras el 26-J: Rajoy recibía golpes de todos, pero él hacía guiños a Rivera; Rivera se dejaba querer por Sánchez -con lo que demostraba, en realidad, que Ciudadanos sólo es una ‘marca blanca’ del PSOE- y atacaba por igual a Rajoy y a Pablo Iglesias; Sánchez obviaba a Rivera, su ‘marca blanca natural’, y equiparaba a Rajoy -a quien llamó «retrógrado» y «revanchista ideológico»- con Iglesias, mientras que Iglesias atacaba a Rivera y a Rajoy -llegó a decir respecto de Rivera: «Señor Rajoy, tiene un buen escudero en este debate, pero no van a tener escaños suficientes»-, aunque luego balbuceaba implorante a Sánchez: «No soy yo, Pedro, no soy yo; yo no soy el rival: el rival es Rajoy». Pena daba oírle lloriquear, interrumpiendo así en diversas ocasiones al líder socialista.

Pero, lo que es peor, a Iglesias se le pilló en más de una mentira, lo que debería hacer bajar el fervor de los más desfavorecidos hacia este personaje que se dejó ver en el debate como un gran manipulador y chulesco: Iglesias mintió descaradamente cuando hablaba de sus planes sociales y del desarrollo de los mismos en los sitios donde gobierna: en Madrid, por ejemplo, obvió el recortazo social de Paco Pérez, su mano derecha en Tele K -la emisora alegal vallecana en la que hacía sus pinitos-, en la Junta Municipal de Vallecas: el tal Paco Pérez, ahora recolocado como concejal del equipo de gobierno ganando 94.000 euracos al año, ha dado tal recortazo a las ayudas sociales a la dependencia en el distrito de Vallecas que ha dejado por miserable y embustero al propio Pablo Iglesias. Eso sin hablar del recortazo de Manuela Carmena ha hecho en materia sanitaria -cierre del programa Mujer Adulta- en el Ayuntamiento de Madrid.

Fue tan manipuladoramente descarado en este punto Iglesias, que Sánchez le tuvo que recordar que cuando pidió ministerios para formar un gobierno con el PSOE no quiso ni un solo departamento social: sólo le importaba RTVE, CNI, Defensa, Interior, Economía y el ministerio para romper España -el de los referendos para la autodeterminación-.

En todo caso, lo que es evidente es que el debate dejó titulares para todos los gustos. Por ejemplo, el de Rajoy, asegurando que se había cortado ya las manotijeras: «No voy a recortar nada después de las elecciones del 26 de junio», dijo.

O el de Rivera, recriminando al PP no haber hecho nada en materia social o contra la corrupción: «·Usted, con mayoría absoluta, hubiera hecho todo lo que quisiera», o recriminando la política económica de Podemos: «A la clase media la va usted a machacar, señor Iglesias». O también: «Es inmoral que un régimen extranjero financie a un partido como el suyo», en referencia a los dineros que de Venezuela habrían llegado para Podemos.

O de Pablo Iglesias, devolviendo el favor a Rivera: «Señor Rajoy, tiene usted un buen escudero en este debate [Albert Rivera], pero no van a tener escaños suficientes». O intentando llevar al huerto a Sánchez: «Creo, señor Sánchez, que se equivoca usted de adversario».

O de Pedro Sánchez contra sus enemigos de derecha e izquierda: «Yo agradezco la mano tendida del señor Iglesias, pero lo que hace falta es que suelte la mano del señor Rajoy». O también: «Pido a los votantes socialistas que no tropiecen dos veces con la misma piedra», en referencia a los que prestaron su voto a Podemos el 20-D.

O, en fin, más de Rajoy: «Sería usted un pésimo presidente para el conjunto de los españoles (…) Yo no me presento para hacerle a usted presidente del Gobierno, señor Sánchez», cuando éste le criticaba de obstruccionista por no haberle dejado gobernar en marzo, cuando se alió con Rivera.

En definitiva, que los españoles no se merecen unos candidatos como esos cuatro.

 

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