El seudoperiodismo, los monos con ordenata y la izquierda apocalíptica

Me apresuro a desmentir un bulo ortográfico, extendido por La Moncloa, el presidente y sus abundantes asesores. Advierto, por primera y última vez, a los redactores de La Moncloa, el periodismo de calidad y los que escriben los imaginativos títulos de las televisiones que, según la Ortografía de la lengua española, “el uso culto suele preferir las grafías etimológicas con ps-”. Pero viene a resultar que en el caso de seudo- se usa la grafía simplificada: o sea, sin p-.

Puestos a desmentir bulos, a ver si amamos a nuestra lengua tanto como a nuestras señoras o señores.

Se ha citado, con motivo de los cinco días que Pedro Sánchez decidió no respirar, “la máquina del fango”, señalando a Umberto Eco como autor de la expresión, cierto. (Eco, U. Número cero. Lumen. 2015).

Claro que se podía haber citado igualmente a Saviano que la usó antes en español (Saviano, R. Vente Conmigo. Anagrama. 2011), pero éste es menos conocido y, además, podíamos enfadar a la mafia.

Los responsables de la máquina son los seudomedios, que residen en internet, porque sólo el papel y las radios del papel amigo, no todas, son periodismo de calidad. Residen en internet, porque la gente tiene una osadía: informar, opinar y no pagar.

¡Ah, qué tiempos tan hermosos en que aquello se llamaba periodismo ciudadano! Los franceses que son muy listos ya advirtieron de que la cosa no iría bien. Un periodista de calidad, Bernard Poulet, ya lo señaló, llamando a blogueros, internautas y demás, con gran elegancia “Periodistas “low cost” o los “pakistaníes de la WEB” (Poulet, B. Fin des Journaux. Gallimard. 2009).

Claro que en España también tenemos momentos de gloria sobre quienes osamos escribir en blogs, webs y periódicos digitales. Maestro de escritores, cronistas y periodistas, Raúl del Pozo nos calificó de “monos con ordenata”: “Los blogueros, monos con ordenata, campean a sus anchas como piratas de Somalia” (Del Pozo, R. Sanguijuelas. El Mundo. 2009).

Quedando pues establecido que la hez de la opinión se refugia en internet, exigiendo el cierre inmediato de tanta página venal, hay que preguntarse si sólo estamos hablando de bulos.

Raúl del Pozo, como el socialismo realmente existente, aunque luego haya renegado de él, aunque vuelto al “felipismo”, opinión libre o bulo, el gran censor lo decidirá, siempre fue un poco de la izquierda caviar, su paso por Mundo Obrero no arregló mucho el asunto, acompañado por el elegantísimo prócer y el no menos elegante ministro de los trenes o la ministra de las filtraciones de Hacienda.

Ya puestos a citar, recordarán una monísima portada de un libro de Umberto Eco, con Superman volando, titulado “Apocalípticos e integrados” (Eco, U. Apocalípticos e integrados. Tusquets. 1995).

En él, se señalaba la reticencia de amplios sectores de la población, culta y crítica, al acceso generalizado y democrático a la cultura de masas. Eran los apocalípticos, entre los que, naturalmente, se encontraba la izquierda crítica realmente existente que trataba de salvarnos del evidente adocenamiento que supondría para la general población el acceso libre a medios no regulados.

En este contexto, convendría distinguir el bulo de la paja, hacer un esfuerzo de verificación y transparencia que empieza, por un poner, por los datos estadísticos, sigue por los gastos gubernamentales y continua por las comunicaciones del gobierno.

Desde luego, es un problema para nuestra democracia quienes usando la maldita máquina de Roberto Saviano y Umberto Eco, pretenden destrozar reputaciones.

Supongo que, también, estaremos irritados por fiscales que hacen públicas investigaciones sobre ciudadanos, sean o no certeras, ya que es un ilícito, del mismo modo que una ministra de Hacienda no debería conocer ni publicitar datos de persona alguna.

La regulación compulsiva conduce a evitar la autonomía, la libertad y el acceso a la emisión de opinión de una mayoría social que hoy tiene instrumentos para emitir juicio u opinión. Regulación, incluso penal, hay para que este acceso no sea tan taimado como se predica.

Si no es así, la cosa parecerá que cuando no pagas la “gazzetta” (las sobras, el cambio, la última monedilla del cuerno de la abundancia, con las que en Venecia se compraba al gondolero el último chisme escrito), no puedes opinar y, entonces, no sé si la prensa será burguesa, pero sí que pertenecerá al poder.

Uno sabe que el primer comercio de ideas, que tenía en monjes y trovadores (los primeros contadores de chismes) a sus portavoces, produjo conocimiento. Ya veo yo a los monjes, subidos en sus históricos púlpitos y columnas, llenas de adjetivos, advirtiendo a monarcas y pueblo llano sobre la maldad de los trovadores.

Como no puedo elegir entre ser periodista o ser bloguero, en cualquiera de los dos casos seré castigado, lo tengo claro: soy un mono con ordenata, los animalistas en el Gobierno me defenderán cual Toro de la Vega, supongo. Miraos lo vuestro.

Aunque quizá pueda dar un consejo a los asesores de La Moncloa, tan leídos. Es muy bueno el título de la biografía autorizada de Raúl del Pozo: “No le des más güisqui a la perrita”.

 

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