El laberinto institucional

En política lo que no puede ser se hace posible y, además, se justifica. El arte de la política es tan contradictorio que justifica lo uno y lo contrario en la perversa dialéctica de sus protagonistas. Un personaje tan respetable como Churchill reconocía hace tiempo que a menudo se había tenido que ‘comer’ sus palabras y había descubierto que eran una dieta equilibrada. Nuestro más cercano Romanones -el histórico cacique de Guadalajara, dos veces presidente de Gobierno, una del Congreso y siete veces ministro-, sentenció aquello de ‘cuando digo jamás, quiero decir en este momento’.

En la encrucijada en que se encuentran nuestros políticos para intentar la formación de Gobierno por el socialista Pedro Sánchez -tras la insólita y vergonzante espantada de Rajoy-, es muy probable que algunos de sus actores también tengan que comerse sus propias palabras además de arrepentirse de la soflama permanente y del mediático postureo.

La situación parlamentaria no solo es diabólica por una aritmética más que fragmentada, sino por las líneas rojas y la intransigencia esbozada de antemano por algunos de sus protagonistas.

De la altura de miras al no pasaran

La ‘altura de miras’ prometida por todas los formaciones tras el 20 D puede verse truncada por el bloqueo y los vetos recíprocos expresados por PP y PSOE, a los que se suman la exclusión y el rechazo de los partidos emergentes –Ciudadanos y Podemos- cuyos líderes se autocalifican incompatibles ideológicos aunque no en lo personal.

El tancredismo practicado por el presidente del Gobierno en funciones le inhabilita para torpedear la previsible sesión de investidura tras las negociaciones emprendidas por el candidato. A su vez, la bisoñez y altanería del líder de Podemos, Pablo Iglesias, corre el riesgo de diluir su capacidad de negociación al exigir al candidato socialista una interlocución ‘exclusiva y excluyente’ para llegar a acuerdos.

El partido de Rivera, por su parte, considera que Sánchez tiene todo el derecho a dialogar a la vez con Ciudadanos y Podemos pero le advierte que pierda “toda esperanza» de un acuerdo conjunto dado el antagonismo de sus programas.

Por si algo faltara en este baile necesario para evitar un nuevo fantasma electoral, Rajoy mete presión -en otro alarde de filibusterismo- para evitar el ‘gobierno de izquierda radical’ al intentar poner fecha fija a la investidura el próximo 22 de febrero.

Debate asegurado

El líder socialista ya ha dejado claro que habrá debate de investidura aunque no tenga asegurados los votos necesarios. Su compromiso para pedir el apoyo a un gobierno progresista con un programa de reformas va absolutamente en serio, por lo que serán otros quienes tengan que explicar su voto en contra alineado con el PP. La mayoría del sí, que incluiría a Ciudadanos junto a PNV, IU y Coalición Canaria, se enfrentaría eventualmente a los noes del PP y de Podemos, lo que avocaría a una nueva consulta electoral rechazada por casi todos.

Castigo al bloqueo institucional

En semejante escenario, según los últimos sondeos, los electores castigarían la pasividad de Rajoy y premiarían el intento de Sánchez de haber intentado la formación de Gobierno. Las encuestas predicen la perdida de cuatro puntos del PP que quedaría empatado con el PSOE (24% frente al 23,3%), con Ciudadanos pegado a los talones de Podemos que se dejaría 2,5 puntos (19,9% y 18,5% respectivamente).

El nuevo multipartidismo español puede resultar complejo de gestionar, pero su encaje no debería ser imposible de aplicar dada la realidad política de nuestros vecinos europeos -24 de los 28 Estados se rigen por gobiernos de coalición-. A ello nos debemos de acostumbrar habida cuenta de lo que opinan también los ciudadanos: una gran mayoría (66% frente a 31%) descartan la vuelta al bipartidismo, mientras el 72% cree los escollos para conformar el futuro Gobierno se debe a la incapacidad de sus actores y no al mayor pluralismo político.

La coalición preferida por los encuestados es la que integraría PSOE mas Ciudadanos (con el apoyo o la abstención del restos de los partidos), mientras que la más rechazada sería la formada por PSOE, Podemos y Unidad Popular (IU).

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