El virus zika no es lo más perturbador de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, pese a la prevención de Pau Gasol y de muchos científicos. Celebrar un acontecimiento deportivo de esa magnitud en agosto, en un país de violencia creciente, tensiones sociales y sospechas generalizadas de corrupción no resulta nada tranquilizador. Esos datos, más bien, sugieren que la ciudad brasileña no ha sido elegida por sus méritos sino por sobornos u otras corruptelas de los dirigentes olímpicos.
No es la primera vez, ni me temo que será la última. Desde que se descubrió el amaño de los Juegos de Invierno de 2002 en Salt Lake City, la corrupción de los prebostes de la organización deportiva ha sido un clamor que obligó a la renovación de muchos de los cargos nada democráticos de la institución.
En lo que a nosotros respecta, no se sabe exactamente que pasó en la reunión de Lausana para que Barcelona fuera la sede de los Juegos de 1992, que pusieron a la ciudad en el mapa del mundo, pero todo el mundo sabía que estando entonces Juan Antonio Samaranch al frente del COI la designación de Barcelona era obligada. Yo mismo fui a cubrir aquel evento habiendo escrito de antemano que Barcelona sería elegida sede olímpica para seis años después.
Estamos hablando, lisa y llanamente, de corrupción, de eso de lo que ahora se habla todos los días y que hace veinte años era un tema tabú aunque se practicase más que ahora. Ahora, por ejemplo, siguiendo el dictado de los tiempos, ya no están al frente de la FIFA ni Sepp Blatter ni Michel Platini por las trampas para que Sudáfrica fuese la sede del Mundial del 2010. ¿Y qué decir de que lo sea en 2022 un país tan inapropiado, pero con tanto dinero en manos de sus jeques, como Qatar?
Mientras que decisiones de tanto calado estén en manos de una minoría de tipos corruptos y nada representativos como los gerifaltes del deporte mundial, podemos caer bajo el mosquito del zika, la violencia callejera, el sol abrasador del desierto o cualquier otra contingencia que permita que algunos se llenen sus bolsillos.