Lo dijo antes de las elecciones y ha vuelto a hacerlo tras los resultados electorales: Carles Puigdemont aspira a ser President de la Generalitat. No le arredra ser segundo en número de votos ni que el separatismo, en su conjunto, haya sufrido un bajón en sus resultados frente a las fuerzas constitucionalistas.

¿De dónde saca, pues, tal pretensión el político fugado? De los compromisos asumidos con el Gobierno de Pedro Sánchez y de que de retirarle su apoyo en Madrid supondría que el Gobierno tiene los días contados.

Como la aritmética electoral ha dejado unos resultados endiablados, donde conseguir una mayoría absoluta es muy difícil, todo lo fía a una segunda vuelta de la sesión de investidura, donde podría conseguir una mayoría relativa si se dan una serie de carambolas. La primera, contar con los votos de Esquerra Republicana, fuera de juego tras el varapalo recibido, y la segunda, y más complicada, que el PSC se abstenga para que Puigdemont consiga más síes que noes.

La del ex President no es una pretensión ociosa. ERC tiene muy difícil sumarse al PSC pues han sido precisamente sus coqueteos con el PSOE los que le han privado del apoyo del sector más independentista de su partido. Y en cuanto a los socialistas, ¿cómo desperdiciar un triunfo electoral en toda regla? Aun así, el chantaje del apoyo de Junts en Madrid para que el PSOE obtenga la mayoría parlamentaria podría obligarles a ese sacrificio.

Así están las cosas y ésos son los cálculos de Puigdemont. ¿Que es un escenario improbable? Cierto. Pero ésas son las cavilaciones del dirigente de Junts para regresar en loor de multitud al Parlament. Si el PSC no logra, o no le conviene, articular una mayoría de izquierdas, ése puede ser el panorama. El otro, una repetición electoral, que nadie quiere porque la población, con su alta abstención electoral, ha demostrado su cansancio con una política, la catalana que lleva años sin conseguir nada, ni lo más etéreo, como la independencia, ni lo más corpóreo, como el bienestar cotidiano de sus ciudadanos.