“La Izquierda valiente” fue un lema que Izquierda Unida estuvo a punto de utilizar en el momento en que una delegación de IU había viajado a Bagdad, en el contexto de las acciones sobre la guerra del golfo. Fueron, precisamente, los militantes de la Federación Madrileña de IU quienes sostenían que no era ser legionario lo que ganaba elecciones, sino una acción barrial que recuperara el vínculo con el votante abstencionista.
Lo primero, en consecuencia, que cabe decir es que se apunta una radicalización más allá de IU, probablemente con el objeto de generar un voto útil que reste valor a Más Madrid. La cuestión más severa es si una radicalización que, al parecer, se busca en el sur de la Comunidad, movilizará a los abstencionistas. El sur nunca se ha ganado con candidaturas radicales.
Pero, amigos y amigas de izquierda, queridos compañeros y conmilitones, esto no es lo más importante.
Lo importante es que hemos de ser una izquierda legionaria. Después de treinta años de intentarlo con profesores, señoras con cazadoras fetén, feministas progresistas, guardianes de las llaves del cofre y la sede, catedráticos, después de haber expulsado al tipo que se curraba Madrid, ha llegado el momento que esperábamos: reconvertidos en el Tercio del Duque de Alba II, en legionarios, tomaremos la Puerta del Sol.
Pero, más aún, la izquierda madrileña no solo debe ser legionaria; debe, también, ser “pasioanaria”, porque Ayuso es la jefa de la internacional de la extrema derecha. Ni Trump, ni Alemania, ni Meloni, ni Le Pen, ni Hungría o Bielorusia: la internacional fascista reside en Madrid, como todo el mundo sabe y nadie se cree.
Así que el candidato de la izquierda, vestido de cazador de elefantes, que es lo más africanista que se puede ser, y la señora experta en filtrar papeles se ocuparán de que el tercio legionario gane Madrid. Él hará de Líster y ella de Pasionaria. Y así fingirán ser lo que no son.
Porque, también, ha sido dicho por quién puede: la izquierda no va a las elecciones a obtener cualquier resultado; sólo va a ganar. Algo que da un poco de miedo. ¿Y si no ganamos? Aunque, en realidad, no habría por qué preocuparse. Analizando seriamente el asunto reitero lo que he afirmado aquí más de una vez: la izquierda no quiere ganar Madrid, solo parecerlo.
En fin, hay cosas que dan miedo, por ejemplo qué pasa si se nos pide “regar con nuestra sangre la tierra ardiente”. Eso no son unas elecciones, es un combate. Y para eso no son unas elecciones, como no creo que la radicalidad sea el discurso contra la derecha: el truco debiera ser, precisamente, quitarle la radicalidad.
En Madrid han pasado muchas cosas que han cambiado el entorno electoral en que se mueve la izquierda.
En primer lugar, tenemos el asunto poblacional. Debiera recordarse que el aumento de población es, fundamentalmente, inmigrante, y lo será a una media de cien mil al año en los próximos años. Y éstos no votan. El envejecimiento de la población, por más que las bases socialistas se hayan “podemizado” y envejecido, ha repartido votos de forma desigual desde hace años.
También, es necesario recordar que las zonas que se calculan como abstencionistas, especialmente en el sur de la Comunidad, reúnen dos características: la derecha no desmanteló nada de lo construido por la izquierda y lo que sí se ha desmantelado es el tejido medio y pequeño industrial que definía el perfil de clase de la izquierda madrileña.
La división generacional, y los problemas de los más jóvenes, han mejorado las expectativas de los populismos, más que de la izquierda tradicional. Los valientes no han sido los “pasionarios”, derrotados desde el PSOE, tercera fuerza, a Pablo Iglesias, sino los de Mas Madrid, ahora Sumar o restar que nunca se sabe.
Madrid percibe como en pocos sitios la “brahamanización” de la izquierda. Los jóvenes cualificados votan populismos, más que PSOE; los jóvenes sin formación votan populismo de extrema derecha, y los jóvenes con recursos o trabajo votan al PP. No es la radicalización legionaria es la oferta de los servicios que cada sector reclama a las formaciones políticas y si las decisiones del PSOE cooperan en esa decisión.
Hay una segunda cuestión que es la evolución económica. La persistente ignorancia de Madrid como generadora de recursos y potencialidades que suele denunciar la izquierda se traduce en una “madrileñofobia” de difícil explicación.
Inés Hernand, presentadora del Benidorm Fest 2025, la gritona del icono que es Pedro Sánchez, ha querido tener su propio momento de gloria en el evento y lo ha hecho, bajo el logotipo de RTVE, televisión pública que los madrileños y madrileñas también pagamos, exclamó: “Madrid es un sumidero horroroso”. No parece que por muy difícil que resulte la vida urbana, por cierto no es la renta madrileña la peor precisamente ni el consumo el menor, ni su economía la menos competente precisamente, ni su sector público el de peor calidad, este tipo de discurso contente a mucho madrileño o madrileña.
Amigas y amigos, se nos convoca a ser valientes cual legionarios. La opción que el PSOE nos propone es muy clara. Con el novio de la muerte o con el novio de Ayuso: se acabó la moderación, el encuentro, la consigna integradora.
Pues nada, a por ellos, que así ya nos ganan otra vez. Yo les dejo a ustedes lo de ser el novio de la muerte, soy un cobardica, está claro.