El derrumbe de los suflés: ni zorras, ni “indepes”

Hay fines de semana que no están para mitos. Entre ustedes y yo, entre los que tenían previsto empoderarse este fin de semana ha habido estrepitosos derrumbamientos. Hacer suflés es lo que tiene, quien los cocinó lo sabe,

Dicen los “indepes”, uno de los suflés derrumbados, que Catalunya es, hoy, más española y más de derechas que hasta hace unos días. Acepto, lo dicen los números, más española. Lo de más de derechas tengo dudas, francamente, ante tanto izquierdoso de escaparate que por allí abunda.

Los catalanes no estaban ayer domingo para hacer país. Los más hiperventilados se fueron a la playa, mientras el fugado hacía plegarias de participación.

La cosa es que con, finalmente, un seis por ciento más de votos emitidos, el independentismo ha perdido un 4,86% de peso social, incluyendo en esas cifra casi un 3,78% de aumento que ponen los “naziindepes”, mire usted quÉ cosa, al final sabemos que hay nazicatalanes (cosa que intuíamos desde el “Estat Catalá” y el supremacismo de Junts). Pero los hay más, Ripoll dixit. Dicho de otra manera, los que antes hacían la república que no existe han perdido un 8,64%

O sea, que, independientemente de los trasvases de voto que pueden intuirse, la movilización ha correspondido a lo que los “indepes” llaman unionismo. O sea, a los que se consideran tan catalanes como españoles.

Eso nos debería tranquilizar, pero no canten tempranas victorias, el enredador mayor de los fugados del reino intentará liarla. Es evidente que Aragonés y Puigdemont no pueden estar en el Parlament si no mandan.

Mientras Aragonés ya ha anunciado su fuga política, la supervivencia del futuro amnistiado depende de algún enjuague con Sánchez, al que ayer le recordó el ilustre que se puede gobernar habiendo perdido elecciones.

Hay muchas razones que explican esta caída. Y no todas son la cosa de la amnistía, por mucho que el PSOE insista en su vía de concordia. Hay un problema generacional evidente, en el que los más jóvenes no han renovado sus votos independentistas, pero también que el “procés” ha producido menos riqueza, más caída de calidad de vida, más gasto inservible, más deterioro público y más propaganda que política.

Esos agujeros políticos son los que han aupado a Salvador Illa y, también, al PP. Los primeros han vivido del voto útil de la izquierda. La blanca paloma, vicepresidenta de los aciertos, no añade nada, salvo gobernar para salvar los muebles.

El PP ha recuperado votos de Ciudadanos, desde luego, algunos de la abstención y quizá algunos socialistas moderados que el PSC ha compensado con algunos desafectos de Esquerra Republicana, es lo que tiene tenderle la mano a Sánchez.

Es en ese contexto confuso de lealtades rotas y votos cruzados donde quiere medrar el fugado que aspira, intuyo con poco éxito, al mayor enredo. Tiempo tendremos de seguir un episodio que tiene el siguiente paso en el voto exterior que quizá pueda mover algo en Lleida y nos tendrá en vilo con distintas presentaciones de investiduras en las que, si ERC no participa como ha anunciado, no dan, no dan.

Es así que los empoderamientos son, siempre relativos. Por si acaso los disgustos no fueran suficientes, Eurovisión nos ha dado otro par de disgustos. RTVE, un año más, ha expandido un bulo de tres meses: no sólo no era cierto que Europa cantaba “zorra, zorra, zorra”, sino que los empoderamientos musicales iban por otras vías más musicales, con más calidad y con más finura.

Los jurados profesionales han venido a coincidir con el público: sólo hay dos canciones peor que la española. A pesar de lo cual los comentaristas de la casa han calificado de himno la derrotada pieza, cuyo único fin era la notoriedad y mejora de las muy próximas pensiones de sus autores.

Por si fuera poco, el progresismo realmente existente ha añadido un nuevo disgusto. Mientras la vicepresidenta llamaba a que RTVE no se prestara a aceptar a Israel en un festival musical, viene a resultar que los “lobbies” y razones emocionales han llevado a los “eurofans” españoles a votar mayoritariamente a Israel, como en una decena más de países europeos, llenando de paso la cuenta de explotación de la cadena. Porque las llamadas, como ustedes saben, eran para la buchaca de Prado del Rey.

Antes de llamar genocidas a los europeos, aprendamos a distinguir entre Gobierno de Israel, genocida, y su pueblo, no nos llevemos algunos disgustos más. Y sigan derrumbándose los suflés.

 

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