La farmacéutica de la calle Melancolía no gana para disgustos, o más bien para multas de Sanidad: tiene que pagar 30.000 euros por una denuncia de otro farmacéutico, éste en la calle del Vinagre, perpendicular a la de la denunciada, por vender medicamentos tales como nolotil o acetilcisteína sin receta médica. Es una práctica generalizada que este tipo de medicamentos se vendan sin dificultad en todas las farmacias, pero hay gánsteres entre los farmacéuticos que denuncian a sus compañeros para propiciar cierres de farmacias y librarse de la competencia. La sombra de Al Capone planea sobre Madrid.
Esos farmacéuticos parecen salidos de la escuela de Chicago, como alumnos aventajados del famoso gánster: quieren ‘matar’ farmacias a base de denuncias, propiciar su cierre y quedarse con la clientela. Nunca entre los farmacéuticos hubo tantos gánsteres como al parecer hay ahora.
La cuestión es que antes el negocio era un ‘negocio redondo’: estaba todo reglamentado; farmacias había las justas para que no se hicieran la competencia y los farmacéuticos que tenían dinero de familia, o contactos, o mucha suerte -mucha suerte tenía que ser- era ‘adjudicado’ con una farmacia y a hacerse de oro. Pero las cosas cambiaron: se permitieron más farmacias, se liberalizaron horarios y llegaron las farmacias de 12 y de 24 horas, es decir, de típica jornada china, que hicieron la competencia a los que querían trabajar poco y ganar mucho.
Así, la farmacéutica de la madrileña calle Melancolía -hemos suprimido el nombre real de la calle por petición de la fuente- se encontró con una denuncia que supuestamente le puso ante Sanidad el farmacéutico de la calle del Vinagre, que curiosamente es perpendicular a la de la farmacia de ‘Doña Araceli’. Es decir, que ambas farmacias desarrollan su negocio a escasos cien metros la una de la otra. Pero ‘Don Claudio’ -también hemos obviado el nombre real del innombrable- quiere trabajar lo justito y no soportar competencia, y ‘Doña Araceli’, que es joven y osada, tiene su farmacia abierta acogiéndose al horario de 24 horas; es decir, todo el día. Claro, la clientela parece que se va hacia ‘Doña Araceli’, que además es agradable de trato, y parece que obvia a ‘Don Claudio’, el de la farmacia de la calle del Vinagre.
Así las cosas, ‘Doña Araceli’ fue puesta en picota por una inspección del Ministerio, ése que dirige uno que dice llamarse Alfonso Alonso, el cual tuvo un antepasado que ejerció como ministro de Gracia y Justicia. Gracia, desde luego, es la que Don Alfonso Alonso le ha hecho a ‘Doña Araceli’; gracia sí -de la de llorar-, pero justicia poca. Porque Don Alfonso le ha clavado una multa de 30.000 euros por vender sin receta cosas tan de consumo generalizado como nolotiles, antigripales, etc., que no son antibióticos pero que precisan de receta médica aunque el producto no lo pague la Seguridad Social.
el Ministerio de Don Alfonso supo de estas ventas porque un ‘honrado y anónimo’ denunciante así se lo hizo saber a la inspección. Ese ciudadano probo, buena persona y de tan gran corazón tentó a ‘Doña Araceli’ con el pecado: le pidió un nolotil, la farmacéutica se lo vendió sin receta y con el ticket de venta el oprobioso, perdón, el probo ciudadano se fue a la inspección a denunciar a la malvada farmacéutica.
Es cierto que determinados medicamentos -muchos, por lo que se ve- no se pueden dispensar si no es con receta médica, aunque no estén costeados por la sanidad pública. Pero no tratándose de antibióticos, u otros fármacos similares, y siendo tan de uso corriente la práctica farmacéutica admite que se dispensen sin receta. Lo hacen todas las farmacias, incluso la de ‘Don Claudio’, el de la calle del Vinagre -y supuesto artífice de la denuncia, según nos confiesa ‘Doña Araceli’-, porque si no perjudicarían al paciente.
Pero si ‘Don Claudio’ denuncia a través de oprobiosos, perdón, probos ciudadanos a las ‘doñas Aracelis’ que le hacen la competencia, multa al canto y las ‘Aracelis’ venticuatrohoreras tienen que cerrar la farmacia para que el chiringuito de ‘Don Claudio’ prospere con el mínimo esfuerzo. No importa que ‘Don Claudio’ tenga alma de gánster; lo cierto es que le ampara la ley y, de hecho, el ministerio le da palmaditas por buen ciudadano. Los platos rotos los paga el paciente.