La mayor parte de la población española es pro saharaui y pro palestina, cosa que la izquierda sabe muy bien porque comulga con esas ideas. Por eso, a la izquierda de la izquierda le sentó a cuerno quemado que Pedro Sánchez, sin  previo aviso, cambiase la tradicional postura sobre el Sahara y se alinease con Marruecos. Ante el hecho consumado no le quedó más remedio que tragar, pues al fin y al cabo el Gobierno que asumió el cambio era también su propio Gobierno y la crítica más dura fue la que manifestó entonces el Partido Popular.

Ahora, en el tema de la Franja de Gaza no quiere que le pase lo mismo e ir a remolque de Sánchez y ya se ha posicionado pro Hamás antes de que el Presidente de Gobierno propicie cualquier reacción que beneficie a Israel. Al contrario, Unidas Podemos —o sea, una parte del Gobierno español— ya ha pedido que se denuncie a Israel por genocidio pasando por alto que quienes iniciaron el conflicto con una crueldad inusual fueron los guerrilleros palestinos.

O sea que ya tenemos las tesis de Hamás instaladas en el Consejo de Ministros, provocando el malestar del Gobierno israelí, con una protesta formal en toda regla. La respuesta del Ministerio de Exteriores es que no ha habido declaración gubernamental que valga y que sus socios tienen derecho a defender sus propias ideas.

Vemos que una vez más la política exterior desune lo que los pactos internos tratan de tejer laboriosamente y que el Gabinete español es una anomalía dual en una Europa que trata de ir todos a una en un conflicto que toma ya unas proporciones gigantescas. Haga lo que haga Hamás tendrá el beneplácito de la izquierda más radical española y cualquier reacción de Israel la condena más absoluta. No importa que lo que se pretenda por sus enemigos sea la destrucción del Estado judío —lo que realmente sí que sería un genocidio— sino que siempre será culpa de éste cualquier acción terrorista que se produzca por parte de sus adversarios.