Es sabido que a los muy hipotecados, las familias españolas lo saben bien, les quedan pocos recursos para muebles o realizar construcciones de calidad. Seamos, pues, comprensivos con Pedro Sánchez: llegado a la investidura con 26 hipotecas sólo le ha dado para construir un muro. Así ha sido anunciada la legislatura. El problema, naturalmente, es quien se queda a un lado u otro del muro. No pequeña cuestión que, no obstante, ha quedado clara en la descripción por el ilustre prócer realizada.
Aquí no hay matices, dos orillas, ya lo dijo Anguita, y lo demás son gaitas. A un lado los progresistas (incluye carlistas, soberanistas, supremacistas del Estat Catalá o del RH negativo) y al otro los que no consideran oportunas las concesiones realizadas a éstos y que, como ustedes ya han colegido, no son o somos otra cosa que fascistas.
Lo de las dos orillas no es de agrado de la izquierda, nunca lo fue. Esta descripción divisiva de la política es más propia, precisamente, de las mesnadas fascistas que de los progresistas.
Por cierto, que un presidente de turno de la Unión Europea, dicho sea en inútil esfuerzo por reclamar respeto a la historia, hable de levantar muros no deja de ser tan paradójico como insultante para no pocos demócratas.
No es menos cierto que hacer crecer el campo de los fascistas, que pasan de los mil escuadristas fascistas que se menean en Ferraz, llevando a ese campo a todo el mundo, crear tierra quemada entre la alianza del progresismo mundial y planetario y el resto de fuerzas políticas o movimientos corporativos, por muy mal que caigan sean jueces, patrones, fiscales, médicos, inspectores de la Agencia Tributarias o maquinistas de tren, es un error de primera magnitud y reduce la calidad democrática.
¿Cómo negociar con aquel al que has llamado fascista y has echado al otro lado del muro?
Cierto es que, apenas construido, algunos de los más notables responsables de las claves de bóveda del muro ya han dicho que ellos no están para sostener ladrillos.
Si a primera hora de ayer era Podemos el que anunciaba que no comparte los compromisos de Sumar con la legislatura, fue en el mismo Pleno parlamentario cuando Junts le dijo al presidente, en penúltima humillación, que lo suyo no era diálogo o concordia.
Dicen los voceros de Puigdemont que lo suyo es que se cumpla lo negociado mes a mes y Esquerra afirmó que no se fía. Sánchez, tras descanso concedido por la presidenta, retocó su discurso, reputado por cobarde por los supuestos aliados. Así que el muro, más temprano que tarde, deberá hacerse más largo no sea que se hunda.
Una vez, a mitad de pandemia, les conté el momento en que Churchill, frustrado con el parlamento, incluido su partido, se recita a sí mismo un poema: “¿Quién está a cargo del ruido del tren?”, unos versos escritos por James Milliken y que recitó magistralmente Gary Oldman en la película sobre el premier británico.
El poema es chungo, se refiere a la inconsciencia y al accidente fatal, a la ignorancia del que se cree protegido por magníficos engranajes, el “top” de la seguridad y, al final, la caga en grosero accidente. El responsable del “clattering” (traqueteo mejor que ruido, para ser rigurosos), en este caso, como en el de Churchill, es el Parlamento.
El poema cita señales de “ejes chirriantes” y “acoplamientos tensos”. Si no han estado al loro del asunto, conviene que las busquen o se informen. Si ustedes han estado prestando atención, les recomiendo que no se crean que el problema es la amnistía: lo que nos viene es peor.
La legislatura no será agradable ni tranquila. Bildu ya ha anunciado la clave del asunto: será la legislatura de la plurinacionalidad, cosa que serena mucho al personal.
Las desigualdades territoriales en términos económicos y políticos enervarán el panorama. La huida de la legislación estatal pactada con los vascos, los troceamientos de Renfe, Agencia Tributaria o producciones televisivas, la retirada de cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, la unilateralidad financiera para Cataluña, convertida en foral por la puerta de atrás, convertirán la producción legislativa en un sin vivir fuente de tensiones políticas y sociales.
No es descartable que lo que llegue sea peor que lo que ha supuesto la evidente tensión social provocada por la amnistía. Vendrá bajo palio y con seguridad el huido, pero ley a ley el muro acabará cayendo de un lado o del otro, sea como sea, con daño.
Ya no hay modo de volver a empezar. Siempre tendremos a VOX para echarle una manita a los voceros de las dos orillas: quién nos iba a decir que Patxi López, lehendakari con los votos del PP, sería uno de ellos. Claro que Marcelino Oreja era un rojo y no este Feijóo, un radical.
Así las cosas, si aumenta la pasión por la fruta, no les sorprenda.