Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat de Cataluña.
Con 135 escaños autonómicos a repartir -la mayoría absoluta se sitúa en 68 diputados-, las elecciones del 27 de septiembre de 2015 en Cataluña arrojaron unos resultados que dificultaban extraordinariamente la actividad política: JxSí: 62 escaños; C’s: 25; PSC: 16; CatSíqueesPot: 11; PP: 11; CUP: 10. Esos resultados marcaban, primero, la enorme división entre separatistas y quienes quieren mantenerse en España, y segundo, el ascenso de los radicales, como Podemos.
Tras muchas negociaciones y en el último segundo, ‘saltó’ Artur Mas y se pudo llegar a un acuerdo nacionalista con la presidencia de la Generalitat para Carles Puigdemont, de JxSí, aunque ‘abducido’ por CatSíqueesPot y sobre todo por los antisistema de la CUP.
Con esos antecedentes -y los años de radicalismo desatados por Artur Mas-, la situación en Cataluña es más que candente. El documento del PP al respecto no deja lugar a dudas.
– Ataques a la unidad y a los símbolos constitucionales y a las instituciones. Políticas independentistas del Gobierno de «Junts pel Si»: proceso de independencia, embajadas políticas en el extranjero, televisión pública, subvenciones a medios de comunicación, publicidad institucional, etc.
– Subida de impuestos. La Generalitat estudia subir la cuota del IRPF a las rentas más altas.
– Incremento de la burocracia, de los altos cargos y del gasto corriente. El Gobierno de la Generalitat no ha escatimado en gastos en materias y conceptos que no son prioritarios ni necesarios (proceso independentista, embajadas políticas en el extranjero, televisión Pública).
– Nepotismo y enchufismo. Ataques a la educación concertada. Se ha mantenido una política de gasto expansiva que ha detraído concursos a la educación.
– Abandono de las políticas sociales. Se ha mantenido una política de gasto expansiva que ha detraído recursos públicos de la sanidad y los servicios sociales.
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